La estrategia del superviviente
Derrotado por un adversario que estaba muy lejos de ser un peso pesado de la pol¨ªtica, Mariano Rajoy sobrevivi¨® por vez primera entreg¨¢ndose atado de pies y manos a los tiburones de su partido. Luego, cuando la derrota volvi¨® a repetirse, los tiburones se revolvieron airados, dispuestos a clavarle los dientes en una mordedura letal. No tuvieron empacho en formar una obscena alianza con la radio de los obispos y el peri¨®dico del grupo Rizzoli en Espa?a, y la presidenta de la Comunidad de Madrid dej¨¢ndose querer. Todo bajo la sombra alargada de quien le hab¨ªa aupado a la presidencia del partido, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, que aprovech¨® una estelar aparici¨®n en el congreso de Valencia, en junio de 2008, para soltar toda la bilis almacenada por la presencia de quien promet¨ªa ser un eterno candidato.
Que, por su parte, respondi¨® con su estrategia de superviviente, una especie de tancredismo, un aparentar que no se mov¨ªa, que no daba un palo al agua. Aquel congreso, que pudo haber sido su ruina, fue la ocasi¨®n para dejar por el camino a sus peores enemigos y rodearse de leales, que por serlo a un perdedor, se convirtieron en su mejor coraza. Dos mujeres ocuparon los cargos m¨¢s vulnerables, m¨¢s expuestos a los ataques: la secretar¨ªa general del partido y la portavoc¨ªa del grupo parlamentario. Cumplieron su cometido como si se tratara de una oposici¨®n a la abogac¨ªa del Estado, a base de tes¨®n y de un sentido de la realidad por la que se mov¨ªan, sembrada de trampas. ?l, por su parte, desech¨® la estrategia de permanente tensi¨®n, dejando que los socialistas se consumieran a fuego lento en la caldera de su magno error: una crisis econ¨®mica que no quisieron ver, que se negaron a diagnosticar y cuya profundidad acab¨® arrastr¨¢ndolos al fondo del hoyo, mientras ellos permanec¨ªan en lo alto, mirando hacia abajo, sin mover un dedo.
Con los socialistas cavando su propia tumba, la estrategia de supervivencia se defini¨® como recuperaci¨®n de la centralidad perdida por el PP en su segunda legislatura en el poder y no reconquistada en la primera en la oposici¨®n. No fue dif¨ªcil: el ala extrema del partido, la derecha reaccionaria y nacionalcat¨®lica, nunca ha sido capaz de construir un proyecto cre¨ªble. En realidad, la fundaci¨®n del PP fue resultado de la constataci¨®n de que una derecha extrema, al modo de la que domin¨® en la matriz de Alianza Popular, jam¨¢s pasar¨ªa de un 25% del voto, muy lejos para convertirse en alternativa de poder. El PP naci¨®, por eso, de AP mecido en una ret¨®rica centrista, intentando cortar en el imaginario popular sus evidentes v¨ªnculos con el franquismo. Su desgracia consisti¨® en no mantener esa misma posici¨®n durante la segunda legislatura de Aznar, cuando dio rienda suelta a todos sus demonios familiares.
Pero, despu¨¦s de la segunda derrota, era preciso volver a encerrar esos demonios bajo siete llaves y recuperar el pluralismo limitado que tambi¨¦n caracteriza al PP desde su origen y que uno de sus hoy flamantes ministros defini¨® como un "centro reformista nutrido de los aportes conservadores, liberales, democristianos y centristas". Olvidaba Jos¨¦ Ignacio Wert en su recuento el aporte ultra y nacionalcat¨®lico que alborot¨® las calles de Madrid tras banderas y altavoces episcopales. Pero, en todo caso, lo fundamental consist¨ªa en mantener esa "anchura de campo" recogida en un ¨²nico partido de la derecha.
Y este ha sido el ¨¦xito clave de la estrategia de supervivencia. Sin moverse de su silla, Rajoy ha conducido al partido ¨²nico de derecha de ¨¢mbito estatal al m¨¢s amplio triunfo hasta ahora conseguido sobre el conjunto de la izquierda, siempre dividida. No habr¨ªa ocurrido si hubiera adoptado una pol¨ªtica m¨¢s agresiva hacia su propia derecha, sus enemigos dentro del partido, o hacia la izquierda, sus adversarios en la lucha por el poder. Con la estrategia de superviviente, y la crisis mediante, consigui¨® consolidar la disciplina del voto a su partido a la vez que atra¨ªa hacia el PP a un sector de irritados votantes de izquierda.
La pregunta es: si el tancredismo fue la mejor estrategia para sobrevivir y vencer, ?lo ser¨¢ tambi¨¦n para gobernar? De momento, sus fr¨ªas, congeladas, declaraciones (una entrevista es otra cosa) a la agencia Efe, lejos del marco caliente de una rueda de prensa en la que habr¨ªa tenido que debatir, responder, explicarse, muestran bien el apego que Rajoy cultiva a su querido m¨¦todo de supervivencia. Pero tiempo al tiempo: tambi¨¦n don Tancredo acab¨® por bajarse de la silla; claro que a toro pasado.
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