La frontera final
1De un tiempo a esta parte veo que hay escritores que alardean de robar libros en las librer¨ªas. A veces da incluso la impresi¨®n de que, para algunos, no puedes ser un aut¨¦ntico escritor si en tu vida has robado en una librer¨ªa, como si robar libros fuese una demostraci¨®n radical de amor por la literatura. Si es un chiste, no lo entiendo; si no lo es, tampoco. Dudo que haga ninguna falta demostrar amor por la literatura, a menos que no lo sientas, pero se me ocurren muchas formas de hacerlo sin joder a un librero (por no hablar del editor o el distribuidor o el propio escritor): conozco a muchos libreros que sudan sangre para sacar su negocio y su familia adelante, y a uno que se arruin¨® en el empe?o. ?D¨®nde est¨¢ la gracia de robar a esta gente? ?No es una indecencia hacerlo? De un tiempo a esta parte oigo tambi¨¦n decir que, dado que es un producto necesario, la literatura -la cultura en general- deber¨ªa ser gratis. Me parece muy bien, siempre y cuando tambi¨¦n lo sean el agua y el pan, que son productos todav¨ªa m¨¢s necesarios que la literatura. Y siempre y cuando se le advierta al librero (y, de paso, al editor, al distribuidor y al propio escritor). Por cierto: ?han o¨ªdo a alguien alardear de haber robado agua o pan?
"La bondad de la democracia se mide por la bondad de sus escuelas y de sus c¨¢rceles"
2 Hasta hace un par de a?os no hab¨ªa entrado nunca en una c¨¢rcel, pero desde entonces lo he hecho tres veces. La primera visita fue la que m¨¢s me impresion¨®: jam¨¢s olvidar¨¦ el olor de zotal y las l¨¢grimas de una chica rumana de 18 a?os que no entend¨ªa una palabra de espa?ol y acababa de ser encarcelada por robar un bolso (o algo as¨ª). De esas tres visitas he sacado tres conclusiones. La primera es que las c¨¢rceles est¨¢n llenas de personas como usted y como yo, y que cualquier esfuerzo es poco para no pasar una noche en un sitio as¨ª. La segunda es que, si yo fuera ministro de Educaci¨®n, no s¨®lo obligar¨ªa a los adolescentes a estudiar matem¨¢ticas, sino tambi¨¦n a visitar una vez al a?o las c¨¢rceles, para que comprendan que est¨¢n llenas de personas como ellos y que cualquier esfuerzo es poco para no pasar una noche en un sitio as¨ª. La tercera conclusi¨®n es que, igual que las librer¨ªas son la avanzadilla de la civilizaci¨®n, las c¨¢rceles son su frontera final: m¨¢s all¨¢ no hay nada; o mejor dicho: m¨¢s all¨¢ s¨®lo hay barbarie, porque una c¨¢rcel es el ¨²ltimo lugar donde recuperar para la civilizaci¨®n a quien no ha sabido o no ha podido o no ha querido participar en ella. Por eso, como dice Carles Monguilod, la bondad de una democracia no se mide s¨®lo por la bondad de sus escuelas, sino tambi¨¦n -y quiz¨¢ sobre todo- por la de sus c¨¢rceles.
3 ?Es posible que vaya a la c¨¢rcel I?aki Urdangarin si el juez demuestra que, como sostiene el fiscal, ha robado un bolso (o algo as¨ª)? En teor¨ªa es posible, al menos si, seg¨²n asegur¨® el Rey en su discurso de Navidad, la justicia es igual para todos. Hay algo muy llamativo en el asunto Urdangarin. Siempre se ha dicho que la monarqu¨ªa espa?ola estaba blindada informativamente, de manera que los medios no publicaban noticias inc¨®modas sobre ella; me parece que es verdad, pero tambi¨¦n me parece que el blindaje no lo construy¨® la monarqu¨ªa, sino los propios medios, a veces paralizados por una especie de miedo preventivo. Hace un par de a?os publiqu¨¦ un libro sobre el d¨ªa m¨¢s decisivo del Rey en el que no me dedicaba a echar incienso sobre el Rey, y la pregunta que m¨¢s me hicieron los periodistas fue si en alg¨²n momento me hab¨ªa mordido la lengua, si no hab¨ªa tenido miedo de escribir lo que escrib¨ª. Mis respuestas fueron dos: una es que como persona soy razonablemente cobarde, pero como escritor no puedo permitirme ese lujo, porque un escritor cobarde es como un torero cobarde: mejor que cambie de oficio; otra es que yo cre¨ªa vivir en un pa¨ªs libre. Me alegra decir que al menos mi creencia no era equivocada: no s¨®lo no pas¨® nada (?qu¨¦ demonios iba a pasar?), sino que tiempo despu¨¦s recib¨ª de manos del pr¨ªncipe Felipe un premio por ese libro.
Pero ahora todo ha cambiado. Ahora se acab¨® el blindaje y se abri¨® la veda contra un miembro de la familia real, as¨ª que vemos a diario que casi los mismos que incensaban a Urdangarin se dedican a apedrearlo. Hay quien ya piensa incluso que, como toleramos bien la corrupci¨®n de los pol¨ªticos pero mal la de la corona, esto es el principio del fin de la monarqu¨ªa. No s¨¦. Lo que s¨ª s¨¦ es que la monarqu¨ªa ha tenido mucho que ver con el hecho evidente de que los 30 ¨²ltimos a?os de Espa?a hayan sido los m¨¢s libres y pr¨®speros de los tres ¨²ltimos siglos; y tambi¨¦n s¨¦ que, si se cambia la monarqu¨ªa, hay que cambiarlo todo. A?adir¨¦ que no soy mon¨¢rquico, pero estoy seguro de que ahora mismo nuestro aut¨¦ntico dilema no es monarqu¨ªa o rep¨²blica, sino mejor o peor democracia. En cuanto a Urdangarin, quiz¨¢ nos prestar¨ªa un gran servicio parad¨®jico si el juez lo condenara: demostrar¨ªa que es verdad que vivimos en un pa¨ªs libre, donde la justicia es igual para todos.
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