"Me sent¨ª segura hasta que lleg¨® Ahmadineyad"
Haleh Esfandiari (Teher¨¢n, 1940) es una mujer de exquisita delicadeza. De peque?a figura y ojos claros, llega a la entrevista luciendo un hermoso pa?uelo de seda junto al que brilla la cabeza rugiente de un le¨®n, s¨ªmbolo de la cultura persa. Es dif¨ªcil imaginarla detenida en la temida prisi¨®n de Evin, en su Ir¨¢n natal. Pero all¨ª pas¨® 105 d¨ªas en 2007, aislada, sometida a interminables interrogatorios en los que sus captores le exig¨ªan que confesara una trama para abrir la caja de Pandora de una revoluci¨®n de terciopelo en Ir¨¢n.
El caso de Esfandiari, que dirige el departamento de asuntos de Oriente Pr¨®ximo en el Centro Woodrow Wilson en Washington, es el de tantos ciudadanos con doble nacionalidad, norteamericana e iran¨ª, que regresan a su pa¨ªs para ser asediados por un r¨¦gimen receloso de cualquier posible instigador del cambio. Esfandiari, su marido y su hija abandonaron Ir¨¢n en 1979, en v¨ªsperas de la revoluci¨®n isl¨¢mica. Primero se afincaron en Reino Unido y luego en EE UU. Sus padres quedaron atr¨¢s, y ella no regres¨® a su pa¨ªs hasta 1992.
La experta en Oriente Pr¨®ximo fue detenida por el servicio de inteligencia iran¨ª
"Fue muy extra?o. Sent¨ªa mucha trepidaci¨®n, porque no sab¨ªa lo que me iba a suceder", rememora. "En el momento en el que el avi¨®n aterriz¨® y baj¨¦ por las escaleras, me sent¨ª en casa. Inmediatamente not¨¦ que el suelo era muy s¨®lido". Volver¨ªa a Ir¨¢n tres o cuatro veces al a?o. Para adaptarse a las circunstancias, se cubr¨ªa el cabello con un pa?uelo.
En aquellas idas y venidas, hubo un punto de no retorno: "Me sent¨ª muy segura, hasta que Mahmud Ahmadineyad se convirti¨® en presidente. De repente, sent¨ª que las calles no eran seguras. Se ve¨ªa a Guardas Revolucionarios, hab¨ªa puestos de control, arrestos arbitrarios. Me sent¨ªa inquieta. Pero pronto pens¨¦ que no hab¨ªa nada que pudieran querer de m¨ª. Al fin y al cabo, ?qui¨¦n soy yo?". Se equivocaba la doctora. Lo comprob¨®, tristemente, el 30 de diciembre de 2006, despu¨¦s de una visita a su anciana madre, cuando se dirig¨ªa al aeropuerto de Teher¨¢n.
"En un principio pens¨¦ que era un robo. Le ped¨ª a uno de aquellos hombres que tomara todo lo que quisiera salvo mi pasaporte y mi billete de avi¨®n". Le requisaron todo. No eran ladrones. Eran cuatro agentes de los servicios de inteligencia. Cuando fue a tramitar un nuevo pasaporte, y se encontr¨® con excusas y negativas, comprendi¨®. "Me sent¨ª muy asustada".
Esfandiari es frugal en su desayuno. Toma caf¨¦, con algo de leche, y unas sencillas galletas saladas. Uno no puede dejar de pensar que no puede diferir mucho de lo que le serv¨ªan en Evin. La doctora no muestra rabia al hablar de su detenci¨®n. Hay, es cierto, tristeza en su voz, que sigue teniendo un marcado acento iran¨ª despu¨¦s de tres d¨¦cadas en Am¨¦rica. "No me torturaron", asegura. "Pero me interrogaban hasta ocho horas diarias y me amenazaban. Me dec¨ªan que me mantendr¨ªan en prisi¨®n para siempre, que me llevar¨ªan a juicio". Uno de esos juicios, recientemente, se sald¨® en una condena a muerte del exmarine Amir Mirzaei Hekmati, que tambi¨¦n tiene doble nacionalidad.
El caso de Esfandiari, sin embargo, acab¨® en su liberaci¨®n. La dejaron volver a casa el 21 de septiembre de 2007. Abandon¨® el pa¨ªs en menos de dos semanas. Su madre falleci¨® en 2009. No pudo volver para enterrarla. "Puedes incluso olvidar la c¨¢rcel, por eso puedes llegar a perdonarlos. Pero no puedo perdonarles por no poder estar con mi madre cuando falleci¨®".
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