As¨ª se gan¨® de verdad el 35? congreso
El discurso del talante venci¨® y se impuso en la leyenda, pero tras una noche de dura negociaci¨®n entre Jos¨¦ Blanco y el guerrista Rafael Delgado
Los congresos de los partidos se ganan por la suma de muchos factores. Naturalmente que influye el perfil, personal y pol¨ªtico, de los candidatos en liza. Su discurso, sus ideas y su talante. Tambi¨¦n hay que tener en cuenta los apoyos previos recabados en la campa?a por todas las federaciones, especialmente las m¨¢s determinantes por su n¨²mero de delegados. Los congresos tambi¨¦n se ganan por reacci¨®n, rencilla, miedo o revancha, especialmente contra el rival m¨¢s consagrado por el aparato oficial. La imagen, est¨¦tica y moral, es muy apreciada y m¨¢s en estos tiempos tan medi¨¢ticos. La victoria contra pron¨®stico de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero en el 35? Congreso del PSOE, en julio de 2000 en Madrid, conjug¨® bastantes de esos aspectos. Durante un tiempo Zapatero y su equipo instauraron la leyenda de que el joven leon¨¦s venci¨®, para simplificar, porque se atrevi¨® a subir al estrado con ilusi¨®n, una buena percha con una mirada joven y limpia, y un par de mensajes esperanzadores. Sobre todo uno: "No estamos tan mal". No fue del todo as¨ª. Hubo pactos en la sombra esa madrugada. Los habr¨¢ ahora.
Los guerristas dieron los votos del triunfo para evitar que ganara Bono
El intento de situar a Ibarra de 'n¨²mero dos' choc¨® con la presidencia de Chaves
El contexto es el siguiente. La contundente victoria de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en las elecciones generales de 2000 sumi¨® al PSOE en una tremenda crisis. Se hablaba de regeneraci¨®n, renovaci¨®n y catarsis. Los distintos poderes socialistas fluyeron r¨¢pidamente y se establecieron sus candidatos. El aparato, el felipismo, la Andaluc¨ªa controlada por Manuel Chaves, y ya entonces Alfredo P¨¦rez Rubalcaba apostaron en un principio por el manchego Jos¨¦ Bono, contrastado y solvente ganador en su territorio con unas ideas nada arriesgadas y bien espa?olistas. El guerrismo no quer¨ªa perder su cuota de poder y cargos y abander¨® a Matilde Fern¨¢ndez. Rosa D¨ªez ya fue entonces a lo suyo. Y luego estaba la otra alternativa, los reconvertidos j¨®venes turcos, que se hicieron llamar la Nueva V¨ªa. Fueron casi cuatro meses de campa?a y se lleg¨® al Palacio Municipal de Congresos de Madrid, en Ifema, con las cartas muy barajadas y repartidas.
Chaves, Rubalcaba, el aparato y el felipismo fueron moderando su entusiasmo con Bono, seguramente porque le conoc¨ªan demasiado y comprobaron los resquemores que levantaba. El guerrismo, que odiaba a Bono tanto como le tem¨ªa, estaba a lo que estaba y jug¨® sus bazas. D¨ªez desapareci¨®, tras un discurso que visto ahora produce sonrojo y la Nueva V¨ªa del joven Zapatero, entonces con solo 40 a?os, movi¨® muy bien sus hilos. El encargado de ese trabajo sucio, al que todos reconocen el m¨¦rito de sumar los votos necesarios para la victoria, fue Jos¨¦ Blanco, entonces un simple diputado de provincias sin gran preparaci¨®n. Zapatero impact¨® con su discurso valiente y moviliz¨® alg¨²n voto, seguro. Blanco cerr¨® muchos m¨¢s, pero esa es una historia menos limpia, aunque bastante m¨¢s ¨²til y realista.
Sucedi¨® esa noche del viernes 21 al 22 de julio de 2000. Los cuatro candidatos hab¨ªan mostrado p¨²blicamente sus intenciones y los primeros recuentos dejaban a Bono un poco por delante. Desde luego el presidente manchego daba por hecho su ¨¦xito, como pregonaban sus adl¨¢teres. Alg¨²n medio se atrevi¨® a titular a toda p¨¢gina con su triunfo. Los m¨¢s enterados no lo ve¨ªan tan claro. Eran las once de la noche. Los delegados de base merodeaban por Ifema en busca de un lugar para cenar o divertirse y mamonear sobre el futuro del partido. Los n¨²cleos duros de ambos equipos se convocaron en los despachos que ten¨ªan reservados. En el de Zapatero quedaron Blanco y Rafael Delgado, Fali, el exsecretario pol¨ªtico del Alfonso Guerra m¨¢s m¨ªtico, que se hab¨ªan tropezado por los pasillos. Hay que hablar.
Las versiones se contradicen poco sobre la literalidad del objetivo de la charla. Para un bando fue Delgado el que lleg¨® y espet¨®: "?Cu¨¢ntos votos necesitas para ganar?". El otro sector matiza la charla: "?T¨² qu¨¦ piensas de los votos que necesitas?". Blanco pudo responder "necesito 50" y al parecer fueron unos pocos m¨¢s. Zapatero gan¨® y cosech¨® 414 votos, Bono 405, Fern¨¢ndez 109 (esperaba 160) y D¨ªez 65.
Blanco extendi¨® su s¨¢bana de datos. Con los nombres, apellidos y las cruces de los 995 delegados acreditados. La negociaci¨®n comenzaba en serio. No se escondieron, porque una c¨¢mara de Antena 3 recogi¨® la imagen, pero tampoco era una cita para mantener con observadores p¨²blicos. La mujer de Delgado, embarazada y ya en el hospital a la espera del parto, le llam¨®: "Te estoy viendo en la tele". El recuento no sal¨ªa bien para los intereses de Blanco. La aritm¨¦tica no cuadraba, como sucede ahora en la previa del 38? congreso de Sevilla. Blanco daba por hechos delegados que a Delgado no le constaban.
Pasaba, por ejemplo, con Murcia. Blanco sumaba a su secretario general entonces, Ram¨®n Ortiz, y Delgado cre¨ªa haberle visto con el equipo de Bono, al que ya habr¨ªa ofrecido silla en su futurible ejecutiva. En cada esquina del congreso podr¨ªa producirse una traici¨®n. Constatan que la victoria no est¨¢ ni mucho menos asegurada. Blanco se qued¨® revisando sus datos. Delgado se march¨® a la oficina de los guerristas a trasladar la situaci¨®n, donde acampaban Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra y Jos¨¦ Acosta, entre otros.
Ibarra re¨²ne a sus delegados del ala izquierdista del partido, como les gustaba autodenominarse a los guerristas, y radiograf¨ªa el momento. Un amplio sector de los guerristas de Andaluc¨ªa, Asturias, Madrid y Extremadura se niegan a permitir, por activa o pasiva, que Bono sea el nuevo l¨ªder.
La noche avanza. El catal¨¢n Miquel Iceta, ya entonces con el aparato de Zapatero, llama a Delgado para otra cita. Se entra "en una din¨¢mica de negociaci¨®n". Los guerristas piden cinco puestos en el n¨²cleo duro de la Ejecutiva. Se plantea, adem¨¢s, que Ibarra sea el nuevo vicesecretario general. El equipo de Zapatero, que en su d¨ªa hab¨ªa tanteado como Bono a Felipe Gonz¨¢lez para la presidencia del PSOE sin ¨¦xito, quiere ahora para ese puesto al andaluz Manuel Chaves, al que tambi¨¦n pretend¨ªa Bono. El triunvirato Chaves, Zapatero e Ibarra es demasiado explosivo para ser posible. Se descarta. Zapatero no quiere tener ese cargo y quiere a Blanco solo como secretario de Organizaci¨®n. Se adentra la madrugada.
Delgado vuelve al despacho de los guerristas y da el parte. El objetivo es colocar a Ibarra en la secretar¨ªa de coordinaci¨®n institucional, tres puestos en la Ejecutiva y un grupito en el comit¨¦ federal. Nuevo receso.
Son las 4.30 de la madrugada. Ibarra baja al vest¨ªbulo y habla en corrillo con los periodistas. Se rompe la negociaci¨®n. Dice que se marcha, que no acepta nada y que cada delegado guerrista tendr¨¢ libertad de voto para hacer lo que quiera. Los guerristas corroboran que han perdido sus bazas. Se especula con que su candidata, Matilde Fern¨¢ndez, harta de tanto conchabeo a sus espaldas, le ha presionado para dejarlo. Son las 5.15 de la madrugada. Los negociadores se marchan al hotel a pegarse una ducha. Delgado aprovecha y se acerca hasta el hospital a corroborar que su mujer sigue a¨²n embarazada. Vuelve al recinto del congreso. Son las 7.45. Llega Matilde Fern¨¢ndez y se toma fatal los cambios que le dan por hechos. Blanco ya ha confeccionado la primera ejecutiva de Zapatero sin guerristas. El presidente ser¨¢ Chaves, Zapatero secretario general y ¨¦l secretario de Organizaci¨®n. El hijo de Delgado se llama Pablo, naci¨® al d¨ªa siguiente del congreso porque la ginec¨®loga esper¨® y respet¨® su acuerdo.
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