Venganza y raz¨®n
La venganza, seg¨²n las Escrituras, s¨®lo pertenece a Dios. Uno de los m¨¢s c¨¦lebres comentadores del Talmud, el cabalista italiano Mois¨¦s Luzzatto, escribi¨® que el coraz¨®n humano puede dif¨ªcilmente sustraerse al sentimiento de odio y al deseo de venganza, y que por eso su fuerza consiste en sobreponerse a estas pasiones hacia las cuales su naturaleza lo inclina. Luzzatto vivi¨® en Italia dos siglos antes del Holocausto y no sabemos si su juicio sobre la venganza hubiese sido el mismo si hubiese vivido en esos a?os infernales. El austriaco Friedrich Ephraim Kantor, quien escribi¨® bajo el seud¨®nimo de Friedrich Torberg, trat¨® de responder a este fundamental dilema ¨¦tico con una magistral f¨¢bula contempor¨¢nea. Torberg fue uno de los 10 autores antinazis (Tom¨¢s Mann y Alfred D?blin fueron otros) que el PEN Club logr¨® salvar de la masacre hitleriana, envi¨¢ndolos a Estados Unidos. En 1943, desde el exilio, Torberg public¨® M¨ªa es la venganza, cuyo t¨ªtulo repite la terrible frase que san Pablo pone en los labios de Dios en su Ep¨ªstola a los Romanos. Veintitantos a?os despu¨¦s public¨® otro relato cuyo tema tambi¨¦n es la venganza, El regreso del Golem, pero esta vez Dios cumple su amenaza a trav¨¦s de la m¨ªtica criatura creada de barro y de letras por el rabino Loew en el siglo XIX, en el gueto de Praga, y resucitada durante el Tercer Reich. Ambos textos son publicados ahora en castellano, en una l¨²cida versi¨®n de Lidia ?lvarez Grifoll. M¨ªa es la venganza cuenta la historia de Hermann Wagenseil, comandante de las SS del campo de concentraci¨®n de Heidenburg, quien odia tanto a los jud¨ªos a su cargo que ni siquiera est¨¢ dispuesto a concederles la muerte; Wagenseil quiere que ellos, las v¨ªctimas, sean sus propios verdugos. Aunque el Dec¨¢logo no proh¨ªbe expl¨ªcitamente el suicidio, quitarse la vida es, seg¨²n la tradici¨®n jud¨ªa, una abominaci¨®n. Para lograr esta ¨²ltima degradaci¨®n, Wagenseil acumula vejaciones y torturas, y los hombres condenados acaban cumpliendo con los deseos del asesino. Uno de ellos, sin embargo, resiste, y al cabo de un casi infinito interrogatorio es devuelto a su barrac¨®n, en sangre, con los huesos rotos, pero a¨²n en vida. Entonces, uno de sus compa?eros resuelve que, ya que el Se?or no se ha decidido a ejecutar la prometida venganza, ¨¦l lo har¨¢ en nombre de todos, ¨¦l matar¨¢ a Wagenseil. El aspirante a rabino Aschkenasy opone a esta decisi¨®n un razonamiento l¨ªmpido: la venganza de Dios "es nuestra venganza, y nos vengamos constantemente, porque existimos y todav¨ªa seguimos existiendo". La vida, seg¨²n Aschkenasy (y Luzzatto y los antiguos talmudistas), es la venganza que Dios nos otorga frente a nuestros enemigos, la vida de generaciones de perseguidos, que persiste a pesar de la muerte de millones de individuos. El futuro vengador reh¨²sa a escucharlo. La historia es narrada al autor en un muelle de Nueva Jersey por un hombre a la espera de sobrevivientes del campo de Heidenburg, sobrevivientes que nunca llegar¨¢n. Torberg concluye su f¨¢bula con una prueba sorprendente y concreta del cumplimiento de la promesa de Dios, prueba que el mismo narrador encarna, quiz¨¢s sin saberlo. Jorge Luis Borges concluy¨® de la misma manera su ficci¨®n La forma de la espada, publicada s¨®lo un a?o antes que la admirable f¨¢bula de Torberg. No es imposible que, para justificarse, Dios diese a conocer Sus m¨¦todos a trav¨¦s de dos de Sus escribas.
M¨ªa es la venganza
Friedrich Torberg
Traducci¨®n de Lidia ?lvarez Grifoll
Sajal¨ªn Editores. Barcelona, 2011
114 p¨¢ginas. 14 euros
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.