La trastienda de las 5.000 joyas de los Rubell
Son las 5.30 de la ma?ana. Donald y Mera Rubell se despiertan a esa hora, como de costumbre, y empiezan el d¨ªa hablando de arte en la cama antes de tomarse su primer caf¨¦ a las ocho. Tienen 71 y 68 a?os, respectivamente, y llevan coleccionando arte contempor¨¢neo desde hace 48 a?os, poco despu¨¦s de casarse. Por entonces ¨¦l todav¨ªa era estudiante de medicina en Nueva York, ella trabajaba como profesora y viv¨ªan de los cien d¨®lares semanales que Mera ganaba. Decidieron reservar 25 d¨®lares cada mes para comprar obras arte y hoy tienen una colecci¨®n de m¨¢s de 5.000 piezas, una de las m¨¢s importantes de Estados Unidos y del mundo. Claro que ese ascenso tuvo algunos momentos de inflexi¨®n, como fue la herencia que recibieron en 1989 de Steve, el hermano menor de Don, uno de los due?os de la famosa discoteca neoyorquina Studio 54, donde se daban cita Andy Warhol, Liza Minnelli, Mick Jagger, Truman Capote, Grace Jones y todo el Olimpo de famosos de la ¨¦poca.
"Lo mejor de todo es el contacto con los artistas. Ellos tienen una forma distinta de mirar el mundo"
"A Cindy Sherman le compramos una fotograf¨ªa por 25 d¨®lares". Hoy vale 250.000
En 1993 se mudaron a Miami con sus hijos Jennifer y Jason, compraron unos entonces ruinosos hoteles art d¨¦co, los restauraron y actualizaron y hoy son su fuente de ingresos. Para instalar su colecci¨®n de arte adquirieron un antiguo almac¨¦n de la DEA -el departamento gubernamental antidrogas-, en Wynwood, un barrio pobre de poblaci¨®n mayoritariamente negra, hoy en plena transformaci¨®n y conocido como el distrito del arte. De ellos surgi¨® la idea original de llevar la feria Art Basel a Miami.
Don y Mera viajan por todo el mundo visitando estudios de artistas y est¨¢n a punto de abrir una nueva sede de su fundaci¨®n en Washington. Forman una pareja sonriente, relajada, sumamente amable. "No nos sentamos un d¨ªa y dijimos: vamos a convertirnos en coleccionistas", advierte Mera desde el principio. "Nosotros viv¨ªamos nuestra vida. Cuando nos casamos, Don acababa de cambiar de carrera, de matem¨¢ticas a medicina. Yo era maestra en un colegio. Y todo empez¨® durante los paseos que hac¨ªamos juntos viendo escaparates con obras de artistas. En el momento en que entramos a esos sitios se nos abri¨® un universo, mantuvimos conversaciones muy interesantes y conocimos a gente muy creativa. Y cuando empezamos a comprar fue con el dinero que ten¨ªamos en el bolsillo, cosas muy baratas de j¨®venes artistas. En ese momento no lo consider¨¢bamos coleccionar".
Don apunta que antes de comprar nada estudiaron arte en casa. "Le¨ªmos lo que pudimos, fuimos a muchas exposiciones y museos, le¨ªmos revistas de arte". En todo caso, estuvieron en el sitio y en el momento adecuados. "Ahora ser¨ªa muy dif¨ªcil empezar como nosotros, empezar sin nada y teniendo que aprenderlo todo. Pero por entonces hab¨ªa pocas galer¨ªas en Nueva York. Nosotros ¨ªbamos al Soho, al East Village, a las j¨®venes galer¨ªas".
"Entonces nos influy¨® mucho Artist's Space, que estaba al oeste del Soho, cerca de Canal Street, una asociaci¨®n sin fines de lucro", interviene Mera. "Lo llevaba Helene Winer y la recepcionista era Cindy Sherman. Sol¨ªamos saludarla, hablar con ella, pero solo supimos que era artista m¨¢s adelante. As¨ª es que nos hicimos amigos de ella y de Richard Prince, que por entonces era su pareja. Cuando nos mostr¨® su trabajo nos encant¨® y le compramos una fotograf¨ªa por 25 d¨®lares". Hoy esa fotograf¨ªa est¨¢ valorada en 250.000 d¨®lares.
La lista de los entonces j¨®venes artistas desconocidos que frecuentaban da cuenta de las oportunidades que surgieron y fueron capaces de aprovechar. "Conocimos tambi¨¦n a Robert Longo, Jack Goldstein... Era en 1978, el inicio de la generaci¨®n fotogr¨¢fica, la Picture Generation, el primer movimiento nativo del Soho", se?ala Don. "Casi inmediatamente vino gente como Basquiat, Keith Haring, David Salle, Julian Schnabel, artistas que empezaban a surgir y fuimos conociendo. Tambi¨¦n Peter Halley, Meyer Vaisman y todo en un plazo de unos dos a?os".
Todos ellos son hoy grandes nombres del arte contempor¨¢neo y est¨¢n en los m¨¢s prestigiosos museos. Los precios de sus obras tienen con frecuencia cifras de millones.
Pero la aproximaci¨®n de los Rubell no ten¨ªa nada que ver con la de los cazadores de oportunidades, sino con la de unos hospitalarios anfitriones. Amigos, no mecenas. "Las cosas a principios de los ochenta se desarrollaban m¨¢s a peque?a escala. La Bienal del Whitney no ofrec¨ªa c¨®ctel ni nada en las inauguraciones, as¨ª es que nosotros sol¨ªamos montar una fiesta para los artistas en casa. Viv¨ªamos a solo dos manzanas de all¨ª y con el tiempo se fueron haciendo m¨¢s grandes, hasta de 400 personas, que se quedaban casi hasta el amanecer", cuenta Don.
Les sobran an¨¦cdotas. "En una de esas fiestas post-Whitney, creo que en 1979, se mont¨® una gran fiesta en casa a la que la gente iba llegando sin invitaci¨®n", contin¨²a Mera. "Terminamos a las tantas, exhaustos. Al d¨ªa siguiente, por la tarde, tocan al timbre. Contesto y pregunto qui¨¦n es. 'Soy Jeff'. ?Por qu¨¦ vienes?, le pregunto. 'Por la fiesta de la Bienal', me contest¨®. Le dije que hab¨ªa sido la noche anterior y ¨¦l se sinti¨® algo cortado, se disculp¨®. Lo invit¨¦ a subir y cenar con nosotros. Fue muy agradable. Al d¨ªa siguiente nos envi¨® flores, pero no un ramo, sino una de sus obras. As¨ª conocimos a Jeff Koons", cuenta Mera.
"Lo mejor de todo esto es el contacto con los artistas. Ellos tienen una forma distinta de mirar el mundo que es lo que nos fascina. Es lo m¨¢s importante del hecho de coleccionar", apunta Don.
"Cuando conocimos a Keith Haring, ¨¦l era sobre todo comisario de exposiciones", a?ade. "Luego supimos que tambi¨¦n era artista y le pedimos que nos dejara visitar su estudio. Nos dijo que en realidad no ten¨ªa nada que mostrarnos en ese momento. Meses despu¨¦s nos llam¨® para mostrarnos lo que ser¨ªa su primera exposici¨®n. Fue ¨¦l quien nos present¨® a Jean-Michel Basquiat cuando los dos hac¨ªan grafitis en el metro de Nueva York. Una vez bajamos con ¨¦l pasada la medianoche al metro para ver lo que hac¨ªa, daba miedo estar all¨ª en los pasillos subterr¨¢neos. Vimos que eran unos muchachos que estaban elaborando un lenguaje propio para expresar todo lo que necesitaban decir".
Estudios de artista, j¨®venes galer¨ªas, fiestas improvisadas. Nueva York era el centro del universo art¨ªstico. Y el ambiente m¨¢s excitante tambi¨¦n se coc¨ªa en otro escenario mucho m¨¢s deslumbrante, el Studio 54. Los Rubell tienen recuerdos curiosos. "?bamos temprano y nos retir¨¢bamos cuando empezaba lo bueno", dice Don sonriendo. "Ten¨ªamos a los ni?os peque?os y deb¨ªamos levantarnos pronto para ir a trabajar. A veces los recog¨ªamos del colegio y los llev¨¢bamos directamente a Studio 54 porque era como un circo. Ten¨ªan caballos blancos, paredes de hielo, fant¨¢sticas actuaciones; pod¨ªa pasar cualquier cosa. Era muy interesante. Pero trabaj¨¢bamos y no pod¨ªamos trasnochar. Yo hablaba con mi hermano a diario, est¨¢bamos muy unidos. Cuando ¨¦l se retiraba a las seis de la ma?ana, yo estaba a punto de salir al hospital. Era el momento en que coincid¨ªamos".
La acci¨®n empezaba, en efecto, m¨¢s all¨¢ de la medianoche, cuando se codeaban los famosos y la gente guapa y de ropa estrafalaria escogida cuidadosamente entre la multitud que se agolpaba a las puertas. Dentro, la locura. De 1977 a 1986, Studio 54 era el ombligo con un diamante de la vida nocturna. "A?os despu¨¦s se hablaba tanto de lo que pasaba en el s¨®tano de Studio 54 y todo eso..., pero nosotros no nos hab¨ªamos enterado", admite Mera. "Por supuesto que conocimos a Andy Warhol, y le presentamos a varios artistas j¨®venes. Pero no puedo decir que nosotros perteneci¨¦ramos a ese grupo social tan glamuroso. ?ramos del lado trabajador de la familia. Pero no hay que olvidar que era la ¨¦poca de la revoluci¨®n sexual, y en eso s¨ª que participamos". Don r¨ªe y dice que tal vez tengamos que editar esta respuesta, pero luego a?ade: "Era la primera vez en muchos a?os que todo tipo de gente se mezclaba. Se trataba de sexo y drogas".
"La gente buscaba su identidad m¨¢s abiertamente", explica Mera. "Llegabas por la noche y te encontrabas a ejecutivos de Wall Street o de la banca, vestidos de novia y con patines. La ropa defin¨ªa a la gente, a la clase social. No se suele pensar en Estados Unidos como una sociedad clasista, pero claro que hab¨ªa famosos, chicos pobres, blancos, negros, gente de clase media. Una vez que traspasabas el cord¨®n de terciopelo de la entrada, todos bailaban con todos y compart¨ªan las mismas drogas. La gente hoy no suele saberlo, pero de ah¨ª sali¨® buena parte de la revoluci¨®n sexual, el feminismo. Las mujeres artistas hasta entonces casi no contaban; fueron ganando un lugar poco a poco y con esfuerzo, y alcanzaron relevancia. El movimiento gay tambi¨¦n se afirm¨® all¨ª. En Studio 54 se dio una especie de caldo de cultivo a trav¨¦s del ejercicio de muchos tipos de libertad individual".
La selecci¨®n de 66 obras de su colecci¨®n que llevan a las salas de la Fundaci¨®n Banco Santander a partir del s¨¢bado est¨¢ formada en su mayor parte por pinturas. Ellos lo explican: "Cada vez que vamos a Madrid estamos a las nueve de la ma?ana a las puertas del Museo del Prado. Llueva o truene", afirma Mera. Entre las obras que traen hay piezas de John Baldessari, Neo Rauch, Luc Tuymans, Takashi Murakami y Andy Warhol. "La pintura es algo que te crea fuertes ataduras. Por eso hemos seleccionado pintura contempor¨¢nea de nuestra colecci¨®n, para ponerla en el contexto de la pintura hist¨®rica", apunta Don. "Todo lo que podemos mostrar tiene alguna relaci¨®n con lo que se encuentra en el Prado. Tiene que establecerse un di¨¢logo entre ambas. Y lo que te das cuenta es que la conversaci¨®n sobre pintura y lo que hace el artista -los retratos, los asuntos pol¨ªticos, la vida cotidiana- siguen siendo b¨¢sicamente los mismos a lo largo de la historia. La pintura permite que los antiguos maestros y los j¨®venes artistas de hoy establezcan un di¨¢logo visual. Estamos expectantes por ver c¨®mo funciona esa conversaci¨®n".
Para ellos, el hecho de presentarlas en Espa?a es especialmente significativo en relaci¨®n con estas obras. "La obra de Goya ha tenido much¨ªsima influencia en artistas de todo el mundo. Pero si ves esas obras en Alemania, no tienes la misma sensaci¨®n que si las ves en Espa?a. El paisaje, la luz del d¨ªa y hasta la forma de vida son cosas que percibes a trav¨¦s del arte".
"Se ha hablado muchas veces de la muerte de la pintura", se?ala Mera. "Pero es como decir que la vida est¨¢ muerta. La pintura define lo que es el arte. Se puede hacer arte con medios muy distintos, pero la pintura es la ¨²ltima frontera para el artista. El mayor desaf¨ªo. La pintura no va a morir". Y suspira con una sonrisa: "El arte es algo que transforma nuestra vida. No me puedo imaginar nuestra existencia sin ¨¦l".
La muestra 'Pinturas de la Rubell Family Collection' podr¨¢ verse en la Fundaci¨®n Banco Santander, en Boadilla del Monte (Madrid), del 11 de febrero al 17 de junio.
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