La rebaja de nota a EE UU vuelve a cuestionar a las agencias calificadoras
Los analistas erraron con Enron, Lehman Brothers y las hipotecas basura
?Qui¨¦n califica a las agencias de calificaci¨®n? Es la pregunta que ronda desde que el trabajo de las grandes firmas del negocio fuera puesto en duda, al ser se?aladas como los chefs de la crisis m¨¢s grave desde la Gran Depresi¨®n. La rebaja anunciada por Standard & Poor's a la nota de la deuda estadounidense les vuelve a colocar en el centro del debate y de las cr¨ªticas.
La opini¨®n de las agencias es importante porque permite a los inversores mover su dinero en funci¨®n del an¨¢lisis que hacen del riesgo. Standard & Poor's (S&P) pone nota a la deuda soberana de unos 120 pa¨ªses. El factor pol¨ªtico, se?alan desde la firma propiedad de McGraw-Hill, es uno m¨¢s, y tambi¨¦n de los m¨¢s subjetivos.
Las dudas sobre la fiabilidad de las agencias calificadoras (S&P, Moody's y Fitch) empezaron a aflorar con el colapso de Enron, a finales de 2001. Pero quedaron en letargo durante la ¨¦poca posterior de vacas gordas. No solo no fueron capaces de ver lo que se cocinaba en las cuentas de la el¨¦ctrica, una de las ni?as mimadas de Wall Street, sino que cuando reaccionaron fue tarde y con su repuesta incentivaron la desbandada de inversores.
Para muchos, las agencias de calificaci¨®n son, junto a los grandes bancos de inversi¨®n de Wall Street, los villanos de la crisis financiera. En su expediente tienen el sobresaliente que concedieron a Bear Stearns, Lehman Brothers, AIG y a los paquetes de inversi¨®n estructurados con hipotecas basura. Y con el descalabro que no anticiparon, su credibilidad qued¨® en entredicho.
No solo sus modelos fueron incapaces de anticipar el terremoto financiero, sino que su trabajo estuvo dominado por conflictos de intereses. La investigaci¨®n de la crisis llevada a cabo por el Congreso de EE UU revel¨®, a partir de testimonios de empleados, que los ejecutivos pon¨ªan su relaci¨®n con los bancos por delante del inter¨¦s del inversor en bonos. As¨ª preservaban su cuota de negocio a la vez que conced¨ªan la triple A -virtualmente sin riesgo- a valores de deuda hipotecaria a cambio de suculentas comisiones. Sin la nota m¨¢s alta, esos bonos no habr¨ªan llegado al mercado. Eso aliment¨® la burbuja inmobiliaria.
Las cosas se pusieron feas cuando cogieron la tijera y empezaron los recortes en el verano de 2007, cuando los inversores ya hab¨ªan perdido buena parte del dinero. Por eso la conclusi¨®n de la comisi¨®n de investigaci¨®n es rotunda: fueron herramientas clave del caos financiero. En otras palabras: quiz¨¢ la crisis no hubiera ocurrido si hubieran hecho bien su trabajo.
Mientras EE UU investiga, Europa sigue estancada en su pretensi¨®n de escapar al monopolio que ejercen estas empresas al crear un organismo europeo con alg¨²n tipo de supervisi¨®n p¨²blica. De momento no hay avances.
El cuestionado modelo de las agencias no est¨¢ evitando que sus ejecutivos est¨¦n gozando otra vez remuneraciones r¨¦cord, mientras el negocio vuelve a florecer. Por ejemplo, Moody's cerr¨® el turbulento segundo trimestre con un alza del beneficio del 56%. Fue gracias a que los ingresos subieron un 27% por la mayor deuda emitida por corporaciones y Gobiernos.
Es decir, la crisis de la deuda les es rentable. Un negocio muy lucrativo, en el que la competencia es feroz. La reforma financiera que lleva los apellidos de los legisladores dem¨®cratas Christopher Dodd y Barney Frank recoge medidas para responsabilizarlas al ejercer su poder, capaz de frustrar al Gobierno de EE UU.
En la ¨²ltima comparecencia en el Capitolio, se examinaron los pasos que est¨¢n dando para actualizar sus modelos de c¨¢lculo y, sobre todo, mejorar sus an¨¢lisis y la supervisi¨®n interna. Y como si se tratara de una campa?a de imagen, est¨¢n recortando la nota de emisores de deuda dudosos.
La decisi¨®n de rebajar la nota de EE UU puede animar a la Administraci¨®n de Barack Obama a acelerar la reforma de las agencias. Los sentimientos, por tanto, est¨¢n a flor de piel en los dos frentes. Algo que no es de extra?ar tras lo vivido en los ¨²ltimos cuatro a?os. Ahora es el mercado el que debe decir si la opini¨®n de que EE UU no es un pa¨ªs exento de riesgo es correcta.
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