Dif¨ªcil, pero posible
Un ajuste r¨¢pido ser¨ªa el que mejor podr¨ªa proteger los aspectos b¨¢sicos del Estado de bienestar
A medida que la crisis avanza se definen algunos de sus contornos que, por otra parte, no son estables. En la fase en la que nos encontramos es posible afirmar que, desde el punto de vista financiero, el principal problema de nuestra econom¨ªa es el endeudamiento de los agentes econ¨®micos (familias, empresas, Administraciones P¨²blicas), lo que equivale a decir que estamos inmersos en una crisis de endeudamiento cuya salida ser¨¢ larga y dif¨ªcil.
La magnitud de nuestra deuda se refleja en la llamada posici¨®n internacional de reserva, que mide el resultado neto de comparar lo que debemos y lo que nos deben. Desde esta perspectiva, la posici¨®n deudora de Espa?a equivale al 87% de su PIB, cuando el FMI considera que por encima del 50% se entra en zona de riesgo y, adicionalmente, que cuando el d¨¦ficit de la posici¨®n internacional de inversi¨®n supera el doble de las exportaciones de bienes y servicios hay raz¨®n para preocuparse. En Espa?a, la superamos en seis veces, por lo que hay motivos para la inquietud.
El endeudamiento no est¨¢ repartido de manera homog¨¦nea. Las m¨¢s endeudadas son las empresas, vienen luego las familias y, por ¨²ltimo, las Administraciones P¨²blicas. Por seguir con las cifras del Fondo Monetario Internacional, la deuda bruta de las Administraciones P¨²blicas representa el 67% del PIB; la de las familias, el 87%, y la de las empresas, el 192%. Son cifras importantes, especialmente las de las empresas, aunque es conveniente se?alar que estas han comenzado a desendeudarse. Tambi¨¦n lo est¨¢n haciendo el Estado y las familias, pero la cuesti¨®n que se plantea es la de si el ritmo al que lo hacen es o no compatible con el crecimiento econ¨®mico y, por consiguiente, con la creaci¨®n de empleo.
El desarrollo de nuestras exportaciones tiene, sin embargo, el lastre de la situaci¨®n en la eurozona
La respuesta a esta cuesti¨®n fundamental depende de la naturaleza del crecimiento. Afortunadamente, en los ¨²ltimos a?os, las exportaciones de bienes y servicios han conseguido mantener, e incluso incrementar levemente, su cuota en el comercio mundial, al contrario de lo que ha pasado con algunos grandes pa¨ªses europeos como Francia Italia. Es bastante notable que el mantenimiento de la cuota haya tenido lugar, a pesar de la intensa presi¨®n de una demanda interna que, normalmente, incita a las empresas a descuidar el mercado exterior. El desarrollo de nuestras exportaciones tiene, sin embargo, el lastre de la situaci¨®n en la eurozona, hacia la que se dirige la mayor parte de nuestras ventas de mercanc¨ªas y cuyo crecimiento ha sido muy inferior a la media del comercio mundial y ser¨¢ probablemente nulo el pr¨®ximo a?o. Sin embargo, hay que constatar el esfuerzo de diversificaci¨®n de nuestras empresas: en 1999, en el momento de entrada en vigor del euro, el 61,8% de nuestras exportaciones de mercanc¨ªas se dirigi¨® hacia la eurozona; en 2010, el porcentaje se redujo hasta el 55,6%, y en los nueve primeros meses de este a?o ha sido del 52,5%
Estamos, pues, en el buen camino, pero ?es suficiente el ritmo al que vamos? Para responder a esta pregunta hay que volver de nuevo a los c¨¢lculos del FMI, seg¨²n los cuales, para estabilizar nuestra posici¨®n internacional de inversi¨®n es preciso que el d¨¦ficit de la balanza por cuenta corriente se sit¨²e en el entorno del 3% del PIB, mientras que para reducirla significativamente hay que conseguir el equilibrio, o el excedente, en nuestras cuentas con el exterior. Desde esta perspectiva, la situaci¨®n se complica, pues este a?o, a pesar de la ca¨ªda de la demanda interna de nuestra econom¨ªa y del favorable desarrollo de las exportaciones, el d¨¦ficit de la balanza por cuenta corriente se situar¨¢ entre el 3% y el 4% del PIB, lo que significa que, en principio (pues pueden intervenir otros factores), nuestro endeudamiento exterior no disminuir¨¢.
El problema es que no basta con aumentar la productividad, una tarea compleja y dif¨ªcil, sino que adem¨¢s habr¨¢ que reducir significativamente los costes de producci¨®n
Los intereses que debemos pagar por las deudas contra¨ªdas a lo largo de los ¨²ltimos a?os inciden directamente sobre nuestras cuentas exteriores. El d¨¦ficit de la balanza de rentas est¨¢ en el entorno del 3% del PIB, a lo que hay que a?adir el d¨¦ficit de la balanza de transferencias como consecuencia de la inmigraci¨®n. De ah¨ª podemos deducir que para equilibrar la balanza por cuenta corriente deber¨ªamos obtener un excedente en la balanza de bienes y servicios del orden del 4% del PIB, tarea nada f¨¢cil, aunque no imposible.
Todo esto quiere decir que, aunque estemos en la buena v¨ªa, habr¨¢ que hacer bastantes m¨¢s esfuerzos para que nuestra econom¨ªa sea m¨¢s competitiva y podamos salir de la dif¨ªcil situaci¨®n en la que nos encontramos. El problema es que no basta con aumentar la productividad, lo cual de por s¨ª es una tarea compleja y dif¨ªcil, sino que adem¨¢s habr¨¢ que reducir significativamente los costes de producci¨®n para mejorar la competitividad de nuestros productos. Si no lo hacemos, si continuamos endeud¨¢ndonos, el pago de la deuda ahogar¨¢ nuestras posibilidades de crecimiento.
El nuevo Gobierno tendr¨¢ que decidir no ya el sentido del ajuste, sino tambi¨¦n, y de manera fundamental, su ritmo, para que sea posible conciliar el crecimiento de la econom¨ªa con su desendeudamiento. El camino es estrecho y dif¨ªcil, pero tiene el m¨¦rito de existir si se sabe buscarlo.
La posibilidad de un ajuste suave, sin esfuerzo, lleva consigo un riesgo bastante mayor que la de un ajuste r¨¢pido mediante unas cuantas reformas sobre las que hay un amplio grado de consenso entre los analistas. El riesgo de posponer las reformas que la econom¨ªa necesita consiste, fundamentalmente, en que el estancamiento actual se prolongue durante varios a?os y que la falta de perspectivas termine por resquebrajar el orden social de tal manera, que a la crisis econ¨®mica venga a a?adirse una crisis social de amplitud imprevisible.
Un ajuste r¨¢pido, que no ser¨ªa indoloro, permitir¨ªa al menos crear la esperanza de tiempos mejores y ser¨ªa el que mejor podr¨ªa proteger los aspectos b¨¢sicos del llamado Estado de bienestar. M¨¢s all¨¢ de demagogias y populismos, lo fundamental en el dise?o de un ajuste de estas caracter¨ªsticas ser¨ªa el reparto equilibrado de las cargas, lo que a su vez exige un poder ejecutivo fuerte, dispuesto a abordar los problemas de equidad con credibilidad y firmeza. De nuevo, el camino es dif¨ªcil, pero no imposible. En cualquier caso, de la evoluci¨®n de nuestra econom¨ªa en los ¨²ltimos meses cabe extraer, a pesar del pesimismo (en gran parte justificado) actual, algunas lecciones ¨²tiles que permiten albergar un grado razonable de esperanza.
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