Capitalismo coronario
Hay que mejorar la informaci¨®n p¨²blica para que las personas puedan tomar decisiones pol¨ªticas y de consumo mejor fundamentadas
Las fallas generalizadas y sistem¨¢ticas en el asunto de la regulaci¨®n son los problemas evidentes de los que nadie quiere hablar cuando se trata de reformar el capitalismo occidental de hoy. S¨ª, se ha hablado mucho de la da?ina din¨¢mica pol¨ªtica, regulatoria y financiera que provoc¨® el ataque cardiaco de la econom¨ªa global en 2008 (con lo que comenz¨® lo que Carmen Reinhart y yo llamamos la segunda gran contracci¨®n).Sin embargo, ?se trata solo de un problema de la industria financiera o es un ejemplo de una deficiencia m¨¢s profunda del capitalismo occidental?
?Pensemos en la industria de los alimentos, y en particular en la mala influencia que a veces tiene en la nutrici¨®n y en la salud. Las tasas de obesidad se est¨¢n disparando en todo el mundo, aunque entre los pa¨ªses m¨¢s grandes tal vez el problema es m¨¢s grave en EEUU. Seg¨²n los centros para el control y prevenci¨®n de enfermedades de EEUU, aproximadamente una tercera parte de los adultos de ese pa¨ªs son obesos (indicado por el ¨ªndice de masa corporal superior a 30). Lo que es todav¨ªa m¨¢s sorprendente es que uno de cada seis ni?os y adolescentes es obeso, un porcentaje que se ha triplicado desde 1980. \[Para su informaci¨®n, mi esposa produce un programa de televisi¨®n y de Internet llamado kickinkitchen.tv que tiene como objetivo luchar contra la obesidad infantil.\]
Por supuesto, los problemas de la industria de los alimentos los han puesto de relieve en¨¦rgicamente expertos en nutrici¨®n y salud, incluidos Michael Pollin y David Katz, e indudablemente tambi¨¦n lo han hecho muchos economistas. Adem¨¢s, hay muchos otros ejemplos en una amplia variedad de productos y servicios en donde se podr¨ªan encontrar cuestiones similares. Sin embargo, quiero centrarme en la relaci¨®n que hay entre la industria alimentaria y los problemas m¨¢s graves del capitalismo contempor¨¢neo (que sin duda ha facilitado el auge de la obesidad en todo el mundo) y la raz¨®n por la que el sistema pol¨ªtico estadounidense le ha dedicado muy poca atenci¨®n al asunto (aunque la primera dama, Michelle Obama, ha hecho importantes esfuerzos para crear conciencia sobre el problema).
La obesidad afecta a la esperanza de vida de muchas maneras, que van desde las enfermedades cardiovasculares hasta algunos tipos de c¨¢ncer. Adem¨¢s, la obesidad ¡ªciertamente la m¨®rbida¡ª puede afectar a la calidad de vida. Los costes no solo los asume el individuo, sino tambi¨¦n la sociedad ¡ªdirectamente, a trav¨¦s del sistema sanitario, e indirectamente, mediante la p¨¦rdida de productividad, por ejemplo, y mayores costes de transporte (m¨¢s combustible de avi¨®n, asientos m¨¢s amplios, etc¨¦tera).
Necesitamos instituciones nuevas y mucho mejores para proteger los intereses a largo plazo de la sociedad
Sin embargo, la epidemia de obesidad no interrumpe en absoluto el crecimiento. Los alimentos altamente procesados a base de ma¨ªz, que llevan numerosos aditivos qu¨ªmicos, son bien conocidos por ser un importante motor del aumento de peso, pero desde una perspectiva convencional de contabilidad del crecimiento son excelentes. Las grandes empresas agr¨ªcolas reciben dinero por producir ma¨ªz (a menudo subsidiado por el Gobierno), y los procesadores de alimentos reciben dinero por a?adir toneladas de qu¨ªmicos para crear un producto adictivo ¡ªy por tanto, irresistible¡ª. Al mismo tiempo, los cient¨ªficos reciben dinero por encontrar la mezcla exacta de sal, az¨²car y qu¨ªmicos para hacer altamente adictiva la comida instant¨¢nea m¨¢s nueva; los anunciantes reciben dinero por promoverla; y al final, la industria de la salud gana fortunas al tratar la enfermedad que inevitablemente se produce.
El capitalismo coronario es fant¨¢stico para el mercado burs¨¢til, que incluye compa?¨ªas en todas estas industrias. Los alimentos altamente procesados tambi¨¦n son buenos para la creaci¨®n de empleos, incluidos los de alto nivel en las ¨¢reas de la investigaci¨®n, la publicidad y los servicios sanitarios.
Entonces, ?qui¨¦n podr¨ªa quejarse? Desde luego, no los pol¨ªticos, que son reelegidos cuando abundan los empleos y los precios de las acciones suben ¡ªy obtienen donaciones de todas las industrias que participan en la producci¨®n de alimentos procesados. En efecto, en EEUU, los pol¨ªticos que osaran hablar de las implicaciones de los alimentos procesados para la salud, el medio ambiente o la sostenibilidad se quedar¨ªan en numerosas ocasiones sin financiamiento para sus campa?as.
Cierto: las fuerzas del mercado han alentado la innovaci¨®n, que continuamente ha reducido los precios de los alimentos procesados, mientras que los precios de las frutas y verduras que todos conocemos han subido. Es un punto razonable, pero pasa por alto el enorme fracaso del mercado.
Los consumidores reciben muy poca informaci¨®n en las escuelas, bibliotecas o campa?as de salud; en cambio, los mensajes publicitarios los inundan con informaci¨®n err¨®nea. Las circunstancias de los ni?os son especialmente alarmantes. Dado que en la mayor parte de los pa¨ªses hay pocos recursos para tener una televisi¨®n p¨²blica de alta calidad, los ni?os quedan cooptados por los canales que pagan los anunciantes, incluidos los de la industria de alimentos.
M¨¢s all¨¢ de la desinformaci¨®n, los productores tienen pocos incentivos para confrontar los costes del da?o ambiental que provocan. Igualmente, los consumidores no tienen muchos motivos para asumir los costes de salud relacionados con la elecci¨®n de sus alimentos.
Ser¨ªa suficientemente grave que nuestros ¨²nicos problemas fueran los ataques al coraz¨®n que provoca la industria de los alimentos y el fen¨®meno econ¨®mico equivalente que facilita la industria financiera. Sin embargo, la din¨¢mica patol¨®gica del marco regulatorio, pol¨ªtico y econ¨®mico que caracteriza a estas industrias es mucho m¨¢s da?ina. Necesitamos desarrollar instituciones nuevas y mucho mejores para proteger los intereses de largo plazo de la sociedad.
Por supuesto, el equilibrio entre la soberan¨ªa de los consumidores y el paternalismo siempre es un asunto delicado. No obstante, bien podr¨ªamos empezar a crear un equilibrio m¨¢s sano que el que tenemos ahora mediante informaci¨®n p¨²blica m¨¢s efectiva a trav¨¦s de una amplia gama de plataformas para que las personas puedan empezar a tomar decisiones de consumo y pol¨ªticas mejor fundamentadas.
Kenneth Rogoff, profesor de Econom¨ªa y Pol¨ªticas P¨²blicas de la Universidad de Harvard, fue economista en jefe del FMI.
(c) Project Syndicate, 2012. Traducci¨®n de Kena Nequiz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.