Inflaci¨®n insuficiente
Un aumento de los precios en torno al 3% o el 4%, casi seguro que ayudar¨ªa a la econom¨ªa
Hace unos d¨ªas, Alan Greenspan, el expresidente de la Reserva Federal, hablaba en defensa de su sucesor. Los ataques de los republicanos contra Ben Bernanke, dec¨ªa a The Financial Times, son ¡°absolutamente inapropiados y destructivos¡±. Tiene raz¨®n en eso; lo cual hace que esta sea una de las poqu¨ªsimas cosas en las que el antiguo maestro ha acertado en los ¨²ltimos a?os.
?Pero por qu¨¦ son tan destructivos los ataques contra Bernanke? Despu¨¦s de todo, en Estados Unidos nadie es o debe ser inmune a las cr¨ªticas, especialmente aquellos ¡ªcomo el presidente de la Reserva Federal¡ª que, por la naturaleza de sus cargos, tienen un poder inmenso para mejorar o empeorar nuestras vidas. Y aunque en la campa?a contra la Reserva hay algo inconfundiblemente intimidatorio, en lo que destaca la advertencia de Rick Perry de que el presidente de la Reserva ser¨ªa tratado ¡°bastante mal¡± si visitase Tejas, sin duda los malos modos de los cr¨ªticos no son el problema m¨¢s importante.
No, la verdadera raz¨®n por la que los ataques de la derecha contra Bernanke son tan destructivos es que son un intento de intimidar a la Reserva Federal para que haga exactamente lo que no debe hacer. Los atacantes quieren que la Reserva pegue un frenazo cuando deber¨ªa estar pisando el acelerador; quieren que la Reserva interrumpa la recuperaci¨®n cuando deber¨ªa estar haciendo mucho m¨¢s para estimularla. Fundamentalmente, la derecha quiere que la Reserva se obsesione con la inflaci¨®n, cuando la verdad es que nos ir¨ªa mejor si la Reserva prestase menos atenci¨®n a la inflaci¨®n y m¨¢s al paro. De hecho, un poco m¨¢s de inflaci¨®n ser¨ªa algo bueno, no malo.
De acuerdo, s¨¦ que muchos lectores ya est¨¢n indignados. Pero tengan paciencia conmigo y perm¨ªtanme ir por partes.
Creo que los funcionarios de la Reserva Federal, se lo reconozcan a s¨ª mismos o no, se sienten intimidados; y que los trabajadores estadounidenses est¨¢n pagando el precio de su retraimiento.
Primero, la obsesi¨®n con la inflaci¨®n. Durante al menos tres a?os, los economistas, expertos y pol¨ªticos de derechas han estado advirtiendo de que la inflaci¨®n descontrolada estaba a la vuelta de la esquina, y siguen equivoc¨¢ndose. ?Recuerdan las diatribas sobre la ¡°degradaci¨®n del d¨®lar¡± de hace un a?o por esta ¨¦poca? ?Recuerdan el desprecio vertido sobre Bernanke la primavera pasada cuando sostuvo que el repunte de la inflaci¨®n que estaba produci¨¦ndose en aquel momento no era m¨¢s que un problema pasajero causado por los precios de la gasolina y que pronto desaparecer¨ªa? Bueno, estaba en lo cierto. En este momento, la inflaci¨®n vuelve a estar un poco por debajo del objetivo anunciado por la propia Reserva Federal, del 2%.
Ahora, la Reserva tiene, por ley, una obligaci¨®n doble: se supone que debe preocuparse por el pleno empleo, as¨ª como por la estabilidad de los precios. Y mientras que, m¨¢s o menos, tenemos estabilidad en los precios, seg¨²n la definici¨®n de la Reserva, estamos a mucha distancia del pleno empleo. Y esto indica que la Reserva est¨¢ haciendo muy poco, no demasiado. De hecho, algunos funcionarios de la Reserva Federal ¡ªen particular Charles Evans, el presidente de la Reserva Federal de Chicago¡ª han intentado defender exactamente ese argumento.
Claro est¨¢ que unas pol¨ªticas m¨¢s decididas por parte de la Reserva para combatir el paro podr¨ªan conducir a una inflaci¨®n superior al objetivo del 2%. Pero recuerden esa doble obligaci¨®n: si la Reserva Federal se niega a correr siquiera el m¨¢s m¨ªnimo riesgo en el frente de la inflaci¨®n, a pesar de un comportamiento desastroso en el frente del empleo, est¨¢ violando sus propios estatutos. Y, aparte de eso, ?ser¨ªa tan terrible una subida de la inflaci¨®n hasta el 3% o el 4%? Al contrario, casi seguro que ayudar¨ªa a la econom¨ªa.
?De qu¨¦ modo? Por un lado, hay una gran parte del sector privado que sigue paralizada por el exceso de deuda acumulado durante los a?os de la burbuja; esta carga de deuda es probablemente el factor que m¨¢s obstaculiza el gasto privado y perpet¨²a la crisis. Una inflaci¨®n moderada, sin embargo, reducir¨ªa ese exceso ¡ªal reducir el valor real de esa deuda¡ª y contribuir¨ªa a fomentar la recuperaci¨®n del sector privado que necesitamos. Mientras tanto, otras partes del sector privado (como muchas de las corporaciones de Estados Unidos) tienen acumuladas grandes reservas de efectivo; la perspectiva de una inflaci¨®n moderada har¨ªa que el hecho de limitarse a dejar ese dinero ah¨ª amontonado resultase menos atractivo, y les servir¨ªa de acicate para invertir (lo que, nuevamente, contribuir¨ªa a fomentar la recuperaci¨®n general).
En resumen, lejos de temer que m¨¢s medidas contra el paro puedan conducir a un aumento de la inflaci¨®n, la Reserva Federal en realidad deber¨ªa acoger con agrado esa perspectiva. Lo que me lleva de nuevo a esos ataques republicanos y su efecto paralizante sobre la pol¨ªtica.
Es cierto que a Bernanke le gusta insistir en que a ¨¦l y a sus compa?eros no les afecta la pol¨ªtica. Pero esa afirmaci¨®n es dif¨ªcil de compaginar con las acciones de la Reserva Federal, o m¨¢s bien la falta de acci¨®n. Como muchos observadores han se?alado, las previsiones de la propia Reserva indican que, aunque las cosas parecen haber mejorado un poco ¨²ltimamente, sigue esperando una inflaci¨®n baja y un paro elevado durante los pr¨®ximos a?os. Dada esa perspectiva, deber¨ªa ser evidente la necesidad de m¨¢s ¡°relajaci¨®n cuantitativa¡±, que es ahora la principal herramienta de la pol¨ªtica de la Reserva Federal. Pero las actas publicadas hace poco de una reuni¨®n del 13 de marzo muestran a una Reserva que se inclina por no hacer nada a menos que las cosas tomen el peor de los rumbos posibles.
?Qu¨¦ es lo que est¨¢ pasando? Creo que los funcionarios de la Reserva Federal, se lo reconozcan a s¨ª mismos o no, se sienten intimidados; y que los trabajadores estadounidenses est¨¢n pagando el precio de su retraimiento.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa en Princeton y premio Nobel de 2008.
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