La broma de mal gusto de Romney
El candidato republicano intent¨® enga?ar a los ciudadanos y no deber¨ªa salirse con la suya
"N¨²mero uno¡±, declaraba Mitt Romney en el debate del mi¨¦rcoles: ¡°Mi plan contempla la cobertura de enfermedades preexistentes¡±. No es as¨ª (como han reconocido anteriormente los propios asesores de Romney y volvieron a reconocer despu¨¦s del debate).
?Estaba mintiendo Romney? Bueno, o eso, o estaba gastando lo que equivale a una broma de mal gusto. Sea como sea, su intento de enga?ar al electorado en este asunto fue la m¨¢s grave de muchas afirmaciones enga?osas o deshonestas que hizo en el transcurso de esa hora y media. S¨ª, el presidente Obama lo hizo muy mal a la hora de responder. Pero dejar¨¦ la cr¨ªtica teatral a otros y hablar¨¦ en su lugar del asunto que deber¨ªa ser el centro de atenci¨®n en estas elecciones.
De modo que, en relaci¨®n con esa broma de mal gusto, lo que Romney realmente propone es que a los estadounidenses con enfermedades preexistentes que ya tienen cobertura sanitaria se les permita conservar esa cobertura aun cuando pierdan su empleo, siempre y cuando sigan pagando las primas del seguro. Se da la circunstancia de que eso ya es un principio legal fundamental. Pero no es lo que cualquier persona en la vida real entiende por tener un plan sanitario que cubra enfermedades preexistentes, porque solo se aplica a quienes, para empezar, se las apa?an para conseguir un trabajo que incluye un seguro sanitario (y son capaces de mantener sus pagos al d¨ªa a pesar de haber perdido ese trabajo). ?He mencionado que el n¨²mero de puestos de trabajo que incluyen un seguro sanitario ha estado disminuyendo sin parar durante la d¨¦cada pasada?
Lo que Romney hizo en el debate, en otras palabras, fue, en el mejor de los casos, un juego de palabras con los votantes fingiendo ofrecer algo sustancial a los no asegurados cuando en realidad no les ofrece nada. A efectos meramente pr¨¢cticos, simplemente minti¨® sobre lo que sus propuestas pol¨ªticas representar¨ªan.
?Cu¨¢ntos estadounidenses quedar¨ªan desprotegidos seg¨²n el plan de Romney? Una posible respuesta es que 89 millones. Seg¨²n la no partidista Commonwealth Foundation, ese es el n¨²mero de estadounidenses que carecen de la ¡°cobertura continua¡± que les permitir¨ªa optar a un seguro sanitario de acuerdo con las promesas vac¨ªas de Romney. Por cierto, eso supone m¨¢s de un tercio de la poblaci¨®n de EE UU de menos de 65 a?os.
Otra posible respuesta es 45 millones, el n¨²mero aproximado de personas que tendr¨ªan seguro sanitario si Obama fuese reelegido, pero que lo perder¨ªan si Romney ganase.
Esa cifra aproximada es el reflejo de dos factores. Primero: Romney propone revocar la Ley de Asistencia Sanitaria Asequible, lo que supone acabar con todas las formas en que dicha ley ayudar¨ªa a decenas de millones de estadounidenses que tienen enfermedades preexistentes o que no pueden permitirse un seguro sanitario por otros motivos. Segundo: Romney propone unos recortes dr¨¢sticos en Medicaid ¡ªesencialmente para ahorrar un dinero que podr¨ªa usar para bajarles los impuestos a los ricos¡ª que negar¨ªan la asistencia sanitaria b¨¢sica a varios millones m¨¢s de estadounidenses. (Y no, a pesar de lo que ha dicho, uno no puede recibir la asistencia que necesita con solo ir al servicio de urgencias).
Pero esperen, que es a¨²n peor. El verdadero n¨²mero de v¨ªctimas de las propuestas sanitarias de Romney ser¨ªa muy superior a cualquiera de estas cifras por un par de razones.
Una es que Medicaid no solo proporciona asistencia sanitaria a los estadounidenses que son demasiado j¨®venes para pertenecer a Medicare; tambi¨¦n paga los cuidados de enfermer¨ªa y otras necesidades a muchos estadounidenses mayores.
Adem¨¢s, muchos estadounidenses tienen un seguro sanitario, pero viven bajo la amenaza constante de perderlo. Obamacare har¨ªa desaparecer esta amenaza, pero Romney la traer¨ªa de vuelta y la har¨ªa peor. Las redes de seguridad no solo ayudan a las personas que de hecho se caen, tambi¨¦n hacen que la vida sea m¨¢s segura para todos aquellos que podr¨ªan caer. Pero Romney nos arrebatar¨¢ esa seguridad, no solo en la asistencia sanitaria, sino en todos los aspectos.
?Qu¨¦ hay de la afirmaci¨®n que hizo un asesor de Romney despu¨¦s del debate sobre que los Estados podr¨ªan intervenir para garantizar la cobertura por enfermedades preexistentes? Eso es una tonter¨ªa en muchos aspectos. Por una parte, Romney quiere eliminar las restricciones impuestas a las ventas interestatales de seguros y privar a los Estados de su capacidad reguladora. Adem¨¢s, si uno se limita a exigir que las empresas de seguros cubran a todo el mundo, las personas sanas esperar¨¢n a ponerse enfermas para contratarlos, lo que har¨¢ que las primas de los seguros se disparen. De modo que es necesario acompa?ar las normas que se aplican a las aseguradoras con el requisito de que todo el mundo tenga seguro. Y para que eso sea factible hay que ofrecer subvenciones para pagar los seguros a los estadounidenses con rentas bajas, subvenciones que deber¨¢ pagar el Gobierno federal.
Y lo que tenemos al final es ¡ªprecisamente¡ª la reforma sanitaria que el presidente Obama ha convertido en ley.
Habr¨ªa sido deseable que Obama hubiese defendido este argumento con eficacia en el debate. Ten¨ªa todo el derecho a saltar y decir: ¡°Ya estamos otra vez¡±: la afirmaci¨®n de Romney no solo era b¨¢sicamente enga?osa, sino que ya ha sido desacreditada por todo el mundo y la propia campa?a de Romney ha admitido que es falsa.
Por la raz¨®n que sea, el presidente no lo hizo, ni en relaci¨®n con la asistencia sanitaria ni en ning¨²n otro asunto. Pero, como he dicho, no me preocupa la cr¨ªtica teatral. El hecho es que Romney intent¨® enga?ar a los ciudadanos y no deber¨ªan permitirle que se salga con la suya.
Paul Krugman, premio Nobel de Econom¨ªa en 2008, es profesor de la Universidad de Princeton.
Traducci¨®n de News Clips.
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