Las consecuencias econ¨®micas de la se?ora Merkel
Lo que los aliados impusieron a Alemania en 1919 se parece a lo que ahora Alemania impone a los pa¨ªses en dificultades
En 1920, John Maynard Keynes public¨® su conocida obra Las consecuencias econ¨®micas de la paz, en la que criticaba duramente las decisiones de la Conferencia de Versalles a prop¨®sito de las reparaciones de guerra exigidas a Alemania y a sus aliados. La tesis fundamental de Keynes consist¨ªa en que las condiciones eran demasiado duras, pr¨¢cticamente incumplibles, y que por ello la imposici¨®n de las mismas solo pod¨ªa conducir a lo que ahora llamamos una fractura social de imprevisibles consecuencias, como as¨ª ocurri¨®. Hitler y el nazismo fueron, en buena medida, hijos de la Conferencia de Versalles. Tan enconado fue el resentimiento que cuando Alemania invadi¨® Francia al comienzo de la Segunda Guerra mundial, Hitler impuso que el armisticio se firmara en el mismo vag¨®n de tren en el que varias d¨¦cadas antes se hab¨ªa firmado la rendici¨®n de Alemania.
Keynes particip¨® en la Conferencia de Versalles como representante del Tesoro ingl¨¦s, propuso un plan alternativo, mucho m¨¢s razonable que el que prevaleci¨® y, al no ser aceptado, dimiti¨® de su cargo y escribi¨® un libro de excelente prosa para explicar lo que ocurri¨® en la conferencia y sus previsibles consecuencias. Por una pirueta de la Historia, lo que los aliados impusieron a Alemania en 1919 se parece a lo que ahora Alemania impone a Grecia y al resto de los pa¨ªses del euro en dificultades. Los alemanes saben, o deber¨ªan saber, que Grecia no puede pagar, de la misma manera que los aliados de entonces sab¨ªan, o deber¨ªan haber sabido, que a Alemania le ocurr¨ªa lo mismo: era imposible que pagara.
Keynes describe con maestr¨ªa los principales personajes del drama. De Georges Clemenceau, el jefe de Gobierno franc¨¦s, dice que era un anciano que ¡°ve los problemas en t¨¦rminos de Francia y Alemania, y no de la Humanidad y de la civilizaci¨®n europea luchando por establecer un nuevo orden¡±, y a?ade un poco m¨¢s adelante: ¡°De todas formas, el viejo mundo era duro en su perversidad: su coraz¨®n de piedra habr¨ªa podido embotar la espada afilada del m¨¢s bravo caballero errante. Pero el ciego y sordo Don Quijote estaba entrando en una caverna donde su r¨¢pida y brillante espada estaba en manos de sus adversarios¡±.
A Grecia se le ha impuesto un ajuste que va m¨¢s all¨¢ de lo razonable
Al presidente estadounidense, Woodrow Wilson, lo describe como un personaje bienintencionado, pero sin la envergadura pol¨ªtica necesaria: ¡°Su pensamiento y su temperamento eran esencialmente teol¨®gicos, no intelectuales, con toda la fuerza y las debilidades de esta manera de pensar, de sentir y de expresarse¡±. En definitiva, el deseo de revancha de unos y las id¨ªlicas buenas intenciones de los otros condujeron al fatal desenlace de la Conferencia de Versalles y a los acontecimientos que tuvieron lugar a lo largo de los a?os siguientes.
La situaci¨®n actual guarda algunas semejanzas con aquella de hace casi un siglo. Lo m¨¢s relevante, sin duda, es el pron¨®stico de las desastrosas consecuencias de la austeridad excesiva sobre el orden social o sobre lo que Keynes llamaba ¡°la civilizaci¨®n europea¡±. El ¡°pensamiento teol¨®gico¡± que Keynes atribu¨ªa al presidente estadounidense se parece bastante a la idea, ampliamente difundida en los pa¨ªses n¨®rdicos, de que hay que mantener a toda costa el tiempo y el perfil de los ajustes presupuestarios para forzar a los pa¨ªses meridionales a llevar a cabo las reformas que no hicieron a su debido tiempo. Podr¨ªa, tal vez, a?adirse: sin que las consecuencias de esta pol¨ªtica tengan que importarle a nadie. Este razonamiento podr¨ªa tener sentido si los pa¨ªses que gozan de estabilidad presupuestaria relanzaran su demanda para ayudar a los que tienen que pasar por las horcas caudinas del ajuste a cualquier precio, pero no lo tiene si los que deber¨ªan hacer ese esfuerzo no lo hacen.
La realidad es que a Grecia se le ha impuesto un ajuste que va m¨¢s all¨¢ de lo razonable, independientemente de los errores pasados y presentes de sus pol¨ªticos y de las reformas evidentes que la situaci¨®n de ese pa¨ªs requiere. Grecia necesita tiempo, y neg¨¢rselo es jugar con fuego.
Por lo que a Espa?a se refiere, es indudable que el Gobierno actual ha emprendido el camino de las reformas; con mejor o peor fortuna, pero lo ha hecho. El problema que se plantea es que al reducirse la demanda interna a ra¨ªz de los ajustes y la externa como consecuencia esencialmente de la pol¨ªtica econ¨®mica de Alemania, corremos el riesgo de entrar en una espiral deflacionista en la que el intento de reducir el d¨¦ficit p¨²blico en los t¨¦rminos acordados se haga cada vez m¨¢s dif¨ªcil por una ca¨ªda de la actividad que reduce inexorablemente los ingresos e incrementa los gastos.
Sin embargo, el problema a medio y largo plazo de nuestra econom¨ªa no es la deuda p¨²blica, sino la suma de esta y la privada. La llamada PII (posici¨®n internacional de inversi¨®n) nos dice que debemos al resto del mundo, en t¨¦rminos netos, el 90% de nuestro PIB: para reducir tan elevado endeudamiento necesitamos desarrollar nuestras exportaciones y necesitamos tiempo.
Es una l¨¢stima que en Bruselas no se hayan tenido nunca en cuenta los desequilibrios exteriores como indicadores de alerta de la falta de competitividad de algunos pa¨ªses de la Uni¨®n. Ese 90% de nuestro PIB que debemos al exterior procede de la suma de los d¨¦ficits por cuenta corriente que acumulamos la pasada d¨¦cada. Y aqu¨ª hay que hacer dos consideraciones: una, fundamental para Espa?a a largo plazo, que las cosas est¨¢n mejorando notablemente en este apartado de nuestra econom¨ªa, ya que este a?o terminaremos con un excedente en la balanza de bienes y servicios por primera vez en muchos a?os. La otra es que Bruselas deber¨ªa habernos llamado la atenci¨®n cuando a¨²n era tiempo de hacerlo y, de la misma manera, hab¨¦rsela llamado a Alemania para que redujera su excedente comercial. Porque los equilibrios deben ser sim¨¦tricos, y si nosotros estamos ahora tratando de recuperar el terreno perdido y marchar hacia el excedente exterior para honorar nuestras deudas, los pa¨ªses del Norte, y Alemania en primer lugar, deber¨ªan reducir sus excedentes para que el conjunto de la zona se reequilibrase de manera armoniosa.
En vez de pensar en c¨®mo restablecer los equilibrios fundamentales (no solo el presupuestario) a largo plazo, algunos parecen estar empe?ados en dar lecciones morales a los otros sobre sus pasados errores, justificando as¨ª, ante sus opiniones p¨²blicas, una pol¨ªtica que para el conjunto de la Uni¨®n no conduce a ninguna parte. Pero las reformas est¨¢n en marcha y de seguir con la misma pol¨ªtica de imponer a los pa¨ªses en dificultades unas pol¨ªticas de excesivo rigor corremos el riesgo de un rechazo no solo de las reformas sino tambi¨¦n, y de manera irreversible, de la idea misma de una Europa unida y solidaria. Es hora de aprender las lecciones de la Historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.