La sombra de la pobreza amenaza a la mitad de la poblaci¨®n de Bulgaria
La familia de Emil Kamburov ya no enciende la televisi¨®n. Mantiene las luces apagadas e incluso ha prescindido del frigor¨ªfico y lo ha sustituido por el fr¨ªo bajo cero de su balc¨®n.
Emil Kamburov es uno entre el 46 por ciento de los b¨²lgaros que este invierno tendr¨¢ problemas para pagar la calefacci¨®n.
Ese dato oficial, en un pa¨ªs donde el fr¨ªo pega fuerte en invierno, pone de manifiesto la gravedad de la advertencia que acaba de hacer Eurostat, la oficina estad¨ªstica de la UE: el 49 por ciento de los b¨²lgaros corre riesgo de caer bajo el umbral de la pobreza.
"No podemos estar orgullosos de que Bulgaria sea el pa¨ªs m¨¢s pobre de la UE, con los salarios y pensiones m¨¢s bajos de la Uni¨®n. Pero, al fin y al cabo, recibimos proporcionalmente a lo que producimos" se resigna el presidente b¨²lgaro, Rosen Plevneliev, en declaraciones a Efe.
El jefe del Estado insiste en la necesidad de mejorar eficacia y la capacidad productiva para elevar el nivel de vida, y rechaza que el Estado se endeude para dinamizar la Econom¨ªa.
De hecho, Bulgaria exhibe orgullosa sus cifras macroecon¨®micas, producto de una estrategia de ahorro: deuda del 16 por ciento, d¨¦ficit del 2 por ciento y una previsi¨®n de crecimiento para 2013 del 1,9 por ciento y de hasta el 3 por ciento en 2014.
Unos datos que no evitan que el paro llegara al 11 por ciento en noviembre, casi el doble que cuando comenz¨® la crisis, y que cerca de 2 millones de personas, el 22 por ciento de la poblaci¨®n, pasara 2011 con menos de 145 euros al mes, un salario m¨ªnimo que el Parlamento acaba de elevar a 155 euros.
Un sueldo que contrasta con lo que cuesta un litro de leche en cualquier supermercado de Sof¨ªa: un euro, lo mismo que en capitales ricas como Viena o Londres donde los ingresos de la poblaci¨®n son mucho mayores.
El primer ministro, Boiko Borisov, mantiene su premisa de que la disciplina fiscal garantiza la estabilidad, aunque reconoce que el da?o colateral es que las medidas presionan a la baja el nivel de vida.
Esa disciplina se traduce sobre todo en una pol¨ªtica de sueldos y pensiones muy bajos ("precios europeos, salarios b¨²lgaros", es una queja repetida continuamente por la poblaci¨®n) que ha disparado el empleo sumergido, un fen¨®meno impulsado tambi¨¦n por la clase empresarial.
Pero el problema de la pobreza en Bulgaria no surge en la crisis de 2008, sino en una fallida transici¨®n desde la dictadura comunista a la democracia y el capitalismo.
"Todo lo que funcionaba bien en la ¨¦poca del comunismo, se proclam¨® como maldito y fue sentenciado a desaparecer", explica la periodista Velislava Dareva, una de las principales investigadoras de la ¨¦poca de la transici¨®n.
El cambi¨® de modelo econ¨®mico fue acompa?ado de pol¨¦micas privatizaciones del entramado industrial, que acabaron en hombres de negocios de dudosa reputaci¨®n, narra Dareva.
"Enriquecerse de forma r¨¢pida y f¨¢cil se convirti¨® en el modo de pensar y de vivir", a?adi¨® para Efe el soci¨®logo Petar-Emil Mitev.
En ese cambio durante el que se destruyo gran parte del sistema productivo del pa¨ªs, el paro se dispar¨® desde el 1,5 por ciento de 1989 al 18 por ciento de una d¨¦cada despu¨¦s, una cifra que fue bajando y que con la actual crisis ha vuelto a crecer.
Emil Kamburov y su familia son una m¨¢s de las v¨ªctimas de esa doble crisis, la coyuntural de 2008 y la estructural de una econom¨ªa con uno de los ¨ªndices de productividad m¨¢s bajo de la UE y con una balanza comercial en negativo.
"Empezamos a cumplir nuestro sue?o hace diez a?os", relata este expolic¨ªa que decidi¨® dejar el cuerpo y sus bajos salarios para trabajar como guardaespaldas y vigilante de seguridad privado.
Con el estallido de la crisis lleg¨® el paro, la p¨¦rdida de su piso y la necesidad incluso de pedir un subsidio de 30 euros para pagar la calefacci¨®n, una ayuda que se otorga a unas 220.000 familias con bajos ingresos.
Ahora, como ¨¦l mismo reconoce, s¨®lo le queda so?ar con ganar la loter¨ªa. Eso s¨ª, ha de pedir prestado cinco euros para comprar el billete.
Vladislav Punchev
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.