De la Gran Recesi¨®n a la Gran Desafecci¨®n
Europa, y sobre todo Espa?a, se han convertido en el contraejemplo. El segundo eslab¨®n de la crisis econ¨®mica tiene efectos de gran calado
Antes de morir, a principios de los a?os sesenta, uno de los principales l¨ªderes socialistas espa?oles, Indalecio Prieto, escribi¨®: ¡°No entender pol¨ªticamente el mundo de la crisis econ¨®mica y no presentar ante ¨¦l una ?pol¨ªtica econ¨®mica coherente fue una de las causas del fracaso de la II Rep¨²blica¡± (Convulsiones de Espa?a). Ocho d¨¦cadas despu¨¦s de aquella experiencia, nuestro pa¨ªs est¨¢ sufriendo una triple crisis (econ¨®mica, pol¨ªtica, ?europea), que le podr¨ªa convertir en un contraejemplo m¨¢s para otras sociedades cercanas y pasar, en uno de esos vaivenes a los que la historia nos tiene tan acostumbrados, de un extremo al otro: del ¡°milagro espa?ol¡± al fracaso espa?ol. Algunos medios de comunicaci¨®n internacionales de referencia ya han hablado de ello con amplitud durante los ¨²ltimos meses.
La fase dominante de la crisis es la econ¨®mica, como corresponde a estos tiempos. Y se manifiesta sobre todo en el factor diferencial de nuestro pa¨ªs respecto a los de nuestro entorno, aquello que m¨¢s nos separa de ellos: la tasa de paro, que afecta a uno de cada cuatro ciudadanos que quieren trabajar. No los problemas intermedios, el d¨¦ficit, la deuda, que son m¨¢s o menos comunes, sino el desempleo. Una tasa de paro insoportable (TPI), como la definiera Joaqu¨ªn Almunia cuando todav¨ªa no era un alto funcionario de la Uni¨®n Europea, sino un economista que trabajaba en el PSOE. Seg¨²n los pron¨®sticos de la Organizaci¨®n de Cooperaci¨®n y Desarrollo Econ¨®mico (OCDE), durante 2013 ese porcentaje podr¨ªa llegar al 27% de la poblaci¨®n activa, m¨¢s de seis millones de personas. Es oportuno recordar que en el peor momento de la Gran Depresi¨®n, en 1933, EE UU no pas¨® de un 25% de paro.
La econom¨ªa no est¨¢ funcionando porque no responde a las dificultades que tienen las personas
Las cifras de desempleo son a¨²n m¨¢s alarmantes si se desagregan: m¨¢s del 50% de los menores de 25 a?os est¨¢n parados, lo que pone en cuesti¨®n el futuro; en casi un mill¨®n y medio de hogares no entra ni el sueldo del hombre ni el de la mujer (en un modelo en el que, al rev¨¦s que el n¨®rdico, la familia juega el papel de ¨²ltimo colch¨®n contra la exclusi¨®n y la pobreza extrema); y todos los meses, decenas de miles de personas abandonan el sistema de protecci¨®n del seguro de desempleo porque se convierten en parados de una duraci¨®n superior a los dos a?os de inactividad y ya no tienen derecho al mismo. No hay m¨¢s que observar las calles y plazas de nuestras ciudades para reconocer a la cantidad de hombres todav¨ªa en edad de trabajar (no ya solo mujeres o j¨®venes, segundos o terceros sustentadores de la familia) que deambulan por las mismas sin tener un puesto de trabajo al que ir todos los d¨ªas.
En la anterior crisis econ¨®mica en nuestro pa¨ªs, la de los noventa, se lleg¨® a tener un paro del 24,5% de la poblaci¨®n activa (bastante m¨¢s reducida en t¨¦rminos absolutos que la actual) en 1994 y se tardaron 13 a?os (hasta el segundo trimestre de 2007) en dome?arlo y rebajarlo hasta el 7,95%, el porcentaje m¨¢s reducido en la democracia hasta hoy. La econom¨ªa espa?ola es ahora m¨¢s flexible y est¨¢ m¨¢s globalizada que entonces, pero es leg¨ªtimo preguntarse cu¨¢nto tiempo necesitar¨¢ para volver al menos a los porcentajes de paro de antes de la Gran Recesi¨®n, no digamos al pleno empleo. Si se produjera, como muchos analistas temen, una recuperaci¨®n sin empleo (tasas de crecimiento de la econom¨ªa con tasas m¨¢s reducidas de creaci¨®n de puestos de trabajo), se dar¨ªa esa d¨¦cada perdida que hasta hace poco parec¨ªa una pesadilla con pocas probabilidades de hacerse presente.
La segunda cara de la crisis espa?ola, que ha dado se?ales de multiplicarse durante el a?o que ahora termina, es la pol¨ªtica e institucional. La percepci¨®n ciudadana, que se manifiesta en todos los sondeos de opini¨®n, se podr¨ªa resumir del siguiente modo: 1. La econom¨ªa no est¨¢ funcionando porque no responde a los problemas cotidianos de la gente. 2. El sistema pol¨ªtico no est¨¢ corrigiendo lo anterior, y el principal fallo del mercado es el gigantesco volumen de desempleo. La ciudadan¨ªa ha confiado durante mucho tiempo en ese sistema, ten¨ªa confianza en que se iban a pedir responsabilidades a quienes hab¨ªan provocado la crisis, a corregir r¨¢pidamente los abusos y a proteger a los m¨¢s desfavorecidos, y no est¨¢ siendo as¨ª. 3. Como consecuencia de lo anterior, se ha multiplicado la desconfianza en el funcionamiento de la econom¨ªa de mercado y en los mecanismos tradicionales de la democracia, y ambos t¨¦rminos, econom¨ªa de mercado y democracia, no parecen favorecer los esfuerzos equitativos.
El sistema pol¨ªtico no est¨¢ corrigiendo los problemas. El mercado tiene un gigantesco volumen de desempleo
Estos elementos son comunes al menos a las principales sociedades occidentales, pero han aumentado en un grado alarmante en Espa?a en los ¨²ltimos meses, como muestran las series demosc¨®picas del Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (?cu¨¢les son los principales problemas de los ciudadanos espa?oles?: el paro, la situaci¨®n econ¨®mica y los pol¨ªticos). El Nobel de Econom¨ªa Joseph Stiglitz, que ha estudiado estos problemas (El precio de la desigualdad), los explica por una conjunci¨®n de factores, adem¨¢s del desempleo: porque la gente considera de modo creciente que no es solo la econom¨ªa la que est¨¢ intervenida, sino la propia democracia; por la brutal expansi¨®n de la desigualdad (de rentas y de patrimonios, de oportunidades y de resultados) en el seno de las sociedades, lo que significar¨ªa que los sacrificios de la crisis est¨¢n mal repartidos; y por la ineficacia de las pol¨ªticas adoptadas para corregir los problemas econ¨®micos m¨¢s significativos, fundamentalmente el empobrecimiento de las clases medias y bajas. Estas pol¨ªticas, que en el mejor de los casos podr¨ªan estar legitimadas por sus resultados, toman ¨²nicamente en cuenta factores instrumentales intermedios (el d¨¦ficit, la deuda, las privatizaciones, la desregulaci¨®n¡), que por su naturaleza es imposible que movilicen el ¨¢nimo de la gente, y se olvidan de los objetivos finalistas de la econom¨ªa (¡°la buena vida¡±, los denominaba Keynes), como el empleo, el bienestar, la protecci¨®n¡ Se cre¨ªa que esta lecci¨®n se hab¨ªa aprendido, con sangre, despu¨¦s de las dos guerras mundiales.
La tercera crisis espa?ola, que est¨¢ deviniendo en permanente, es de contexto, de entorno: el que proporciona el club al que pertenece nuestro pa¨ªs, la Uni¨®n ?Europea. Tras m¨¢s de un lustro de dificultades econ¨®micas, la eurozona entr¨® en el pasado mes de noviembre en recesi¨®n t¨¦cnica (dos trimestres seguidos contray¨¦ndose), la segunda tras la experimentada en 2009, el a?o en que todo parec¨ªa posible dado que se conjuntaron, en toda su intensidad, la crisis financiera y la de la econom¨ªa real.
La UE adolece, m¨¢s que otras zonas, de esa falta de respuestas adecuadas a los problemas, dado que est¨¢ practicando con contumacia una pol¨ªtica econ¨®mica de austeridad conjunta que va contra el consenso expresado por la mayor parte de los analistas y que ha merecido, cada vez m¨¢s, el apelativo de ¡°austericidio¡±. Paralelamente, sus procedimientos de actuaci¨®n son exasperadamente lentos como muestra, mejor que cualquier otro ejemplo, el caso de Grecia, que fue intervenida en la primera parte de 2010 sin que hasta el momento se haya visto avance alguno ¨Ctodo lo contrario¨C en las condiciones de vida de sus ciudadanos. Grecia, cuyo PIB no supera el 2% del conjunto de la UE, ha tenido una brutal capacidad de contagio sobre el conjunto de la econom¨ªa europea. Por esa conjunci¨®n de una pol¨ªtica de austeridad un¨¢nime (liderada por Alemania, que no permite disidencia alguna en la zona), semipar¨¢lisis en el proyecto estrat¨¦gico de la UE (complementar la uni¨®n monetaria con una uni¨®n econ¨®mica en todos los sentidos, y luego con una uni¨®n pol¨ªtica) y una gesti¨®n fallida cuyo m¨¦todo de tomar decisiones ha consistido en responder a cada problema urgente que se planteaba con decisiones a futuro, en vez de solucionar la sangr¨ªa inmediata, Europa es, a finales de 2012, la parte del mundo m¨¢s alejada de una recuperaci¨®n econ¨®mica y de la posibilidad de retomar sus tasas de crecimiento potencial, lo ¨²nico que la conducir¨ªa a una coyuntura de creaci¨®n de puestos de trabajo.
Se ha multiplicado la desconfianza en el funcionamiento de la econom¨ªa de mercado y en la democracia
Desde que la Gran Recesi¨®n adquiri¨® carta de naturaleza en el verano de 2007 y, sobre todo, un a?o despu¨¦s de la quiebra de Lehman Brothers, parec¨ªa haberse dado una especie de consenso entre las ¨¦lites del mundo alrededor de dos ideas: que la recesi¨®n no se convirtiese en una depresi¨®n, m¨¢s larga y profunda que la primera; y que la crisis econ¨®mica no deviniese en una crisis social y pol¨ªtica, como ocurri¨® en otros momentos recientes de la historia, como por ejemplo en las dos d¨¦cadas que van desde los a?os 1919 hasta 1939, que el historiador E. H. Carr ha denominado ¡°la crisis de los veinte a?os¡±, caracterizados en Europa por una acumulaci¨®n de estancamiento econ¨®mico, desencanto social, a continuaci¨®n irritaci¨®n social y finalmente conflictos pol¨ªticos. Otro a?o m¨¢s desde el inicio de la crisis, no es seguro que ello se haya conseguido. Se ha extendido entre la ciudadan¨ªa una especie de desenga?o, de pesimismo creciente y la idea de que, por muchos esfuerzos que se hagan para restaurar la normalidad de antes de los problemas, no se conseguir¨¢ al menos a corto y medio plazo.
Hay un profundo sentimiento de fin de si¨¨cle o de cambio de era, motivado por la triple crisis mencionada. Los intelectuales lo est¨¢n expresando de diferentes modos y en distintos grados, pero casi todos ellos hablan de una sensaci¨®n de p¨¦rdida: de la inocencia, de los valores sociales, de la confianza y de la calidad de la democracia. La profundizaci¨®n de las dificultades subraya el sentimiento de que se ha dado el salto de una ¨¦poca de certezas a otra de inestabilidad e inseguridad. La creciente autonom¨ªa de la res econ¨®mica reduce el campo de la seguridad colectiva que representa la democracia y prevalecen la incertidumbre y la angustia. Si no existe la capacidad de intervenci¨®n efectiva por parte de una autoridad pol¨ªtica libremente elegida, no hay democracia. Otro Nobel de Econom¨ªa, el indio Amartya Sen, ha defendido que la democracia, m¨¢s all¨¢ de la representaci¨®n pol¨ªtica y del respeto a la regla de la mayor¨ªa, implica la protecci¨®n de los derechos y libertades de los individuos, el acceso a las prestaciones sociales y el derecho a acceder a la informaci¨®n, as¨ª como de participar activamente en la deliberaci¨®n colectiva. Todo ello es lo que se est¨¢ debilitando notoriamente en los ¨²ltimos tiempos.
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