Corrupci¨®n y crecimiento
La corrupci¨®n es el tema de moda en Espa?a, por desgracia. Quiz¨¢s no deber¨ªa sorprendernos demasiado, dada la visi¨®n un poco relajada que tenemos en general del cumplimiento de la ley. ?Cu¨¢ntas veces le ha sucedido que alguien le ha aparcado el coche en doble fila, y cuando tras esperar pacientemente se lo ha recriminado de manera educada, ha recibido un insulto por respuesta? ?Cu¨¢ntas veces nos hemos enfadado porque nos han puesto una bien merecida multa por aparcar donde no se debe? Este tipo de comportamiento revela un sentido c¨ªvico, de respeto por la ley, bastante laxo. ?Recuerdan el eslogan ¡°Hacienda somos todos¡±? S¨ª, el entonces ministro Borrell imitando a Lee Iacocca y protagonizando anuncios de televisi¨®n recordando a todos los espa?oles que defraudar a Hacienda era defraudarnos a nosotros mismos, como hacerse trampas al solitario. Con una diferencia, que si hacemos trampas en el solitario, no afectamos a nadie m¨¢s, mientras que cuando defraudamos a Hacienda, o nos saltamos las leyes a la torera, casi seguro afectamos a alg¨²n inocente.
En Italia, pa¨ªs tambi¨¦n de dudosas costumbres en este ¨¢mbito, hay ¡ªo al menos hab¨ªa cuando yo viv¨ªa all¨ª¡ª una norma muy interesante: cuando se compra algo en un comercio o en un bar, el vendedor tiene la obligaci¨®n de dar el recibo y el comprador tiene la obligaci¨®n de solicitarlo. Lo interesante es esto: la Guardia de Finanza ¡ªm¨¢s o menos el equivalente a la polic¨ªa fiscal¡ª pod¨ªa multar en las inmediaciones del local a los clientes que salieran de una tienda o bar con algo comprado y sin recibo. De esta manera, se daba un incentivo al cliente para pedir el recibo y obligar al vendedor a registrar la venta y, por tanto, a pagar los impuestos correspondientes. Esta norma daba lugar a situaciones muy interesantes: llegabas a un bar y r¨¢pidamente te dabas cuenta de que a los locales en general se les daba recibo y a los extranjeros, desconocedores de la norma, no. ?Ustedes pedir¨ªan el recibo?
La corrupci¨®n es un fen¨®meno cultural que al final se observa a todos los niveles institucionales. Algunos argumentan que se podr¨ªa considerar que la corrupci¨®n es un mal necesario, porque sirve para reducir el impacto de regulaciones excesivamente r¨ªgidas, pero en este caso la soluci¨®n ser¨ªa mejorar la regulaci¨®n, no tolerar la corrupci¨®n. El veredicto de la profesi¨®n econ¨®mica sobre su impacto econ¨®mico es bastante claro: el trabajo original de Paolo Mauro (Corruption and Growth, Quarterly Journal of Economics, agosto de 1995) y los desarrollos posteriores han dejado bien claro que la corrupci¨®n reduce el crecimiento. Los canales de transmisi¨®n son muy variados, pero el m¨¢s importante es que desv¨ªa recursos que podr¨ªan utilizarse en actividades innovadoras y productivas y los canaliza hacia actividades de captura de rentas t¨ªpicamente improductivas. Este desv¨ªo reduce la inversi¨®n y la formaci¨®n de capital humano, disminuyendo el crecimiento potencial. Adem¨¢s, los procesos de corrupci¨®n reducen el nivel de meritocracia en la poblaci¨®n ¡ªya que se reduce la transparencia en la asignaci¨®n de recursos¡ª, aumentando la desigualdad de oportunidades y la desigualdad en la distribuci¨®n de la renta. Y este aumento de la desigualdad conduce a la inestabilidad pol¨ªtica.
El nivel de corrupci¨®n de una sociedad est¨¢ t¨ªpicamente ligado a la calidad de sus instituciones. En sociedades donde los derechos de propiedad est¨¢n m¨¢s protegidos y los contratos se respetan de manera predecible, donde las instituciones judiciales son r¨¢pidas y eficaces, se generan mayores incentivos para dedicarse a actividades productivas de largo plazo, en lugar de buscar los pelotazos r¨¢pidos en sectores opacos y m¨¢s proclives a comportamientos dudosos, como la construcci¨®n. En la terminolog¨ªa de Acemoglu y Robinson en su fant¨¢stico libro Por qu¨¦ fracasan los pa¨ªses (Deusto), son instituciones inclusivas, que aumentan la integraci¨®n de la sociedad y su bienestar. Lo contrario son instituciones extractivas, que fomentan el dinero f¨¢cil y est¨¢n dise?adas para trasvasar recursos de una parte de la sociedad a otra. Piensen en la diferencia entre Corea del Norte y Corea del Sur o, para los historiadores, entre la colonizaci¨®n espa?ola de Am¨¦rica del Sur (extractiva) y la colonizaci¨®n anglosajona (inclusiva) de Am¨¦rica del Norte. Si queremos reducir las desigualdades y generar crecimiento duradero, y no solo acelerones de corto plazo que casi siempre acaban en crisis, tenemos que mejorar de manera dr¨¢stica nuestro tejido institucional y hacerlo mucho m¨¢s inclusivo.
Meritocracia para todos, sobre todo para los que gobiernan. La alternativa es m¨¢s corrupci¨®n, instituciones extractivas, y menos crecimiento
Reducir la corrupci¨®n y mejorar las instituciones es dif¨ªcil, ya que normalmente implica que los beneficiarios de la misma decidan renunciar a sus prebendas ¡ªparafraseando el refr¨¢n ingl¨¦s, los pavos nunca aplauden la llegada de las Navidades. El paso inicial tiene que ser, siempre, mejorar la educaci¨®n de los ciudadanos y fomentar el debate p¨²blico e independiente, algo que brilla por su ausencia en Espa?a. Como m¨ªnimo se tienen que reforzar tres principios: maximizar la transparencia, fomentar la meritocracia y la regeneraci¨®n y predicar con el ejemplo. El abono de la corrupci¨®n ¡ªy de los fracasos en general¡ª es casi siempre la opacidad. La financiaci¨®n de la pol¨ªtica no tiene una soluci¨®n f¨¢cil si se financia con dinero p¨²blico, los medios son escasos y generan una clase pol¨ªtica profesional o la b¨²squeda de recursos alternativos no siempre limpios, como nos muestra el triste espect¨¢culo espa?ol. La alternativa privada, como en EE UU, da lugar a un sesgo hacia los pol¨ªticos de clase acomodada, ya que en general el volumen de recursos necesario para las campa?as actuales es alt¨ªsimo. Pero al menos es transparente, el lobby est¨¢ regulado, y la poblaci¨®n sabe, m¨¢s o menos, a qu¨¦ se enfrenta. Sea como sea, la transparencia tiene que ser m¨¢xima: que se autoricen las donaciones pol¨ªticas, con l¨ªmites, y que se publiquen todos los detalles. Y si la transparencia m¨¢xima reduce el incentivo de algunos pol¨ªticos a ejercer de tales, todos saldremos ganando. Fomentar la meritocracia y la regeneraci¨®n pol¨ªtica es fundamental. ?De qu¨¦ democracia hablamos cuando los votantes, debido al sistema de listas cerradas y sin primarias, no pueden echar a un pol¨ªtico que lo hace mal? Preg¨²ntense una cosa: ?por qu¨¦ brilla Espa?a internacionalmente en muchos deportes? Porque es meritocracia transparente. Los que valen, juegan; los que no, son apartados. Y a los que se portan mal se les sanciona, independientemente del apellido y el origen. La evaluaci¨®n es constante, y por eso se progresa.
Finalmente, hay que predicar con el ejemplo. El mundo anglosaj¨®n a veces exagera con las dimisiones debidas a esc¨¢ndalos sexuales. Pero al menos queda algo claro: el que mete la pata lo paga, como todos los ciudadanos. ?Qu¨¦ mensaje transmite un ministro alem¨¢n que dimite por haber falsificado un doctorado, o un ministro brit¨¢nico por haber tratado de usar su influencia para evitar una multa hace una d¨¦cada? Que el activo fundamental de un pol¨ªtico es su credibilidad y, si se pierde, hay que dejar el puesto a otro. Meritocracia para todos, sobre todo para los que gobiernan. La alternativa es m¨¢s corrupci¨®n, instituciones extractivas, y menos crecimiento.
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