Una fusi¨®n explosiva
Juntar a los defensores de la competencia con los reguladores sectoriales es mezclar churras con merinas
La hora de juzgar la bondad de una pol¨ªtica o de una reforma, hay un procedimiento que no falla: si vemos que nos hace singulares, es decir, ¨²nicos y at¨ªpicos entre nuestros vecinos, entonces, sin necesidad de ser expertos en el tema, podemos decir que algo estamos haciendo mal.
?Dos ejemplos. Espa?a es el pa¨ªs del mundo que, con la excepci¨®n de China, m¨¢s kil¨®metros de ferrocarril de alta velocidad tiene en funcionamiento o en construcci¨®n. Como no es racional que tengamos m¨¢s AVE que Alemania, Francia, EE UU o Jap¨®n, podemos asegurar que algo hemos hecho mal en la pol¨ªtica de infraestructuras. Espa?a es pr¨¢cticamente el ¨²nico pa¨ªs europeo que ha decidido que los grados universitarios (las antiguas licenciaturas o ingenier¨ªas) sean de cuatro a?os, en vez de tres como sucede en Alemania, Francia, Reino Unido o EE<TH>UU. Podemos tener la seguridad de que algo no estamos haciendo bien en la regulaci¨®n universitaria.
En las cosas importantes es mejor dejar que inventen los que van delante. De esa forma, evitamos el precio que pagan los pioneros. Un error como el del AVE tiene un coste enorme en recursos, que se podr¨ªan haber empleado en otros usos m¨¢s productivos. Y alargar un a?o la formaci¨®n universitaria retrasa el acceso de los j¨®venes al mundo profesional. Los pobres no podemos permitirnos el lujo de experimentar con las cosas importantes. Tenemos que acertar en cada decisi¨®n que tomamos.
El Gobierno de Mariano Rajoy est¨¢ a punto de aprobar una reforma que nos har¨¢ singulares en Europa y en el conjunto de pa¨ªses desarrollados. Pretende fusionar en un ¨²nico organismo la Comisi¨®n Nacional de Competencia y los organismos de regulaci¨®n sectorial: la Comisi¨®n del Mercado de las Telecomunicaciones, la Comisi¨®n Nacional de Energ¨ªa y seis reguladores m¨¢s de otros sectores.
Si va adelante, seremos el ¨²nico pa¨ªs que act¨²a de esta forma. Solo con esto es suficiente para saber que nos estamos equivocando. Poner juntos a los defensores de la competencia con los reguladores sectoriales es como mezclar churras con merinas. No tienen los mismos objetivos. La Comisi¨®n de Competencia defiende el inter¨¦s de los consumidores. Los organismos reguladores sectoriales, como la Comisi¨®n de Telecomunicaciones, buscan que las empresas maximicen la inversi¨®n eficiente.
El Gobierno est¨¢ a punto de aprobar una reforma que nos har¨¢ singulares en el conjunto de pa¨ªses desarrollados
He le¨ªdo lo que se ha publicado sobre este proyecto de ley. No he encontrado a ning¨²n experto a favor. Ni a ninguna instituci¨®n espa?ola o europea que lo apoye. Todo lo contrario. Esto no es buena se?al. Con esta pol¨ªtica sucede lo mismo que con la austeridad compulsiva. Tampoco encontrar¨¢ a ning¨²n economista solvente que la defienda.
Si no hay ning¨²n experto que las defienda, ?por qu¨¦ los Gobiernos se empe?an en llevarlas a cabo? En el caso de la austeridad, es mejor preguntar a un psiquiatra que a un economista. La UE es una jaula de masoquistas camino de convertirse en un manicomio. En el caso de esta reforma que pretende el Gobierno, descartado el argumento del ahorro de gasto que me parece un insulto a la inteligencia, podemos hacer tres supuestos.
Uno. Responde a un calent¨®n de Crist¨®bal Montoro cuando estaba en la oposici¨®n. Como el PP no pod¨ªa colocar a los suyos al frente de estos organismos, prometi¨® que cuando llegase al Gobierno cambiar¨ªa a los que estaban. Y el Gobierno se ha puesto a la tarea de cambiar la ley para poner a los suyos.
Dos. Responde al inter¨¦s de los ministerios y, en particular, al de los funcionarios de los altos cuerpos del Estado que quieren recuperar esos puestos y funciones para ellos. Adem¨¢s, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, la fusi¨®n permitir¨ªa la recentralizaci¨®n del ¨²nico organismo del Estado que no est¨¢ en Madrid: la Comisi¨®n de las Telecomunicaciones, que est¨¢ en Barcelona.
Esta vuelta a los ministerios tambi¨¦n podr¨ªa convenir a los intereses de las empresas. Tanto a los de las reguladas como a los de aquellas que se ven obstaculizadas por el control que est¨¢ haciendo la Comisi¨®n de Competencia de los acuerdos para pactar precios y mantener m¨¢rgenes, en perjuicio de todos los consumidores.
Tres. Es una nueva manifestaci¨®n de la funesta man¨ªa de la pol¨ªtica espa?ola de querer comenzar de cero. En vez de tratar de mejorar lo existente, nuestros pol¨ªticos tienen tendencia a empezar de nuevo para dejar su impronta. Un caso especial es la educaci¨®n. Cada nuevo ministro quiere hacer su ley. En esto tambi¨¦n somos ¨²nicos. Los costes de estos experimentos son tremendos. Una buena cosa ser¨ªa prohibir a los ministros de Educaci¨®n hacer nuevas leyes. El pa¨ªs lo agradecer¨ªa.
Probablemente, la reforma responde a una mezcla de esos tres supuestos. Pero hay que recordar que esta ocurrencia tendr¨ªa elevados costes para los consumidores. Y tambi¨¦n para la innovaci¨®n productiva.
No se deben cambiar las cosas que funcionan. Nuestros organismos reguladores se han consolidado y funcionan relativamente bien. En todo caso, deben hacerse ajustes para mejorar su funcionamiento y composici¨®n.
El desaparecido profesor Joaqu¨ªn Garrigues dec¨ªa que cuando los soldados aliados ocuparon Alemania llevaban en su mochila dos cosas: cajetillas de cigarrillos para regalar a los alemanes y un decreto para crear una comisi¨®n de competencia con la que perseguir las pr¨¢cticas de los carteles y los monopolios alemanes que tanto da?o hab¨ªan hecho. Una comisi¨®n que, adem¨¢s, no podr¨ªa tener su sede en la capital, para evitar ser capturada por el Gobierno.
Nuestra Comisi¨®n de Competencia ha logrado un reconocimiento internacional a su buena labor que ahora no se puede tirar por la borda por una reforma que no tiene ni pies ni cabeza. Y menos cuando la defensa de la competencia en Espa?a celebra este a?o su 50? aniversario. No le estropeemos la fiesta¡ a los consumidores y a la econom¨ªa espa?ola.
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