El ¡®hippy¡¯ Ben Bernanke
El presidente de la Reserva advierte que la obsesi¨®n con el d¨¦ficit es un terrible error
Solo faltan unas semanas para que lleguemos a una efem¨¦ride que sospecho que a la mayor¨ªa de la gente de Washington le gustar¨ªa olvidar: el inicio de la guerra de Irak. Lo que recuerdo de esa ¨¦poca es la total indestructibilidad del consenso entre la ¨¦lite a favor de la guerra. Si tratabas de se?alar que era evidente que el Gobierno de Bush se estaba inventando un argumento falso para ir a la guerra, que ni siquiera resistir¨ªa un an¨¢lisis poco serio, y manifestabas que los riesgos y los posibles costes de una guerra eran enormes, pues bien, te despachaban como a un ignorante y un irresponsable.
Parec¨ªa dar igual qu¨¦ pruebas presentaban los que criticaban la carrera hacia la guerra: todo aquel que se opusiese a la guerra era, por definici¨®n, un hippy est¨²pido. Sorprendentemente, esa opini¨®n no cambi¨® ni siquiera despu¨¦s de que todo lo que vaticinaban los detractores de la guerra se hiciese realidad. Los que aplaud¨ªan la desastrosa aventura segu¨ªan siendo considerados ¡°cre¨ªbles¡± en materia de seguridad nacional (?por qu¨¦ John McCain sigue siendo un tertuliano habitual en los programas de debate de los domingos?), mientras que los que se opon¨ªan segu¨ªan siendo sospechosos.
Y lo que resulta a¨²n m¨¢s sorprendente es que a lo largo de los tres ¨²ltimos a?os se ha desarrollado una historia muy parecida, esta vez sobre la pol¨ªtica econ¨®mica. Por aquel entonces, toda la gente importante decidi¨® que una guerra inconexa era una respuesta adecuada a un ataque terrorista; hace tres a?os, todos decidieron que la austeridad fiscal era la respuesta adecuada a una crisis econ¨®mica provocada por banqueros fugitivos, con el supuesto peligro inminente de los d¨¦ficits presupuestarios interpretando el papel que antes interpretaban las supuestas armas de destrucci¨®n masiva de Sadam.
Ahora, al igual que entonces, este consenso ha dado la impresi¨®n de ser indestructible frente a los argumentos en contra, con independencia de lo bien fundamentados que estuviesen con pruebas. Y ahora, al igual que entonces, los l¨ªderes del consenso siguen siendo considerados cre¨ªbles aunque se hayan equivocado en todo (?por qu¨¦ la gente sigue tratando a Alan Simpson como un hombre sabio?), mientras que los que critican el consenso son considerados hippies est¨²pidos aunque todas sus predicciones ¡ªsobre los tipos de inter¨¦s, sobre la inflaci¨®n, sobre los nefastos efectos de la austeridad¡ª se han hecho realidad.
En los tres ¨²ltimos a?os se ha desarrollado una historia muy parecida a la de la guerra de Irak
Por tanto, esta es mi pregunta: ?cambiar¨¢ las cosas el hecho de que Ben Bernanke se haya unido a las filas de los hippies?
A principios de esta semana, Bernanke realiz¨® unas declaraciones que deber¨ªan haber hecho que toda la gente de Washington se pusiera en guardia y tomase nota. Es verdad que no supon¨ªa una verdadera ruptura con lo que ha dicho en el pasado o, de hecho, con lo que otros directivos de la Reserva Federal han estado diciendo, pero el presidente de la Reserva habl¨® m¨¢s clara y en¨¦rgicamente que nunca sobre pol¨ªtica fiscal, y lo que dijo, traducido del idioma de la Reserva al castellano, era que la obsesi¨®n de la clase dirigente con los d¨¦ficits era un terrible error.
En primer lugar, se?al¨® que la situaci¨®n presupuestaria simplemente no era tan preocupante, incluso a medio plazo: ¡°Est¨¢ previsto que la deuda federal del sector p¨²blico (incluida la de la Reserva Federal) se mantenga aproximadamente en el 75% del PIB a lo largo de gran parte de la d¨¦cada actual¡±.
Acto seguido sostuvo que, dada la situaci¨®n de la econom¨ªa, actualmente estamos gastando demasiado poco, no demasiado: ¡°Una parte sustancial de los recientes progresos a la hora de reducir el d¨¦ficit se ha concentrado en los cambios presupuestarios a corto plazo, que, si se consideran en su conjunto, podr¨ªan suponer un obst¨¢culo importante para la recuperaci¨®n econ¨®mica¡±.
El consenso errado de la ¨¦lite nos ha metido en un atolladero y es hora de que salgamos de ¨¦l
Finalmente, insinu¨® que la austeridad en una econom¨ªa deprimida bien podr¨ªa ser contraproducente incluso en t¨¦rminos puramente fiscales: ¡°Adem¨¢s de tener efectos adversos para la creaci¨®n de empleo y las rentas, una recuperaci¨®n m¨¢s lenta conducir¨ªa, en la pr¨¢ctica, a una menor reducci¨®n del d¨¦ficit a corto plazo para cualquier serie dada de acciones fiscales¡±.
De modo que, el d¨¦ficit no es un peligro evidente y actual, los recortes en el gasto en una econom¨ªa deprimida son una idea terrible y la austeridad prematura no tiene sentido ni siquiera en lo que se refiere a presupuesto. Puede que a los lectores habituales estas propuestas les resulten familiares, ya que son m¨¢s o menos lo mismo que lo que otros economistas progresistas y yo hemos estado diciendo todo el tiempo. Pero somos hippies irresponsables. ?Lo es Bernanke? (Bueno, tiene barba).
Lo importante no es que Bernanke sea una fuente de sabidur¨ªa fidedigna; uno espera que el hundimiento de la reputaci¨®n de Alan Greenspan haya puesto fin a la pr¨¢ctica de deificar a los presidentes de la Reserva. Bernanke es un excelente economista, pero no m¨¢s que, pongamos por caso, Joseph Stiglitz, de la Universidad de Columbia, ganador del Premio Nobel y un legendario economista te¨®rico cuya cr¨ªtica feroz a nuestra obsesi¨®n por el d¨¦ficit ha sido no obstante ignorada. No, lo importante es que la apostas¨ªa de Bernanke puede ayudar a minar el argumento de la autoridad ¡ª?nadie importante difiere!¡ª que ha hecho que sea tan dif¨ªcil acabar con la obsesi¨®n de la ¨¦lite por los d¨¦ficits.
Y el fin de la obsesi¨®n por el d¨¦ficit no puede ser en ning¨²n caso prematuro. En estos momentos, Washington est¨¢ centrado en la estupidez del embargo, pero este no es m¨¢s que el ¨²ltimo episodio de una serie sin precedentes de reducciones del empleo p¨²blico y de las adquisiciones del Gobierno que han lastrado la recuperaci¨®n de nuestra econom¨ªa. El consenso errado de la ¨¦lite nos ha metido en un atolladero econ¨®mico, y es hora de que salgamos de ¨¦l.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de Princeton y premio Nobel de 2008.
? New York Times Service 2013.
Traducci¨®n de News Clips.
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