Fervor y emoci¨®n se unen en el v¨ªa crucis de los "empalaos" veratos
"Empalarse es algo que va m¨¢s a all¨¢ de la fe o de la devoci¨®n, es un sentimiento tan profundo que ya me gustar¨ªa poder expresarlo con palabras". Jes¨²s Pat¨®n habla con conocimiento de causa. En su d¨ªa fue "empalao" en Valverde de la Vera, un peque?o pueblo de la provincia de C¨¢ceres.
Adem¨¢s, desde hace m¨¢s de veinte a?os es el presidente de la Cofrad¨ªa de la Pasi¨®n de Jesucristo y Hermanos Empalaos de Valverde de la Vera, localidad que cada madrugada de Jueves a Viernes Santo se convierte en foco de atenci¨®n de miles de personas que acuden a presenciar el caminar lento y sacrificado del v¨ªa crucis de los "empalaos".
Todo es an¨®nimo y todo est¨¢ vedado en este rito secular que permanece sin apenas cambios desde sus or¨ªgenes en el siglo XVI y que est¨¢ declarado Fiesta de Inter¨¦s Tur¨ªstico Nacional, pese a no ser en s¨ª un espect¨¢culo, pues la soledad y el callado sacrificio del penitente no provoca aplausos sino silencio, conmoci¨®n y, en muchas ocasiones, incluso l¨¢grimas.
Los empalaos carecen de rostro y de nombre, no son santos ni h¨¦roes, tampoco fan¨¢ticos que buscan el aplauso f¨¢cil sino cualquiera que haya realizado una promesa -la mand¨¢- con intenci¨®n de cumplirla.
"Mucha gente cree que el empalao sale para redimir pecados, pero no es as¨ª. El empalao sale a dar gracias y lo hace cada vez que considera que tiene algo que agradecer", ha destacado Pat¨®n, en declaraciones a Efe.
Normalmente son entre 15 y 25 los empalaos que recorren las calles de Valverde y no se trata solo de vecinos del pueblo, sino de penitentes llegados desde distintos rincones de Espa?a.
Los empalaos son siempre hombres que, en las ¨²ltimas horas del Jueves Santo, se recogen en la intimidad de su casa, donde sus familiares les "empalan", comenzando por vestirles con unas enaguas antiguas de mujer ce?idas a la cintura que les sobrepasan las rodillas.
Posteriormente, se les cubre el torso desnudo con una soga de esparto que da vueltas alrededor del cuerpo cubriendo pecho y espalda con diez vueltas en una operaci¨®n sumamente delicada, pues si la cuerda queda muy floja, su roce convierte al cuerpo en una llaga por el movimiento de los m¨²sculos, y si se ci?e demasiado se corta la respiraci¨®n.
En esta intrincada operaci¨®n siempre participan varios vecinos "expertos" que acumulan cientos de horas vistiendo empalaos. "Su participaci¨®n es esencial porque la soga puede hacer mucho da?o", ha destacado Pat¨®n.
No obstante, ha asegurado que aunque a primera vista puede parecer hasta peligroso, de hecho "nunca ha pasado nada". "No voy a negar que es muy duro, pero de ah¨ª no pasa", ha aseverado.
Cuando la soga alcanza la parte alta del tronco, a la altura de los brazos, se coloca sobre los hombros un tim¨®n de madera del arado romano de dos metros de largo y doce cent¨ªmetros de di¨¢metro, sobre el que el empalao extiende en forma de cruz sus brazos y manos, que tambi¨¦n son cubiertos con la soga.
Al final de cada extremo de la cruz, se colocan unas largas puntillas blancas y tres abrazaderas met¨¢licas o vilortas del arado, que al chocar entre s¨ª provocan un sonido que aporta a la escena sensaciones de repique de difuntos, al tiempo que avisa del paso por las calles de la poblaci¨®n del empalao, cuyo rostro y cabeza permanecen cubiertos con un velo blanco para mantener el anonimato.
Finalmente, se colocan dos espadas en forma de aspa sobre la espalda del penitente, cuyas puntas sobresalen por encima de la cabeza, donde lleva una corona de espinas.
"Este es uno de los dos momentos m¨¢s emocionantes para un empalao -afirma Pat¨®n-, cuando ya est¨¢s vestido y te dispones a salir a la calle. Yo recuerdo que jam¨¢s he vivido un momento tal de concentraci¨®n interior como aquel d¨ªa en el que me preparaba para recorrer las calles de mi pueblo".
Al empalao le acompa?an en su penitencia el cirineo que, cubierto con una capa antigua o una manta, le da luz con un farolillo y que, en caso de ca¨ªdas, le ayuda a incorporarse para que siga adelante en su recorrido hacia el Calvario, en el que se arrodilla para rezar una oraci¨®n ante todas y cada una de las estaciones.
Si en su camino se cruza con otro penitente o una mujer vestida de Nazareno, ambos detienen su lento caminar y se arrodillan uno frente a otro para rezar una oraci¨®n.
Preguntado Pat¨®n por el segundo momento m¨¢s emocionante de un empalao, no duda ni un segundo: "Cuando llegas a casa y piensas, ya est¨¢ hecho". Eduardo Palomo.
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