Precariedad financiera
La eurozona sigue siendo un campo de minas. A pesar de las mejoras en los ¨²ltimos meses, la vulnerabilidad persiste: ¡°La estabilidad financiera no est¨¢ asegurada¡±, seg¨²n el informe del FMI (Financial System Stability Assesment), difundido antes del desenlace de la crisis de Chipre y del dictamen del Tribunal Constitucional de Portugal. Aquel bucle diab¨®lico, que subray¨¢bamos en estas mismas p¨¢ginas hace meses como compendio de las amenazas sobre las econom¨ªas perif¨¦ricas y, en ¨²ltima instancia, de la viabilidad de la propia uni¨®n monetaria, sigue activo. Es verdad que dos de sus tres principales tractores ¡ªla crisis de la deuda p¨²blica y la crisis bancaria¡ª han atenuado su intensidad, pero siguen latentes. Y, en todo caso, su estrecha vinculaci¨®n con la tercera crisis, la recesi¨®n con que hemos iniciado el a?o en el conjunto de la eurozona. Cuanto m¨¢s se tarde en abandonar ese territorio de crecimiento negativo m¨¢s dif¨ªcil ser¨¢ la normalizaci¨®n de la actividad bancaria y la de los mercados de deuda p¨²blica. El c¨ªrculo vicioso puede en cualquier momento acelerar su perversa realimentaci¨®n.
En esa situaci¨®n de calma chicha que preside la escena financiera, son las cotizaciones de la deuda p¨²blica las que por el momento presentan menos amenazas. Pero de ning¨²n modo puede considerarse como normalizada la situaci¨®n en esos mercados, ni mucho menos considerarlos expresivos de la ausencia de segmentaci¨®n financiera. Desde mediados del pasado julio, y m¨¢s concretamente desde el aviso del BCE del 6 de septiembre, mostrando su disposici¨®n a enmendarles la plana a los mercados de bonos que cotizaban la fragmentaci¨®n de la eurozona, los t¨ªtulos de Espa?a e Italia se encuentran en niveles m¨¢s soportables, apoyados recientemente en la actitud mucho m¨¢s laxa del Banco de Jap¨®n. De todas formas, las diferencias con los correspondientes a Alemania siguen denunciando una situaci¨®n an¨®mala, impropia de una uni¨®n monetaria. Pagar casi un 5% por endeudarse a 10 a?os frente al 1,2% del tesoro alem¨¢n no es para estar contentos. El saneamiento de las finanzas p¨²blicas exige que la factura por intereses de la deuda p¨²blica se reduzca de forma significativa por debajo de esos 38.600 millones de euros que est¨¢n consignados en los Presupuestos Generales del Estado para este a?o.
El segundo exponente de precariedad financiera, ajeno al anterior, lo encontramos en las dificultades de algunos sistemas bancarios para normalizar la inversi¨®n crediticia. Espa?a vuelve a ser un caso representativo. Claro que se ha avanzado tras la recapitalizaci¨®n de las entidades que lo precisaban con parte de la l¨ªnea de cr¨¦dito que concedieron las instituciones europeas. Pero ese fortalecimiento de los recursos propios de los bancos no ha eliminado las amenazas a medio plazo. En concreto, las derivadas de una econom¨ªa que no crece y crecer¨¢ poco en los pr¨®ximos a?os; de un desempleo que tardar¨¢ en bajar del nivel actual y de un volumen de deuda de las empresas y de las familias que sigue siendo incompatible con la completa solvencia. La morosidad, y en general los activos da?ados, seguir¨¢n creciendo, al menos en lo que queda de a?o, desde los niveles hist¨®ricamente elevados en que se encuentra hoy. Tal como apuntaba Daniel Manzano en estas mismas p¨¢ginas, las operaciones de refinanciaci¨®n y reestructuraci¨®n de pr¨¦stamos pueden ser algo m¨¢s que indicios de morosidad adicional a la contabilizada de forma convencional. La verdad es que no resulta muy f¨¢cil hacer banca al por menor en estas condiciones. Y la concentraci¨®n que ha tenido lugar en algunos sistemas bancarios no es por s¨ª sola una garant¨ªa de reducci¨®n de la vulnerabilidad, como subraya el FMI. Ni de la definitiva ruptura del v¨ªnculo perverso entre riesgos bancarios y riesgos soberanos.
De ning¨²n modo puede considerarse como normalizada la situaci¨®n en esos mercados, ni mucho menos considerarlos expresivos de la ausencia de segmentaci¨®n financiera
La fragmentaci¨®n financiera tambi¨¦n se manifiesta en los desiguales costes financieros que soportan las empresas de la eurozona. Los bancos siguen divididos entre los que prestan en condiciones normales y aquellos de la periferia que siguen racionando el cr¨¦dito y aplicando condiciones mucho m¨¢s onerosas. En Espa?a e Italia, las empresas peque?as y medianas siguen pagando mucho m¨¢s por la financiaci¨®n bancaria, la ¨²nica pr¨¢cticamente disponible, que las de Alemania o Francia: entre 3 y 4 puntos porcentuales adicionales para operaciones de cr¨¦dito homog¨¦neas, seg¨²n diversas estimaciones. Y eso no favorece la inversi¨®n y el empleo precisamente. En mayor medida si tenemos en cuenta que en los dos pa¨ªses del sur las peque?as y medianas empresas disponen de un mayor peso espec¨ªfico en la actividad econ¨®mica que en los del centro y norte de Europa. Tampoco deber¨ªa ser un elemento tranquilizador para el BCE, que de forma expl¨ªcita ha manifestado su prop¨®sito de luchar por la correcta transmisi¨®n de su pol¨ªtica monetaria y la reducci¨®n de la segmentaci¨®n financiera. En realidad, las decisiones relajadoras del BCE, menos contundentes que las de otros bancos centrales, no se han trasladado en la misma cuant¨ªa a las distintas econom¨ªas de la eurozona.
El tercer elemento de precariedad financiera lo encontramos en la inquietud que ha dejado el desenlace de la crisis de Chipre. Lejos de fortalecer la confianza en la capacidad de gesti¨®n de las instituciones europeas y, en definitiva, en los sistemas bancarios, el recelo ha aumentado. No solo porque llegaran a cuestionar el compromiso del seguro de dep¨®sitos hasta esos 100.000 euros acordados por el Eurogrupo en octubre de 2008, sino por los subsiguientes controles a los movimientos de capital. Ha sido la primera vez en la historia de la uni¨®n monetaria que se limita la libre movilidad de la riqueza financiera de los ciudadanos y empresas creando un elemento adicional de segmentaci¨®n financiera. Y por distinta que sean las situaciones en otros pa¨ªses, y desiguales las dimensiones relativas de sus sistemas bancarios, es inevitable asumir el precedente y evocar de nuevo el refranero, poniendo a remojo las barbas de algunos vecinos. La solvencia bancaria y la de los correspondientes Gobiernos han vuelto a ser objeto de atenci¨®n de analistas e inversores. Y las eventuales exigencias adicionales de capital a los bancos, al igual que otros factores generadores de incertidumbre reguladora, en circunstancias como las actuales no favorecen la definitiva normalizaci¨®n de la actividad crediticia.
Reducir esas manifestaciones de precariedad financiera deber¨ªa obligar a las autoridades europeas a revisar algunas pol¨ªticas econ¨®micas adoptadas y fortalecer otras apenas enunciadas con el fin de garantizar una mayor estabilidad financiera y la consiguiente confianza en los operadores financieros. Entre las primeras, la aplicaci¨®n de austeridad a ultranza en la conducci¨®n de las finanzas p¨²blicas, en especial las de las econom¨ªas inmersas en una continuada y pronunciada recesi¨®n. En ausencia de inflaci¨®n, la pol¨ªtica monetaria tambi¨¦n ha de flexibilizarse adicionalmente. Entre las segundas, la necesidad de acelerar la transici¨®n a la uni¨®n bancaria, en los t¨¦rminos avanzados en el Consejo Europeo del pasado diciembre: una supervisi¨®n com¨²n, un mecanismo de resoluci¨®n de crisis y, desde luego, un sistema fiable de seguro de dep¨®sitos. Y, en ¨²ltima instancia, la uni¨®n fiscal, garant¨ªa de reforzamiento de la anterior. Son condiciones necesarias no solo para reducir la precariedad y fragmentaci¨®n financiera todav¨ªa vigentes, sino para asegurar la viabilidad de la propia uni¨®n monetaria, la unicidad del mercado de servicios financieros en la regi¨®n y, no menos importante, la correcta transmisi¨®n de la pol¨ªtica monetaria.
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