¡°Si me pagaran, respirar¨ªa y podr¨ªa dormir tranquila¡±
La Generalitat valenciana le debe 36.000 euros de una subvenci¨®n para j¨®venes ganaderos
Cristina Vega, de 36 a?os, est¨¢ a 36.000 euros de ver c¨®mo se desmorona su sue?o: tener un reba?o y poder vivir de sus cabezas de ganado. La Generalitat valenciana le debe todo ese dinero, una subvenci¨®n para j¨®venes ganaderos, que ya deber¨ªa haber abonado y que Cristina necesita urgentemente para sacar a flote su explotaci¨®n. ¡°Si me los pagaran respirar¨ªa y podr¨ªa dormir tranquila por la noche¡±, relata en la zona de pastos que tiene asignada, un pedregal de la sierra de Andilla, en J¨¦rica, a 70 kil¨®metros de Valencia.
El paisaje en el que Cristina pasa el d¨ªa con su millar de cabras y sus dos perras pastoras ¡ªPantera y Lluna¡ª sobrecoge. ¡°Esto era un vergel espectacular¡±, relata. Cuesta creerlo. Despu¨¦s de los devastadores incendios que asolaron la sierra el verano pasado, los montes est¨¢n pelados. ¡°Ahora, despu¨¦s de las ¨²ltimas nevadas, es cuando est¨¢ empezando a brotar algo¡±, apunta Cristina mientras sus cabras, menudas y delgadas por la falta de pasto, rebuscan y mastican los tallos que sobresalen de entre las piedras.
Si todo hubiera ido bien, Cristina podr¨ªa haber ido vendiendo cabritos ¡ª¡°pagan entre 25 y 60 euros en lonja¡±, explica¡ª y tener ingresos con los que echar adelante. Pero desde el principio, las cosas se torcieron. El mismo d¨ªa de su estreno como ganadera, mientras esperaba al cami¨®n que le tra¨ªa las cabras, el fuego arras¨® el monte. Era el 28 de junio del a?o pasado.
El retraso en pagar las subvenciones amenaza muchas ganader¨ªas
En ese momento comenz¨® un calvario que est¨¢ recorriendo con su marido ¡ªun gruista en paro¡ª y sus dos hijas de 18 y 16 a?os. Hasta octubre, las cabras permanecieron en un cercado pr¨®ximo que hab¨ªa quedado a salvo de las llamas. A partir de entonces, pudo volver a sus pastos ¡ªlo poco que quedaban de ellos¡ª mientras ca¨ªan en saco roto sus peticiones de reubicaci¨®n para poder alimentar a su reba?o en otra zona. Entre el incendio, las nevadas y la sequ¨ªa, las cabras apenas han engordado.
Adem¨¢s de las extenuantes jornadas de pastoreo, Cristina trabaja ocasionalmente en una hamburgueser¨ªa para ingresar algo de dinero. Su marido no encuentra nada. Los peque?os ingresos que obtiene con este empleo son el principal sustento de la familia y la fuente de los fondos con los que malpaga los pr¨¦stamos que tienen. ¡°?ltimamente ya no puedo abonar toda la cuota¡±, relata. ¡°Hay d¨ªas que no se come. Yo pesaba 90 kilos y mira ahora; con cinco d¨ªas sin apenas probar bocado tengo para un saco de pienso para las cabras j¨®venes. Estoy dejando de comer yo por las cabras, no se puede hacer de otra forma¡±.
Las ayudas que ha solicitado ¡ªcon cargo de la UE (22%), el Estado (38%) y la Generalitat (40%)¡ª son las que se conceden para compensar la inversi¨®n de los ganaderos que ponen en marcha una explotaci¨®n. Antes de que la crisis dejara tiritando las arcas p¨²blicas, no pasaban m¨¢s de tres meses entre que se aprobaban y se pagaban, como apunta Joan Manuel Mesado, secretario t¨¦cnico de la Uni¨® de Llauradors i Ramaders, una de las principales asociaciones de agricultores y ganaderos de la Comunidad Valenciana. A Cristina le concedieron la ayuda en mayo del a?o pasado, pero lo m¨¢s probable es que no cobre en breve. ¡°La gente que las pidi¨® en 2010 est¨¢ empezando a recibirlas ahora¡±, explica Mesado.
Cristina no puede esperar tanto. En julio tiene que hacer frente al alquiler anual de las algo m¨¢s de 1.200 hect¨¢reas de pastos y la nave que usa de establo. Por el primero paga 1.800 euros y por el segundo, 2.600 euros. En ambos casos, el arrendador es la Generalitat, lo que no deja de ser un cruel sarcasmo al tratarse de la misma Administraci¨®n que le debe los 36.000 euros que le permitir¨ªan salir del bache en el que se encuentra. Cristina vive angustiada. No sabe de d¨®nde va a sacar el dinero para pagarlo. ¡°?Qu¨¦ voy a hacer?¡±, se pregunta.
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