Europa y el G-20 retan a los ¡®b¨²nkeres¡¯ fiscales
La falta de resultados en 2009 les chamusc¨®; ahora disponen de m¨¢s herramientas de presi¨®n
El mundo aprieta contra los para¨ªsos fiscales y el dinero sucio. La Uni¨®n Europea y el G-20 se juegan el prestigio. ?Podr¨¢n, o se quedar¨¢n a medias? Es una lucha contra un flujo monstruoso, cerca de 23 billones de euros negros y mutantes, m¨¢s del 10% del PIB mundial, que se trasladan por el orbe en nanosegundos, sin control ni reglas, que no pagan impuestos, que provienen en un tercio del narcotr¨¢fico y otros cr¨ªmenes, que contaminan cuanto tocan. Que irritan a los contribuyentes que s¨ª contribuyen. Y que tienen due?os y padrinos poderosos: los poderosos.
Una cumbre europea discutir¨¢ el mi¨¦rcoles c¨®mo acabar con el ¡ªya residual¡ª secreto bancario, que facilita la evasi¨®n fiscal, la elusi¨®n fiscal y la huida de capitales, esa tr¨ªada de conceptos concomitantes, pues ya dijo el ex ministro brit¨¢nico de Hacienda Denis Healey que ¡°la diferencia entre evasi¨®n y elusi¨®n fiscal es el grosor de una pared de c¨¢rcel¡± (Treasure Islands, Nicholas Shaxson, Palmgrave, Nueva York, 2011). Traducido: un gran fraude fiscal es siempre delito.
Bruselas calcula que ese agujero negro fiscal cuesta al a?o un bill¨®n de euros a los europeos. Pretende que gracias a una nueva directiva, los 27 Gobiernos compartan autom¨¢ticamente toda la informaci¨®n sobre todas las ¡°fuentes relevantes¡± de ingresos, incluyendo como novedad lo esencial que se escapaba: dividendos, rentas de capital y royalties.
Veremos, porque si entre los exentos Luxemburgo cede, Austria se resiste panza arriba y las finanzas brit¨¢nicas tiemblan. Veremos, porque la primera directiva sobre el ahorro ¡ªo sea, sobre el capital¡ª, que instaur¨® en 2003 un r¨¦gimen autom¨¢tico (sin petici¨®n de parte) de informaci¨®n mutua entre los Gobiernos, limitado a los intereses recibidos por personas f¨ªsicas, y con tres pa¨ªses exceptuados, hab¨ªa tardado nada menos que 14 a?os en suscitar la unanimidad de los socios (Directiva 2003/48, DO, 3 de junio).
Al mismo tiempo, una secuencia de reuniones del G-20, con broche en la cumbre de San Petersburgo, el 5 de septiembre, decidir¨¢ sobre la ¨²ltima propuesta de la OCDE, acabar con la yenka de movimientos que entonan los para¨ªsos fiscales: ¡°Transferir los beneficios all¨¢ donde tributen a menores tipos y los gastos all¨¢ donde se desgraven en mayor medida¡± (Adressing Base Erosion and Profit Shifting, www.oecd.org).
Por vez primera, organizaciones c¨ªvicas cr¨ªticas con los resultados obtenidos por el G-20 y la OCDE se muestran esperanzadas. ¡°Es un momento hist¨®rico, porque asuntos que se hab¨ªan excluido de la agenda durante un siglo han entrado al fin en ella¡±, proclama John Christensen, director de Tax Justice Network, la principal de ellas (www.taxjustice.net).
Esta red destaca que el club de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados ¡ªla OCDE¡ª dirige in¨¦ditamente su foco hacia las multinacionales, al postular que presenten sus cuentas globalmente, y no por fragmentos, a todas las autoridades de los pa¨ªses donde operan. ?L¨®gico, no? Casi revolucionario.
La UE quiere poner fin al secreto, y el G-20, regular las multinacionales
Porque el G-20 declam¨® en abril de 2009, al poco de estallar la gran crisis: ¡°Estamos dispuestos a imponer sanciones para proteger nuestras finanzas p¨²blicas y nuestros sistemas financieros; la era del secreto bancario ha terminado¡±. Y por instrucci¨®n suya, la OCDE, que en 1998 hab¨ªa lanzado un innovador informe sobre la ¡°competencia fiscal perjudicial¡± fabric¨® unas listas de para¨ªsos fiscales de las que pod¨ªan escaparse si firmaban una docena de acuerdos de intercambios de informaci¨®n con otros pa¨ªses. No autom¨¢ticos: a petici¨®n de parte, limitados, con duros requisitos sobre la identificaci¨®n del sospechoso y de la causa de que lo sea.
Se firmaron unos 300. La lista negra rebosaba de ex¨®ticos rincones isle?os, excoloniales y alejados ¡ªall¨¢ donde sol¨ªan acudir los plut¨®cratas de la maleta negra o sus mayordomos¡ª, pero ninguno de ellos metropolitano (cuadro 1). Se vaci¨® en d¨ªas. Sirvi¨® de algo, de muy poco. Apenas se iniciaron algunas docenas de lentos expedientes informativos. Y los frutos recaudatorios fueron m¨ªnimos.
De modo que clasificaciones alternativas sobre la opacidad fiscal como la de la independiente Tax Justice Network (cuadro 2) resultan las ¨²nicas significativas disponibles. E incorporan pa¨ªses del primer mundo: Estados Unidos, Reino Unido y Holanda.
?Por qu¨¦ reaccionan la UE, la OCDE y el G-20, tras meses de somnolencia? Por verg¨¹enza torera, al agotarse la virtualidad de sus medidas de 2009. Porque el rescate de Chipre, cuyo fiasco bancario tanto deb¨ªa a su condici¨®n de para¨ªso y lavadero de dinero sucio de los oligarcas rusos, alarm¨® a la opini¨®n. Y porque una retah¨ªla de esc¨¢ndalos fiscales la sacudieron intermitentemente.
Por vez primera, cr¨ªticos como Tax Justice aplauden las iniciativas oficiales
Quintacolumnistas en la banca o h¨¦roes de la transparencia y la equidad fiscal, proliferan cada vez m¨¢s los empleados financieros que denuncian a los delincuentes de cuello blanco, con la fr¨¢gil arma de un diskette o un CD. La misma tecnolog¨ªa que sirve para cometer fraude fiscal desde el sof¨¢ de casa, apretando un clic, funciona para retratarlos.
Ah¨ª est¨¢ el empleado del banco LGT de Liechtenstein que denunci¨® a miles de evasores europeos en 2008. El de la filial suiza del gigante HSBC, Herv¨¦ Falciani, que se apoder¨® de 130.000 fichas de clientes no-santos, los encript¨® y los va denunciando, reclamado en Suiza pero protegido en Madrid por la Justicia y siete guardaespaldas oficiales. O los que suministraron miles de datos al Consorcio de Periodistas de Investigaci¨®n. De ah¨ª afloran nombres de pol¨ªticos, ministros, artistas y banqueros puestos en la picota p¨²blica u obligados a dimitir o pagar multas. La nomenclatura de celebridades act¨²a como resorte del clamor por la transparencia.
Y la cosa no tiene remedio. Habr¨¢ m¨¢s empleados infieles a los clientes y leales a los contribuyentes. Y m¨¢s descubrimientos. El secreto y la opacidad durar¨¢n, pero tienen contados los... a?os. Mientras, se produce alguna victoria parcial, como la aprobaci¨®n en 2010 de la Ley Duvalier en Suiza, por la que ese pa¨ªs confisca los dep¨®sitos bancarios de dictadores y funcionarios corruptos sin que medie procesamiento en su pa¨ªs de origen. Para lamento de los allegados y causahabientes de los Jean-Claude Duvalier, Muamar Gadafi, Hosni Mubarak, Mobutu o Ferdinand Marcos.
?Por qu¨¦ introducimos el concepto de b¨²nker fiscal? Porque as¨ª se agrupan los cl¨¢sicos para¨ªsos-microestados; los ¡°refugios fiscales¡±; las ¡°jurisdicciones extraterritoriales¡± no cooperativas, o centros offshore de asilo fiscal (Las cloacas de la econom¨ªa, Roberto Velasco, Catarata, 2012). Todos los lugares donde se practica o fomenta la evasi¨®n/elusi¨®n fiscal.
H¨¦roes o villanos como Falciani arrinconan los ¡®para¨ªsos fiscales¡¯
Y es que a los usuarios t¨ªpicos de los para¨ªsos, potentados caciquiles, mafiosos y esp¨ªas, se les suman cada vez m¨¢s la gran banca y la gran multinacional. Citigroup tuvo 427 sucursales en refugios fiscales; Barclays, 300; Morgan Stanley, 273; News Corporation, la compa?¨ªa period¨ªstica de Rupert Murdoch, 152, y Enron, antes de capotar, 881 subsidiarias.
Hasta tal punto se imbrican los protagonistas directos e indirectos de los nuevos b¨²nkeres, que algunos episodios parecen m¨¢s caricatura que realidad financiera. Sucedi¨® con las privatizaciones del programa Iniciativa Financiera Privada (PFI), ideado por la pareja laborista Tony Blair-Gordon Brown para lograr recursos con que invertir sin endeudarse ni subir impuestos. Al final del proceso, m¨¢s de 200 compa?¨ªas del PFI eran propiedad de sociedades radicadas en para¨ªsos. Y lo m¨¢s divertido, sino pat¨¦tico: las sucursales de la Agencia Tributaria de su majestad, el edificio de su sede, y el del Tesoro, entre otros, ten¨ªan de caseros a corporaciones radicadas en para¨ªsos fiscales inmunes a la acci¨®n de la inquilina, la Agencia Tributaria, tributaria ahora de Bermudas y de Jersey (gr¨¢fico 3).
Ese episodio ilustra hasta qu¨¦ punto la postura de algunos Estados sobre los b¨²nkeres es ambivalente y contradictoria. Combaten a las jurisdicciones irregulares porque reducen su recaudaci¨®n de impuestos. Pero son ben¨¦volos con algunos, sobre todo ¡ªpero no ¨²nicamente¡ª con los m¨¢s cercanos, porque sirven de aliviadero a sus empresas nacionales. Y si adem¨¢s se trata de Gobiernos de signo ultraliberal, esto es, favorables a la idea de la competencia fiscal sin matices como palanca para reducir la presi¨®n impositiva del capital y por ende adelgazar el Estado, como presuntos acicates del crecimiento econ¨®mico, entonces, ay, miel sobre hojuelas. Y obvia explicaci¨®n de por qu¨¦ es tan ardua la erradicaci¨®n de esas jurisdicciones.
La gran banca y la gran empresa tienen sucursales en los ¡®b¨²nkeres¡¯
Una alta presi¨®n fiscal sobre las rentas superiores no estrope¨® el crecimiento en Estados Unidos durante los 30 gloriosos a?os de la posguerra mundial. Pero estimul¨® la expansi¨®n de los para¨ªsos ya existentes como vestigio colonial. Los tipos marginales brit¨¢nicos de hasta el 98% para financiar el esfuerzo de guerra, y por encima del 80% en los a?os sesenta, catapultaron el ¨¦xito de dos avispados banqueros sin escr¨²pulos, reto?os de Arthur Andersen, en los setenta y ochenta.
Roy Tucker y Ron Plummer eran especialistas en ejercicios de ingenier¨ªa resumibles en anular beneficios fiscalizables con artificiales minusval¨ªas for¨¢neas o costos desgravables mediante sofisticados ¡°esquemas de exenci¨®n de deuda¡±, activados en distintas triangulaciones, detalla Richard Brooks (The Great Tax Robbery, Oneworld, Londres, 2013). O sea, el para¨ªso sin moverse del sal¨®n.
Lo clave es explotar los intersticios transfronterizos, siempre ayudados por consultoras especializadas como PriceWaterhouse o Ernst & Young. El arbitraje fiscal consiste en enfrentar una legislaci¨®n fiscal con otra, aprovechando lagunas y as¨ª provocar pagos entre pa¨ªses, normalmente Reino Unido y EE UU, desgravables fiscalmente en el pa¨ªs donde se abonan y exentos del fisco en el que los recibe, sintetiza Brooks. Deudas y participaciones se confunden. Beneficios se disfrazan de cr¨¦ditos que no tributan, una especialidad de la banca de la City: Barclays, Lloyds, RBS...
O bien la triangulaci¨®n. Las firmas canadienses que invert¨ªan en EE UU utilizaron profusamente el s¨¢ndwich holand¨¦s: enviaban fondos a las Antillas Holandesas, y de ah¨ª a Holanda para acabar en EE UU: en el camino menguaba la retenci¨®n fiscal sobre dividendos del 15% al 5% ¡°y la retenci¨®n fiscal sobre los intereses, del 30% al 0%¡±, explica Juan Hern¨¢ndez-Vigueras (La Europa opaca de las finanzas, Icaria, Barcelona, 2008).
Los 'b¨²nkeres' han contribuido a desfiscalizar el capital a la mitad
Vodafone triangul¨® Reino Unido, Suiza y Luxemburgo en la compra de Mannesmann, tributando en Luxemburgo al 0,03% de sus beneficios, 2.500 millones de d¨®lares en 2011. Pearson, un 0,06%; Glaxo, un 0,016%. Y es que el Gran Ducado, aunque mantiene un impuesto de sociedades del 29%, mira para otro lado y cobra menos del 1% cuando sus clientes etiquetan capital o resultados como cr¨¦dito y otras lindezas. Sin contar con que sus sociedades de gesti¨®n de patrimonio ni pagan por renta, ni por IVA, ni naturalmente por patrimonio.
Pero son dos islas, aunque metropolitanas, los grandes b¨²nkeres mundiales: Manhattan y Gran Breta?a. La City de Londres ¡°es el centro de la parte m¨¢s importante del sistema offshore (extraterritorial) global¡±, defiende Shaxson. Su telara?a la completan tres anillos: las dependencias de la Corona (las cercanas islas Man, Guernsey y Jersey); territorios de ultramar (Caim¨¢n, Bermuda, V¨ªrgenes, Gibraltar), y excolonias como Hong Kong o Bahamas. Canalizan a Londres el dinero que atraen, sin comprometer a la City con las suciedades de origen: Jersey or jail (prisi¨®n), reza el viejo adagio de la nueva pirater¨ªa.
Todo empez¨® con la descolonizaci¨®n y la Commonwealth. Pero el big bang desregulador decretado por Margaret Thatcher en 1986 multiplic¨® su nuevo imperio virtual, el de las finanzas, incluidas las sospechosas.
Londres se afianz¨® con dos armas. Una, el secreto, no a la manera de las cuentas an¨®nimas y numeradas de la banca suiza, sino con su legislaci¨®n de los trusts, la posibilidad de que los directores de sociedades de los para¨ªsos lo fuesen tambi¨¦n de sociedades brit¨¢nicas, y no se sepa ni qui¨¦n manda ni qui¨¦n es el due?o. Otra, la regla del domicilio, que atrae como residentes a deportistas de ¨¦lite, artistas, oligarcas rusos o magnates del petr¨®leo, con el se?uelo de que solo tributar¨¢n por sus ingresos anglo-brit¨¢nicos. No es pues raro leer que ¡°Londongrad es una lavadora gigante para lavar los fondos procedentes del crimen¡±, seg¨²n describe el vicefiscal general ruso Alexander Zvygintsev (Anthony Sampson, Who runs this place?, Londres, John Murray, 2005).
Casi todos los grandes esc¨¢ndalos financieros recientes se trenzaron en la City: desde el enmascaramiento de la contabilidad de Grecia en la oficina de Goldman Sachs, en 2002 a la quiebra del Northern Rock, pasando por los fondos ultraespeculativos Abacus colocados al Royal Bank of Scotland, antes endilgados al holand¨¦s ABN-Amro, y a su desastroso colega alem¨¢n IKB; o por el br¨®ker que en 2011 desfalc¨® por la cara 1.500 millones de euros al suizo UBS.
La clave es usar las lagunas legales y triangular pa¨ªses para eludir al fisco
La otra isla, donde radica Wall Street, se dispar¨® en estos afanes en 1981 con la Facilidad Bancaria Internacional de Ronald Reagan, que permiti¨® a los banqueros hacer desde Manhattan lo mismo que desde las islas caribe?as, prestando a los extranjeros, ahora eximidos de impuestos. Pronto le seguir¨ªa el secreto bancario de Delaware, que adem¨¢s de ventajas fiscales, concedi¨® a los directivos de las empresas all¨ª domiciliadas (aunque no trasladasen su sede) m¨¢s poder que a los accionistas. M¨¢s de la mitad de las empresas que cotizan en Bolsa en EE UU est¨¢n domiciliadas en Delaware.
?Cu¨¢les son los efectos de estas tendencias? Al menos, tres:
¡ªLa competencia perjudicial de los b¨²nkeres ha inducido una artificial desfiscalizaci¨®n del capital, por temor a que este se fugue, lo que transfiere su factura al resto de los contribuyentes. Ha sucedido as¨ª en casi todo Occidente, de forma destacada en el ¨¢rea anglosajona. As¨ª, en los a?os cincuenta las corporaciones norteamericanas pagaban el 40% de los impuestos directos; hoy, aproximadamente el 20%. Y el 0,1% de los contribuyentes m¨¢s ricos redujeron su tipo efectivo desde el 60% en 1960 hasta el 33% en 2007. De igual modo, los beneficios de las compa?¨ªas brit¨¢nicas crecieron entre 1999 y 2011 un 58%, mientras que sus contribuciones a Hacienda ¨²nicamente aumentaron menos de un 5%.
¡ªLa m¨¢s grandiosa transferencia de riqueza de los pobres ¡ªsobre todo por la evasi¨®n de capitales de las ¨¦lites africanas y latinoamericanas a los ricos¡ª en la historia de la humanidad, seg¨²n la ONG bruselense Eurodadorudad (Global Development Finance: illicit flows report 2009).
¡ªUn fuerte impacto en la generaci¨®n de la gran crisis iniciada en 2007-2008. El mencionado informe de la OCDE de 2009 denunci¨® algunas ¡°pol¨ªticas fiscales como factores que exacerbaron¡± la crisis: la exenci¨®n o suspensi¨®n de impuestos sobre beneficios for¨¢neos; las asociaciones con los refugios fiscales; los instrumentos h¨ªbridos (como las preferentes); los incentivos al crecimiento r¨¢pido de los beneficios bancarios (bonus excesivos). Fue tambi¨¦n desde Wall Street y desde la City que a trav¨¦s de sus sucursales en los para¨ªsos cl¨¢sicos se distribuyeron retazos de las t¨®xicas hipotecas subprime y otros peligrosos productos h¨ªbridos y derivados.
Multinacionales e Ibex 35, clientes
Dos tercios del comercio transfronterizo internacional se desarrollan en el interior de las propias multinacionales. ?Cu¨¢les transfieren beneficios a los desfiscalizados para¨ªsos y costes desgravables a los pa¨ªses con tributos?
Entre otros, Google, que rebaj¨® 3.100 millones de d¨®lares jugando al s¨¢ndwich, por lo que acab¨® pagando solo un 2,4% de impuestos. O Microsoft. O Cisco... Hasta dos tercios de las corporaciones americanas o for¨¢neas que actuaban en EE UU eludieron tributos en 2008, pese a unas ventas conjuntas de 2,5 billones de d¨®lares. El 83% de las mayores corporaciones estadounidenses disponen de sucursales en para¨ªsos fiscales (Jos¨¦ Luis Escario, Para¨ªsos fiscales. Fundaci¨®n Alternativas; Madrid, 2011). Y muchas est¨¢n domiciliadas en el de Delaware, como Coca-Cola, General Motors o ExxonMobil.
Tambi¨¦n se aprovechan de ellos las multinacionales europeas, como las brit¨¢nicas Boots o Diageo, al comprar v¨ªa Holanda la fabricante escocesa de Johnnie Walker.
En Espa?a, el 80% de las empresas del Ibex 35 tienen presencia en para¨ªsos fiscales a trav¨¦s de sociedades participadas. No informan de sus actividades all¨¢, seg¨²n el Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa. Las inversiones en los b¨²nkeres se disparan (en nueve meses de 2010 duplicaron las de 2009), mientras que en Espa?a la recaudaci¨®n por el impuesto de sociedades se desplom¨® un 55% entre 2007 y 2009, pese a que los beneficios de las grandes empresas solo bajaron un 14% en el periodo.
Empresas como Zara se ahorran impuestos al facturar sus ventas por Internet desde Irlanda. Microsoft tributa en Irlanda las ventas digitales de software fabricado en Espa?a.
Y Espa?a ha sido utilizada alguna vez como bocadillo fiscal: lo hizo en 2009 y 2010 la mayor empresa del mundo, ExxonMobil, triangulando con Luxemburgo, que no practic¨® retenciones en sus beneficios, y en Espa?a estaban legalmente exentos.
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