La desigualdad asesina el consenso social
La reforma de las pensiones es el debate social m¨¢s importante que tiene planteada la sociedad espa?ola (y) estamos trabajando para lograr el mayor consenso posible¡±. Son palabras de la ministra F¨¢tima B¨¢?ez. Desconozco si esta referencia al consenso es la expresi¨®n de una honesta y decidida voluntad pol¨ªtica de alcanzarlo o simplemente es un adorno ret¨®rico en el proceso de aprobaci¨®n de la reforma por el Gobierno.
En cualquier caso, vale la pena preguntarse si el consenso es una p¨¦rdida de tiempo, como piensan algunos, o por el contrario, es algo no solo deseable sino una condici¨®n necesaria para lograr la plena eficacia de la reforma. Si es as¨ª, ?qu¨¦ factores pueden favorecerlo o, por el contrario, hacerlo inviable? Y, ?en qu¨¦ medida la reforma de la ministra contiene los factores que permiten el consenso o lo impiden? Vayamos por partes.
Los manuales de pol¨ªtica econ¨®mica distinguen entre dos tipos de pol¨ªticas. Por un lado, las pol¨ªticas econ¨®micas corrientes, adoptadas dentro del marco vigente de normas e instituciones que ordenan el sistema econ¨®mico y social. La modificaci¨®n de los tipos impositivos o la reducci¨®n del gasto p¨²blico en infraestructuras son ejemplos de medidas de este tipo. Para su eficacia, el Gobierno solo necesita utilizar su mayor¨ªa parlamentaria sin necesidad de mayores consensos.
Por otro, est¨¢n aquellas pol¨ªticas que modifican las reglas b¨¢sicas del sistema econ¨®mico y social. A estas medidas les llamamos reformas porque cambian el marco de normas e instituciones que regulan la relaci¨®n entre los diferentes actores econ¨®micos y sociales y el comportamiento a largo plazo de los individuos y de los grupos sociales.
La teor¨ªa de la pol¨ªtica econ¨®mica democr¨¢tica se?ala que para que las reformas alcancen su plena eficacia no basta con la mayor¨ªa parlamentaria del Gobierno; necesitan del consenso social. Eso es as¨ª en la medida en que el consenso, al reducir el conflicto social, permite ganancias de productividad y de bienestar social.
El problema para los Gobiernos es que el consenso es un contrato social voluntario que no se puede imponer, sino que requiere de la unanimidad de todos los actores relevantes. La voluntariedad y unanimidad es lo que mejora la calidad de las instituciones y permite esas ganancias de productividad y bienestar. Adem¨¢s, y no es una ventaja menor, el consenso permite establecer reglas comunes sin tener que sacrificar los fundamentos b¨¢sicos individuales de la democracia.
Los pensionistas, presentes y futuros, saben perfectamente que perder¨¢n ingresos, que estar¨¢n peor en el futuro y que aumentar¨¢ la desigualdad. Esta certeza de mayor desigualdad asesina el consenso social
Pero si uno o varios actores relevantes de los que se mueven en la actividad sometida a reforma no participan del contrato, la mejora de la productividad y del bienestar no se lograr¨¢. El Gobierno podr¨¢ utilizar en ese caso su mayor¨ªa parlamentaria para imponerla y comportarse como un dictador benevolente, pero la calidad de la regla se ver¨¢ afectada y no tendr¨¢ la misma eficacia.
Por tanto, la ministra B¨¢?ez tiene buenas razones para buscar el consenso sobre su reforma.
Ahora que sabemos que el consenso determina la calidad de las reformas, volvamos a la segunda cuesti¨®n: ?Qu¨¦ factores posibilitan alcanzar el consenso y cu¨¢les lo dificultan o impiden? Para tratar de responder a esta cuesti¨®n, planteemos esta otra: ?Por qu¨¦ fue posible alcanzar un gran consenso reformista en Espa?a a finales de los a?os setenta? O, ?Por qu¨¦ los pa¨ªses europeos pudieron alcanzar un gran consenso sobre la econom¨ªa de mercado y el Estado de bienestar a la salida de la Segunda Guerra Mundial?
El factor com¨²n era la existencia de una situaci¨®n de incertidumbre que imped¨ªa a los individuos y grupos sociales de toda condici¨®n conocer con certeza cu¨¢l ser¨ªa su situaci¨®n futura partiendo de la salud, del trabajo, de las pensiones o de la educaci¨®n. Utilizando los t¨¦rminos de los te¨®ricos del consenso, esa situaci¨®n de incertidumbre crea un velo de ignorancia acerca de nuestra situaci¨®n en el futuro. Ese velo es el que nos hace ser m¨¢s razonables, objetivizar mejor nuestros intereses y buscar el acuerdo con los otros.
Pero, por el contrario, cuando sabemos con certeza c¨®mo nos va a afectar una determinada reforma, la incertidumbre y el velo desaparecen y somos menos partidarios del consenso.
Eso es lo que ocurre con la nueva regla de c¨¢lculo de las pensiones que la ministra ha puesto encima de la mesa. Los pensionistas, presentes y futuros, saben perfectamente que perder¨¢n ingresos, que estar¨¢n peor en el futuro y que aumentar¨¢ la desigualdad. Esta certeza de mayor desigualdad asesina el consenso social.
?No hay forma de conciliar la situaci¨®n de las cuentas de la Seguridad Social con el consenso sobre la reforma de las pensiones? La hay. En estos casos, la teor¨ªa y la experiencia de las buenas reformas recomiendan introducir un intervalo de tiempo entre el momento de aprobaci¨®n de la reforma y su puesta en pr¨¢ctica. Esto crea una situaci¨®n de incertidumbre, digamos de dos a?os, durante los cuales las condiciones econ¨®micas pueden mejorar y hacer que la reforma no produzca esos efectos desigualitarios. Esta incertidumbre favorece el consenso.
Con su reforma de las pensiones, la ministra B¨¢?ez tiene que decidir si su objetivo es mostrar a la UE un ¨¦xito pol¨ªtico a corto plazo, a modo de trofeo de caza, o lograr una reforma duradera que aumente la sostenibilidad del sistema y la productividad y el bienestar a largo plazo. El tiempo dir¨¢.
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