Vicky Roy, de ni?o de la calle en la India a fot¨®grafo reconocido
Cuando Vicky Roy ten¨ªa 11 a?os huy¨® de su casa en un pueblo del este de la India con destino a Nueva Delhi, donde, despu¨¦s de malvivir en sus calles durante un tiempo, se traslad¨® a un centro de acogida, en el que recibi¨® una c¨¢mara.
El objetivo de esa c¨¢mara, de manera instintiva, torn¨® hacia la realidad de los ni?os de la calle que le acogieron cuando lleg¨® lloroso a la estaci¨®n central de la capital india desde Purulia, en Bengala, en el otro extremo del pa¨ªs, donde viv¨ªa con sus abuelos.
Vicky comenz¨® a fotografiar, con 16 a?os, a los cr¨ªos que, al igual que ¨¦l cuando lleg¨® a Nueva Delhi, recog¨ªan botellas vac¨ªas de pl¨¢stico en grandes sacos, para luego rellenarlas de agua y venderlas a los pasajeros de la estaci¨®n por unas pocas rupias.
Las im¨¢genes, para sorpresa de muchos, plasmaban una mirada nueva y diferente hacia la cruda realidad que describ¨ªan, con juegos, cargadas de cotidianidad y carentes, como Vicky narra a Efe, "de la l¨¢stima que muestran otros fot¨®grafos".
De esas instant¨¢neas naci¨®, con 20 a?os, su primera exposici¨®n: "Street Dreams" (Sue?os de la calle), que supuso el inicio de una espiral de exhibiciones y premios que lo han llevado incluso a desayunar en Buckingham Palace en Londres con el pr¨ªncipe Eduardo.
"Era una sensaci¨®n extra?a fotografiar a los turistas desde el interior del palacio mientras ellos hac¨ªan lo mismo desde el exterior", recuerda el joven fot¨®grafo, que cuenta su historia de carrerilla, acostumbrado a lidiar con los medios.
Vicky parece cansado de que la gente lo valore m¨¢s por sus or¨ªgenes como ni?o de la calle que por la calidad de sus fotograf¨ªas, y cuando se le pide que muestre los lugares en los que vivi¨® a su llegada a la capital, lo hace veloz, con prisas.
"Es que en unas horas tengo una cita para entregar un ejemplar de mi libro -publicado recientemente por la Fundaci¨®n Nazar-", se justifica Vicky, tras mostrar desde un puente la estaci¨®n de tren de Nueva Delhi o el puesto de comida en el que trabaj¨® unos meses.
La ruta finaliza en uno de los centros de acogida que la ONG "Salam Baalak Trust" (SBT) tiene en el centro de la capital india, donde unos 40 menores del total de 5.000 que ayuda la organizaci¨®n buscan, como hizo Vicky en su momento, encaminar sus vidas.
"Vengo aqu¨ª a menudo a hablar con los chicos y cuando tengo alguna exposici¨®n les llevo conmigo. Aprecian mucho el trabajo que hago y les doy consejos: les digo que no hay atajos en la vida, que los estudios son importantes", explica Vicky.
En el espartano edificio de una planta decenas de cr¨ªos se reparten por las dos habitaciones habilitadas, las cuales hacen las veces de dormitorio y zona de recreo, al igual que la azotea, donde los ni?os de mayor edad suelen pasar la noche.
Cuando se habla con esos j¨®venes parece repetirse una y otra vez la historia de abusos y pobreza que experiment¨® Vicky cuando viv¨ªa con sus abuelos.
Uno de los mayores, Ramzan, que coincidi¨® con Vicky en el centro, huy¨® de los "maltratos" de su madre cuando ten¨ªa cinco a?os, y no fue hasta un a?o despu¨¦s de escaparse, mientras se encontraba en la puerta de un colegio, que todo cambi¨®.
"Un profesor se me acerc¨® y me pregunt¨® si quer¨ªa estudiar, y como le dije que s¨ª me mand¨® a aqu¨ª con una mujer. Ella es ahora como mi madrina, me lo ha dado todo: ropa, comida, techo. Quiero corresponderla, por eso estoy estudiando duro", explica Ramzan.
Amar Kumar, otro de los ni?os del centro, revela desde la azotea, donde otros cr¨ªos corretean o juegan al cr¨ªquet, que se fug¨® de casa porque sus padrastros, que eran muy pobres, no le dejaban estudiar.
"Ahora que puedo estudiar voy a conseguir destacar y ser alguien en la vida, cr¨¦eme que lo conseguir¨¦", sentencia decidido chapurreando algo de ingl¨¦s a diferencia del resto.
Ese optimismo, sin embargo, desaparece al charlar con otro de los menores, Dheeraj Kumar, uno de los m¨¢s peque?os del centro.
Se escap¨® de su pueblo en Bihar, a cientos de kil¨®metros de la capital, porque su padre se emborrachaba y le pegaba.
Una noche, ya en Nueva Delhi, mientras dorm¨ªa en la estaci¨®n despu¨¦s de un duro d¨ªa de trabajo recogiendo pl¨¢sticos, un amigo le avis¨® de que llegaba un tren y que deb¨ªan subirse a ¨¦l, pero cuando alcanz¨® el vag¨®n resbal¨® y fue arrollado.
A Dheeraj le faltan ahora varios dedos en unos pies deformados y llenos de cicatrices y, aunque asegura que no siente dolor, es incapaz de caminar, por lo que debe arrastrase.
Para aquellos que han decidido luchar, un cartel con la portada del libro de Vicky Roy preside la entrada del centro de acogida, "todo un impulso", dicen algunos, para seguir adelante.
Moncho Torres
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