F¨®sforo y libertad
En el ¨²ltimo n¨²mero de la revista Times, Robert Draper hac¨ªa una descripci¨®n de los pol¨ªticos libertarios j¨®venes ¡ªen t¨¦rminos generales, gente que combina la econom¨ªa del libre mercado con unas opiniones sociales permisivas¡ª y se preguntaba si ir¨ªamos camino de un ¡°momento libertario¡±. No parece probable. Los sondeos indican que los j¨®venes estadounidenses tienden, si acaso, a respaldar m¨¢s que sus mayores la idea de una Administraci¨®n m¨¢s grande. Pero me gustar¨ªa plantear una pregunta diferente: ?la econom¨ªa libertaria es realista?
La respuesta es que no. Y el motivo puede resumirse en una palabra: f¨®sforo.
Como probablemente hayan o¨ªdo, la ciudad de Toledo recomendaba hace poco a sus residentes que no bebiesen agua del grifo. ?Por qu¨¦? Por la contaminaci¨®n provocada por una proliferaci¨®n de algas en el lago Erie, debida en gran parte a los residuos l¨ªquidos de f¨®sforo procedentes de las granjas.
Cuando le¨ª la noticia, me vino algo a la cabeza. La semana pasada, muchos peces gordos del Partido Republicano hablaban en una conferencia patrocinada por el blog Red State; y me acord¨¦ de un serm¨®n antigubernamental que solt¨® hace unos a?os Erick Erickson, el fundador del blog. Erickson daba a entender que las normas gubernamentales opresivas hab¨ªan llegado a un punto en el que los ciudadanos podr¨ªan sentir el impulso de ¡°encaminarse hacia la casa de un legislador estatal, sacarlo a la calle y darle una buena paliza¡±. ?A qu¨¦ se deb¨ªa su c¨®lera? A que se hab¨ªan prohibido los fosfatos en los detergentes para lavavajillas. Despu¨¦s de todo, ?qu¨¦ inter¨¦s pod¨ªan tener los funcionarios de la Administraci¨®n en hacer algo as¨ª?
Una aclaraci¨®n: los Estados que est¨¢n a orillas del lago Erie prohibieron o restringieron en gran medida los fosfatos en los detergentes hace ya mucho, lo que durante un tiempo ha librado al lago del desastre. Pero hasta ahora no se ha podido controlar eficazmente la agricultura, y el lago est¨¢ agonizando otra vez y har¨¢n falta m¨¢s intervenciones gubernamentales para salvarlo.
La cuesti¨®n es que, antes de despotricar contra una injerencia gubernamental injustificada en nuestras vidas, tendr¨ªamos que preguntarnos por qu¨¦ interviene la Administraci¨®n. A menudo ¡ªno siempre, claro est¨¢, pero mucho m¨¢s a menudo de lo que los incondicionales del libre mercado querr¨ªan hacernos creer¡ª hay, de hecho, un buen motivo para que el Gobierno tome medidas. El control de la contaminaci¨®n es el ejemplo m¨¢s simple, pero no el ¨²nico.
Los pol¨ªticos libertarios no quieren creer que haya problemas cuya soluci¨®n exija la intervenci¨®n estatal
Los pol¨ªticos libertarios inteligentes siempre han sido conscientes de que hay problemas que el libre mercado no puede resolver por s¨ª solo, pero sus alternativas a la Administraci¨®n tienden a ser poco plausibles. Por ejemplo, es c¨¦lebre el hecho de que Milton Friedman ped¨ªa la abolici¨®n del Organismo para el Control de Alimentos y Medicamentos. Pero, en ese caso, ?c¨®mo sabr¨ªan los consumidores que la comida y los medicamentos son de fiar? Su respuesta era que recurriesen a la responsabilidad civil. Afirmaba que las grandes empresas tendr¨ªan incentivos para no envenenar a la gente por el miedo a las demandas legales.
?Creen que eso ser¨ªa suficiente? ?De verdad? Y, por supuesto, la gente que protesta por una Administraci¨®n grande tambi¨¦n tiende a defender la reforma de las leyes de responsabilidad civil y a atacar a los abogados procesalistas.
Lo m¨¢s habitual es que los autodenominados pol¨ªticos libertarios se enfrenten al problema del fracaso del mercado pretendiendo que no existe e imaginando la Administraci¨®n como algo mucho peor de lo que es. Vivimos en una novela de Ayn Rand, repiten. (No es as¨ª). Tenemos m¨¢s de un centenar de programas de asistencia social diferentes, nos dicen, que est¨¢n malgastando sumas inmensas en burocracia, m¨¢s que en ayudar a los pobres. (No los tenemos, y no, no est¨¢n haciendo tal cosa).
Por cierto, a menudo, me sorprende el modo en que los clich¨¦s antigubernamentales pueden imponerse sobre la experiencia cotidiana. Cuando uno habla de la funci¨®n que desempe?a la Administraci¨®n, siempre hay gente que responde con frases como: ¡°?Es que quieres que todo funcione como el Departamento de Veh¨ªculos Motorizados?¡±. La experiencia var¨ªa; pero mis encuentros con la Comisi¨®n de Veh¨ªculos Motorizados (CVM) de Nueva Jersey han ido bastante bien en general (mejor que el trato con las empresas de seguros o de televisi¨®n por cable) y estoy seguro de que muchos pol¨ªticos libertarios admitir¨ªan, si fuesen sinceros, que su relaci¨®n con la CVM tampoco ha sido tan mala. Pero a ellos les gustan las leyendas, no los hechos.
Los pol¨ªticos libertarios tambi¨¦n tienden a echar mano de las extrapolaciones. No quieren creer que haya problemas cuya soluci¨®n exija una intervenci¨®n gubernamental, as¨ª que tienden a dar por sentado que los dem¨¢s tambi¨¦n recurren a razonamientos tendenciosos para respaldar su programa pol¨ªtico; que, por ejemplo, cualquiera que se preocupe por los problemas medioambientales est¨¢ utilizando la t¨¢ctica del miedo para defender el plan oculto de una Administraci¨®n grande. Paul Ryan, el presidente del Comit¨¦ Presupuestario de la C¨¢mara, no solo piensa que vivimos dentro de la trama de La rebeli¨®n de Atlas; afirma que todo el alboroto en torno al cambio clim¨¢tico no es m¨¢s que ¡°una excusa para hacer que crezca la Administraci¨®n¡±.
Como he dicho al principio, no hay que fiarse de los comentarios sobre el auge de las ideas libertarias; a pesar del creciente liberalismo social de Estados Unidos, el verdadero poder de la derecha sigue residiendo en la tradicional alianza entre los plut¨®cratas y los predicadores. Pero las visiones libertarias de una econom¨ªa liberalizada s¨ª que desempe?an una funci¨®n destacada en el debate pol¨ªtico, as¨ª que es importante entender que dichas visiones son un espejismo. Por supuesto, algunas intervenciones gubernamentales son innecesarias y desaconsejables. Pero la idea de que tenemos una Administraci¨®n much¨ªsimo m¨¢s grande e intrusiva de lo que necesitamos es una fantas¨ªa absurda.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa de Princeton y premio Nobel de 2008
Traducci¨®n de News Clips.
? 2014 New York Times Service.
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