El siguiente acto de Internet
Llevar las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n a todos y que no act¨²en como factor de desigualdad es fundamental para nuestro futuro
Hace diez a?os el mundo emergi¨® de la debacle de los puntocom o negocios en Internet, y se empez¨® a considerar m¨¢s seriamente el potencial de la Red. Si bien la avaricia especulativa y el temor de quedarse al margen pudieron haber influido en las perspectivas a corto plazo, nunca se tuvo duda sobre el panorama a largo plazo. Yo, junto con otros economistas optimistas, supusimos que el flujo gratuito de informaci¨®n y comunicaci¨®n anunciar¨ªan una era de crecimiento r¨¢pido de la productividad y el bienestar ¡ªen mayor o menor medida¡ª para todos, sin importar el tipo de destrezas, riqueza u origen social. ?Acertamos?
En muchos sentidos, la revoluci¨®n de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n y las comunicaciones (TIC) ha dado m¨¢s de lo que promet¨ªa ¡ªy a menudo de formas inesperadas¡ª. Para muchos, la verdadera maravilla de la era digital es su creaci¨®n de un mundo paralelo. Cualquiera con una computadora port¨¢til y una conexi¨®n a Internet puede conversar con amigos virtuales; observar acontecimientos extraordinarios que pueden o no haber pasado; o divertirse con juegos en un mundo irreal con una complejidad incomparable.
Internet ha creado un paisaje accesible para todos y que puede inspirarnos en niveles de imaginaci¨®n mayores. En efecto, aquellos que se mofan del valor de esto deber¨ªan recordar que desde que Homero describiera alrededor de la chimenea la ira de Aquiles, los sue?os han sido nuestra fuente de inspiraci¨®n y placer m¨¢s grande.
Sin embargo, los beneficios de Internet no solo han sido para aquellos que trabajan o juegan en l¨ªnea. Todos han ganado en determinada medida. Veamos los supermercados Walmart, Costco, Tesco o Lidl de cualquier parte del mundo y comparemos el precio, calidad y oferta actuales de los productos con los de una o dos generaciones anteriores. Este cambio espectacular positivo refleja el desarrollo veloz de las cadenas globales de suministro, en las que la investigaci¨®n, constante y en tiempo real, de las preferencias de los consumidores permite a los fabricantes en lugares lejanos saber instant¨¢neamente qu¨¦ producir, cu¨¢ndo y c¨®mo hacerlo.
Todav¨ªa falta mucho m¨¢s. Las compa?¨ªas est¨¢n usando Internet para financiar mediante donativos del p¨²blico nuevas ideas e incluso permitir a los consumidores participar en el dise?o de sus propios productos. Nuevas plataformas en la web permiten a personas comunes ¡ªsin dinero o destrezas especiales¡ª compartir sus autom¨®viles, habitaciones o incluso herramientas, y, por ende, est¨¢ desafiando el dominio de corporaciones globales. El "Internet de las cosas" est¨¢ conectando art¨ªculos dom¨¦sticos simples (como un termostato) a la web, ayudando as¨ª a los propietarios a ahorrar dinero y hasta a reducir sus emisiones de di¨®xido de carbono.
Y con todo nos debemos hacer la pregunta: ?todos se benefician en la nueva econom¨ªa? Solo unos cuantos afortunados, en especial aquellos que combinan pensamiento creativo con conocimientos financieros, han capturado completamente las ventajas monetarias de la revoluci¨®n de las TIC, y en ese proceso se han convertido en su imagen.
M¨¢s abajo en la escala econ¨®mica, la mayor¨ªa de las personas, aunque disfrutan el acceso f¨¢cil a la tecnolog¨ªa y los precios bajos, han perdido terreno, pues los salarios reales han ca¨ªdo durante muchos a?os. Esta no es una ca¨ªda temporal: la mano de obra en las econom¨ªas occidentales avanzadas ya no puede exigir grandes ventajas salariales y la situaci¨®n de los trabajadores puede empeorar todav¨ªa m¨¢s.
Adem¨¢s, los directivos y los empleados de oficina (la fuerza intelectual que mantiene funcionando la intrincada maquinaria corporativa global, y que alguna vez fueron la columna vertebral de las clases medias) ya no son tan codiciados como anta?o. Muchas de sus habilidades que durante mucho tiempo sustentaron su estatus, carreras y medios de vida se est¨¢n haciendo superfluas.
Para una familia ordinaria de clase media actual, un percance m¨¦dico se puede convertir en una cat¨¢strofe financiera. Ser due?o de una casa implica endeudarse de por vida. Ofrecer una educaci¨®n decente a los hijos exige luchar y hacer sacrificios. Estamos siendo testigos del derrumbe de los supuestos que definieron a las familias de clase media ¡ªy muchos hogares de la clase trabajadora¡ª durante al menos dos generaciones.
?Qui¨¦n est¨¢ hablando por ellos? La mayor¨ªa de los hogares tienen algo que ganar si contin¨²a la revoluci¨®n de las TIC. Sin embargo, las familias de clase trabajadora y clase media se beneficiar¨ªan m¨¢s si los productos y servicios hiperbaratos, la informaci¨®n gratuita y las experiencias virtuales de ocio aumentaran, en lugar de erosionar, sus habilidades comercializables. El pol¨ªtico que logre conducir a la revoluci¨®n en esa direcci¨®n tal vez nunca vuelva a perder unas elecciones.
J. Bradford DeLong, exsubsecretario del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, es profesor de Econom¨ªa de la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado de la Oficina Nacional de Investigaci¨®n Econ¨®mica.
Traducci¨®n de Kena Nequiz.
? Project Syndicate, 2014.
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