La gran tienda de nuestras vidas
El Corte Ingl¨¦s hizo triunfar en Espa?a un nuevo modelo y creci¨® en paralelo al desarrollo y modernizaci¨®n del pa¨ªs
Pude saludar a Isidoro ?lvarez en alguna ocasi¨®n, pero he o¨ªdo hablar de ¨¦l desde que tengo uso de raz¨®n. Mi padre, ahora jubilado, ha pasado m¨¢s de 45 a?os, la mayor parte de su vida, trabajando en El Corte Ingl¨¦s, donde entr¨® como vendedor y acab¨® siendo director de uno de sus grandes centros. Nos fuimos a vivir a Las Palmas cuando El Corte Ingl¨¦s abri¨® all¨ª sus puertas y el trabajo de mi padre nos llev¨® luego a Vigo y de vuelta a Madrid. Mi vida familiar ha estado marcada por las decisiones de Isidoro y por las de su t¨ªo, al que en mi casa siempre se le llam¨® Don Ram¨®n. Aunque, de forma excepcional, escribo esto en primera persona, la historia de El Corte Ingl¨¦s ha sido tambi¨¦n, en alguna medida, la historia de Espa?a en estas ¨²ltimas d¨¦cadas.
Siendo ni?o, lo que m¨¢s me fascinaba cuando alg¨²n d¨ªa de compras entr¨¢bamos un momento en el despacho de mi padre, era la serie de fotograf¨ªas que colgaban de las paredes. Eran de los diferentes centros de El Corte Ingl¨¦s repartidos por toda Espa?a. Estaban en orden cronol¨®gico, empezando por la imagen en blanco y negro de la peque?a sastrer¨ªa del centro de Madrid cuya gran ventaja era dar a tres calles: Preciados, Carmen y Rompelanzas. La sastrer¨ªa, fundada en 1890, fue comprada por Ram¨®n Areces en 1935. La siguiente foto, tambi¨¦n en blanco y negro, era la de Preciados 3, donde tras la reforma de 1946, el edificio pas¨® a tener cinco plantas y a organizarse como un gran almac¨¦n de venta por departamentos. Las siguientes fotos eran en color: Goya, Princesa y Castellana, en Madrid; Barcelona, Sevilla, Bilbao, Valencia, M¨¢laga, Vigo, Las Palmas¡ Poco a poco se iban a?adiendo nuevas fotograf¨ªas a la colecci¨®n, que se repet¨ªa como decoraci¨®n en los despachos de otros directivos.
Por aquel entonces, las ciudades se divid¨ªan en dos: las que ten¨ªan Corte Ingl¨¦s y las que no. Que abriesen unos grandes almacenes de la firma del tri¨¢ngulo verde era algo as¨ª como entrar en la modernidad. No hab¨ªa entonces centros comerciales como hoy los conocemos y la variedad de oferta y la calidad de servicio que brindaba El Corte Ingl¨¦s no ten¨ªa parang¨®n en Espa?a. Siempre era el primero en tener la ¨²ltima novedad llegada de cualquier parte del mundo, en tiempos en que globalizaci¨®n no era una palabra al uso. Mi padre estuvo alg¨²n tiempo en el departamento de compras y era uno de esos ejecutivos que, sin la menor idea de ingl¨¦s ni de ning¨²n otro idioma, se aventuraba a hacer negocios en Suiza, Alemania, Italia o Austria para traer a Espa?a mercanc¨ªa que marcase la diferencia.
El trabajo duro y la exigencia, pero tambi¨¦n el m¨¦rito, impregnaban la cultura de la empresa, en la que se fue formando sobre la marcha una generaci¨®n de directivos que en la Espa?a de entonces apenas ten¨ªan formaci¨®n acad¨¦mica, simplemente no hab¨ªan podido estudiar. Isidoro estaba destinado a morir con las botas puestas. En su Consejo de Administraci¨®n hay m¨¢s de un octogenario. Recuerdo que a mi padre, a punto de cumplir los 70, le cuestionaba que se jubilase, ¡°con lo joven que estaba¡±.
Para el empresario tuvo un sabor especial comprar Galer¨ªas Preciados
La lealtad y entrega a la empresa era otro valor que transmit¨ªan don Ram¨®n e Isidoro a los suyos, a veces de forma exagerada y algo paternalista. Ejerc¨ªa un control f¨¦rreo, como muestra la dificultad que ten¨ªan los sindicatos tradicionales para hacer su trabajo dentro del grupo.
Recuerdo que El Corte Ingl¨¦s abri¨® en Las Palmas, en 1977, justo enfrente de Galer¨ªas Preciados. El ¨¦xito fue tal que la mayor dificultad era reponer la mercanc¨ªa con agilidad para evitar el desabastecimiento. Por entonces la competencia era feroz. En casa estaba (ya no s¨¦ si impl¨ªcita o expl¨ªcitamente) prohibido no ya comprar, sino pr¨¢cticamente entrar en Galer¨ªas. Y m¨¢s adelante, si mi madre o mi hermana se quer¨ªan comprar algo en Zara prefer¨ªan hacerlo a escondidas, no fuera a ser que mi padre se enfadase. La medalla de los 15 a?os y la de los 25 a?os en la empresa era lucida como un orgullo por los empleados.
A finales de los setenta, a¨²n hab¨ªa una gran rivalidad por el liderazgo entre El Corte Ingl¨¦s y Galer¨ªas. Pronto la primac¨ªa de El Corte Ingl¨¦s qued¨® clara. La empresa se convirti¨® en la mayor empresa privada de Espa?a por facturaci¨®n, mientras que las dificultades de Galer¨ªas la hicieron caer en la ¨®rbita de Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Mateos. Cuando muri¨® Ram¨®n Areces, en 1989, ya estaba muy claro que El Corte Ingl¨¦s hab¨ªa ganado la batalla, pero para Isidoro, que hab¨ªa vivido desde el principio esa rivalidad, tuvo un sabor especial la decisi¨®n de comprar en 1995 todos los inmuebles de Galer¨ªas Preciados y asumir su plantilla, en lo que supuso un enorme salto para un grupo que populariz¨® para siempre las rebajas o el ¡°si no est¨¢ satisfecho, le devolvemos su dinero¡±.
Era un trabajador infatigable hasta en vacaciones, solo la caza le distra¨ªa
La fama de Isidoro dentro de la empresa era la de un trabajador infatigable. Veraneaba en Marbella, pero pasaba buena parte de las supuestas vacaciones en los grandes almacenes que El Corte Ingl¨¦s abri¨® en la ciudad. En Madrid tambi¨¦n le gustaba pisar ¡°la tienda¡±, como le llamaban siempre, y corregir de primera mano cualquier defecto que observase. Segu¨ªa la venta al minuto y si alg¨²n d¨ªa alguna tienda pinchaba, ped¨ªa explicaciones. Ten¨ªa pocas aficiones (quiz¨¢ la caza es la que m¨¢s consegu¨ªa alejarle del traj¨ªn diario). Esperaba que los directivos trabajasen seis d¨ªas cada semana de la ma?ana a la noche, o incluso los siete d¨ªas, las contadas semanas que se pod¨ªa abrir en domingo hasta hace unos a?os. Su vozarr¨®n impon¨ªa y le daba fama de mal car¨¢cter, que a veces lo ten¨ªa, pero quienes le trataron m¨¢s tambi¨¦n ve¨ªan en ¨¦l un gran coraz¨®n.
El auge de El Corte Ingl¨¦s fue en paralelo con el desarrollo de Espa?a. Pero la empresa tambi¨¦n sucumbi¨® algo al atractivo de la burbuja y se ha visto golpeada por la crisis y por la competencia. Viendo que el concepto de gran almac¨¦n no pasaba por sus mejores momentos, trat¨® de hacer frente a los rivales con una diversificaci¨®n de formatos que dio desiguales resultados. Sfera nunca ha podido hacer sombra a Zara o Mango, ni Supercor a Mercadona, ni Bricor a Leroy Merlin. Los especialistas han ido sacando tajada de lo que antes era una posici¨®n de dominio absoluta. En la ¨²ltima d¨¦cada aceler¨® la carrera de aperturas, canibalizando en ocasiones sus propias ventas y ha tenido una digesti¨®n dif¨ªcil del exceso de inversiones, en el que abandon¨® la m¨¢xima de autofinanciar el crecimiento. Tras refinanciar la deuda y ver c¨®mo las ventas empezaban a recuperarse, Isidoro volv¨ªa a pensar en la expansi¨®n exterior. Esa tarea le corresponder¨¢ ya a su sucesor.
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