?Qu¨¦ puede hacer el BCE? Dos par¨¢bolas
Mientras no entremos en un espiral de deflaci¨®n, no ser¨¢ necesario ¡®tirar dinero desde los helic¨®pteros¡¯
Mientras en EE?UU y el Reino Unido la recuperaci¨®n es un hecho, la econom¨ªa de la Eurozona flaquea al borde de la recesi¨®n y de la deflaci¨®n. La decisi¨®n de c¨®mo responder a esta situaci¨®n est¨¢ ocasionando serios enfrentamientos en el seno del Consejo del Banco Central Europeo entre Mario Draghi y los representantes alemanes, como contaba una reciente exclusiva de Reuters. ?A qu¨¦ se debe la existencia de visiones tan radicalmente enfrentadas entre Alemania y los dem¨¢s pa¨ªses?
Existen sin duda diferencias de intereses: Alemania, como acreedor, se beneficia de las ca¨ªdas de precios, mientras que los deudores prefieren mayor inflaci¨®n. Y tambi¨¦n hay diferentes experiencias hist¨®ricas: la hiperinflaci¨®n en los a?os 20 del siglo XX que desemboc¨® en el ascenso de Hitler ha marcado una preferencia absoluta de los votantes alemanes por la estabilidad monetaria.
Pero hay tambi¨¦n una profunda diferencia de diagn¨®stico de la crisis entre los analistas alemanes y los dem¨¢s. Para entenderla de forma sencilla, sirven a modo de par¨¢bola dos famosas historias reales recogidas en el reciente libro de Tim Harford, El economista camuflado ataca de nuevo (2014). Empezamos con la primera, contada por dos economistas apellidados Sweeney, marido y mujer, en 1978.
Hab¨ªa una vez en Washington una cooperativa formada por padres que intercambiaban entre ellos su trabajo de canguro para los hijos de los dem¨¢s. El trabajo se pagaba con un ¡®vale¡¯ que equival¨ªa a una hora de trabajo. La idea es buena porque (como el dinero de verdad) permite intercambios amplios. Juan puede hacerle de canguro a Andr¨¦s, pero a lo mejor no hay ning¨²n d¨ªa en el que Juan necesite salir y Andr¨¦s est¨¦ libre para devolverle el favor. Con este sistema, Juan cobra un vale de Andres, y puede usarlo para pagar a otro miembro de la cooperativa.
Desgraciadamente, el n¨²mero de vales en circulaci¨®n empez¨® a declinar. Dada la escasez de transacciones y de posibilidades de acumular nuevos vales, los padres empezaron a salir menos para no gastar sus vales. Los vales llegaron a ser tan escasos que la gente s¨®lo los usaba en ocasiones especiales. Es decir, la cooperativa entr¨® en recesi¨®n con desempleo (no hab¨ªa trabajo suficiente para todos los padres que quer¨ªan trabajar).
Una soluci¨®n hubiera sido que se ajustaran los precios (¡®ven pero te pago medio vale¡¯), pero la presi¨®n social en contra (¡®ese es un caradura¡¯) imposibilitaron este ajuste.
Tras varios intentos fallidos, los miembros de la cooperativa dieron con la soluci¨®n: emitir m¨¢s vales. Una vez todos los miembros ten¨ªan su reserva de vales, la econom¨ªa de esta cooperativa se puso en marcha de nuevo, y el n¨²mero de intercambios aument¨®.
Esta econom¨ªa en miniatura nos sirve para entender las razones para las pol¨ªticas expansivas del BCE. El diagn¨®stico (que resulta de observar la ca¨ªda de precios y el estancamiento de la actividad, junto con el bajo crecimiento del dinero en circulaci¨®n M3) es que los consumidores y empresas, asustados por el par¨®n econ¨®mico, prefieren tener dinero en sus manos a gastarlo. Pero, igual que en la cooperativa, mi gasto es el ingreso de otra persona ¡ªsi yo no gasto, la otra persona no ingresa¡ª.
La baja actividad (en este diagn¨®stico) es consecuencia de una ¡®disfunci¨®n monetaria¡¯ que lleva a la deflaci¨®n, y una disfunci¨®n monetaria tiene que ser atacada con medidas monetarias, como dijo el gran economista Milton Friedman en dos famosos art¨ªculos de 1948 y 1969. Su propuesta ante una espiral deflacionista es una expansi¨®n monetaria tirando el dinero desde los helic¨®pteros (a helicopter drop) ¡ªen la pr¨¢ctica, se tratar¨ªa de mandar un cheque, financiado con dinero y no con emisi¨®n de deuda p¨²blica, a los hogares, por ejemplo de 500 euros¡ª.
Pues bien, dada la duraci¨®n y profundidad de nuestros problemas, el influyente economista catal¨¢n Jordi Gal¨ª acaba de proponer en un reciente documento de trabajo del Center for Economic Policy Research medidas igualmente dr¨¢sticas para Europa: una expansi¨®n fiscal financiada monetariamente.
Los alemanes se resisten a este diagn¨®stico, no ya para hacer algo tan dr¨¢stico, sino incluso si se trata solo de justificar una expansi¨®n monetaria cuantitativa menos dr¨¢stica similar a la Americana, en la que se cambia dinero por deuda p¨²blica para deshacerlo despu¨¦s. Para entenderlo, contrastemos la par¨¢bola anterior con la de la recesi¨®n que sufri¨® otra econom¨ªa en miniatura: un campo de concentraci¨®n alem¨¢n en el que el economista ingl¨¦s R. A. Radford fue confinado durante la II Guerra Mundial y que ¨¦l describe en un precioso ensayo publicado en 1945 en la revista cient¨ªfica de la London School of Economics (LSE).
Exist¨ªa en el campo una econom¨ªa perfectamente funcional. Cuando llegaban nuevas raciones de la Cruz Roja, los vegetarianos vend¨ªan carne, los no fumadores cigarrillos, los franceses vend¨ªan t¨¦, los ingleses caf¨¦, etc. Hab¨ªa tiendas y servicios varios, pagados en cigarrillos. Hab¨ªa incluso exportaciones fuera del campo ¡ªse vend¨ªa mercanc¨ªa a los alemanes¡ª. Los precios se ajustaban con rapidez, bajando cuando llegaba un cargamento, subiendo cuando hab¨ªa nuevos presos, etc.
Al final de la guerra, al acercarse los combates, la Cruz Roja tra¨ªa cada vez menos paquetes. La econom¨ªa del campo se empez¨® a paralizar, decayendo el comercio y la actividad.
Esta recesi¨®n del final de la guerra, contrariamente a la primera, no tiene nada que ver con el dinero. ¡®Imprimiendo¡¯ m¨¢s dinero, no se puede reactivar esta econom¨ªa. Se ha producido un shock de oferta, los prisioneros deben acostumbrarse a la idea de que son m¨¢s pobres, ajustar su nivel de vida, y no hay nada que un ¡®banco central¡¯ que emita cigarrillos, pueda hacer al respecto. De hecho, emitir dinero en este contexto no puede hacer m¨¢s que crear inflaci¨®n.
Alemania ve el problema actual principalmente como un problema de oferta. Y es indudable que Europa se enfrenta (al menos en parte) a problemas de oferta. Como ha apuntado el economista Rub¨¦n Segura de BAML, las cuatro principales econom¨ªas europeas perder¨¢n m¨¢s del 5% de su poblaci¨®n activa en los pr¨®ximos 15 a?os, una cifra similar a Jap¨®n entre 1995 y 2010. Y m¨¢s all¨¢ del problema demogr¨¢fico, es indudable que muchos pa¨ªses tienen problemas de productividad, de burbujas pinchadas, de especializaci¨®n en sectores que han resultado ser menos rentables de lo esperado (el inmobiliario, por ejemplo).
Adem¨¢s, a Alemania le preocupa que una vez que empezamos a ¡®jugar con el dinero¡¯, luego no podremos parar. De hecho, en la cooperativa de Washington terminaron pas¨¢ndose de emitir cupones y generaron fuerte inflaci¨®n (algo que Paul Krugman, al que le gusta contar la historia, suele omitir).
Todo eso es cierto, y sugiere que las reformas de oferta que mejoren la capacidad productiva de la econom¨ªa siguen siendo cruciales. Pero hay un dato clave que apunta claramente a la necesidad de una respuesta del BCE: habiendo alcanzado el 0,4% en los ¨²ltimos 12 meses, el crecimiento de los precios en la Eurozona est¨¢ sistem¨¢ticamente por debajo del objetivo de inflaci¨®n del BCE (el 2%), y el BCE sistem¨¢ticamente no ha acertado a predecir esta evoluci¨®n. Pero los tipos de inter¨¦s ya han llegado a 0%, es decir, por el lado convencional no hay nada m¨¢s que el BCE pueda hacer para alcanzar su objetivo.
Mientras no entremos en una espiral de deflaci¨®n no es el momento a¨²n de hacer algo tan dr¨¢stico como comenzar pol¨ªticas de ¡®tirar dinero desde los helic¨®pteros¡¯, aunque hay que tener incluso estas pol¨ªticas en la rec¨¢mara. Pero mientras tanto, hay recorrido a¨²n para pol¨ªticas no convencionales menos radicales de expansi¨®n monetaria a la americana. Es hora de que Draghi cumpla los planes que ha estado anunciando y ponga en marcha ya un programa importante de expansi¨®n cuantitativa.
Luis Garicano es catedr¨¢tico de econom¨ªa y estrategia en la London School of Economics
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