?Tiene realmente futuro la zona euro?
La petici¨®n de un mercado continental de capitales choca con la oposici¨®n a la mutualizaci¨®n de deuda
El futuro de la zona euro es cada vez m¨¢s incierto. Desde su creaci¨®n, se han cometido serios errores de dise?o y de gesti¨®n, porque los deseos pol¨ªticos se han impuesto tozudamente a la teor¨ªa, a la l¨®gica y a la realidad econ¨®micas, siendo el BCE el ¨²nico que, felizmente, ha podido evitar su desaparici¨®n. Antes, varios economistas europeos ya hab¨ªamos enumerado los requisitos necesarios que ten¨ªa que cumplir.
Yo mismo, junto a Paul Krugman, alert¨¦ en 1992 de los efectos regionales y de aglomeraci¨®n que podr¨ªan provocar "choques asim¨¦tricos" en algunos estados miembros de una Uni¨®n Monetaria. Ya en 1993 tratamos de los problemas fiscales de una uni¨®n monetaria y la necesidad de una uni¨®n fiscal.
Antes, el Nobel Robert Mundell hab¨ªa investigado sobre las ¨¢reas monetarias ¨®ptimas (AMO). Basado en la experiencia, Mundelli, y una larga lista de economistas que le siguieron, demostraron que Europa no era un AMO y advirti¨® del peligro de aplicar una pol¨ªtica monetaria ¨²nica en estas circunstancias, al no haber una movilidad total del trabajo, del capital y de la tecnolog¨ªa.
El primer pecado original de la eurozona fue creer que una uni¨®n monetaria podr¨ªa ser viable sin necesidad de crear, al mismo tiempo, una uni¨®n fiscal. Durante sus diez primeros a?os dominaron los deseos pol¨ªticos sobre la realidad econ¨®mica, pero la Gran Recesi¨®n ha terminado demostrando su inviabilidad. La eurozona no es un ¨¢rea monetaria ¨®ptima, ya que su capital y su trabajo no circulan libremente entre sus estados miembros, siendo los inmigrantes y el capital de terceros pa¨ªses los que m¨¢s lo hacen y por tanto unos estados miembros crecen m¨¢s que otros por sufrir estos ¨²ltimos "choques asim¨¦tricos" sin que el trabajo y el capital de la zona euro puedan desplazarse para compensarlos, como ocurre en EE UU y en Canad¨¢ que s¨ª crearon simult¨¢neamente una uni¨®n monetaria y fiscal tras su uni¨®n pol¨ªtica.
La eurozona lleva seis a?os sin resolver el problema de deuda de Grecia mientras que EE UU resolvi¨®, en tres meses, el problema de impago de California
Solo una pol¨ªtica fiscal ¨²nica puede hacer frente a dichos "choques asim¨¦tricos" que solo afectan a uno o varios de sus estados miembros, dado que la pol¨ªtica monetaria convencional suele tener efectos similares y simult¨¢neos sobre todos ellos. Y lo que es peor, los sistemas nacionales de estabilizaci¨®n que exist¨ªan antes de la eurozona para hacer frente a dichos choques fueron eliminados. Creer que la UE, con un presupuesto que representa un 1% del PIB (frente al 20% del PIB en EE UU y en Canad¨¢) puede hacer frente al choque asim¨¦trico de un estado miembro es rid¨ªculo. La eurozona lleva seis a?os sin resolver el problema de deuda de Grecia ¡ªque representa solo el 2% de su PIB¡ª mientras que EE UU resolvi¨®, en tres meses, el problema de impago de California, siendo el 16% de su PIB.
El segundo pecado original de la eurozona, como han demostrado Kopf y de Grauwe, ha sido que sus estados miembros han perdido totalmente su capacidad anterior para emitir deuda en su propia moneda. La separaci¨®n de las decisiones de emisi¨®n de deuda de la moneda en la que la emiten crea una vulnerabilidad cr¨ªtica entre sus potenciales inversores que puede provocar una espiral de desconfianza y, finalmente, acelerar su impago.
El Tratado de Maastricht cre¨ªa, err¨®neamente, que imponiendo unas reglas para disciplinar el d¨¦ficit fiscal (3% del PIB) y la deuda (60% del PIB) no har¨ªa falta una "red de seguridad fiscal" para hacer frente a la posibilidad de un impago de deuda de sus estados miembros. Hoy, varios de ellos, sin crecimiento y con inflaci¨®n negativa, aumentan sus niveles de deuda mientras est¨¢n obligados a cumplir sus objetivos fiscales, que reducen su crecimiento e inflaci¨®n, aumentando todav¨ªa m¨¢s su deuda. Mientras, los que est¨¢n mejor no aumentan su demanda interna para compensarlo bajo la idea falaz de que existe una "austeridad expansiva" (Sch?uble dixit). Su ¨²nica alternativa es que todos sus trabajadores hagan una "devaluaci¨®n interna", reduciendo sus salarios o emigrando a otro estado miembro.
Por fin, en febrero de 2012, se cre¨® el Mecanismo de Estabilidad Europeo (MEDE) para hacer frente a las crisis de solvencia de estados miembros. Este mecanismo puede prestar hasta 500.000 millones de euros, pero sus decisiones todav¨ªa requieren unanimidad, haci¨¦ndolas m¨¢s escasas y menos efectivas.
El BCE, que es la ¨²nica instituci¨®n de la eurozona que realmente hace pol¨ªtica econ¨®mica, est¨¢ salvando temporalmente la situaci¨®n, vi¨¦ndose obligado a hacer pol¨ªtica monetaria "asim¨¦trica" con sus compras de deuda p¨²blica y privada de aquellos estados miembros m¨¢s afectados por la Gran Recesi¨®n. Pero su Consejo de Gobierno ha conseguido aprobarlo, finalmente, a cambio de que solo pueda mutualizarse el riesgo del 20% de sus compras, quedando el riesgo del 80% restante en el balance de los bancos centrales nacionales.
Prueba de la falta de una pol¨ªtica fiscal com¨²n es que hoy las tasas de crecimiento del AE, cinco a?os despu¨¦s de la Gran Recesi¨®n, son menos de la mitad que las de EE UU y Reino Unido, que pueden utilizar ambas pol¨ªticas macroecon¨®micas. M¨¢s a¨²n, ning¨²n estado importante de la eurozona cumple hoy su objetivo del 60% de deuda sobre el PIB, salvo los m¨¢s peque?os como Estonia, Eslovaquia, Letonia, Lituania y Luxemburgo. Crear ahora una pol¨ªtica fiscal ¨²nica para enfrentar dichos choques asim¨¦tricos necesitar¨ªa un deseo compartido por todos los estados miembros y un cambio de los tratados. Modificarlos y ratificarlos llevar¨ªa hasta diez a?os, al haber estados miembros que necesitan aprobarlo por refer¨¦ndum. Demasiado tiempo para una decisi¨®n tan urgente y necesaria.
Por esta raz¨®n, en julio de 2012, un grupo de 17 economistas, formando el Consejo del INET (Instituto para el Nuevo Pensamiento Econ¨®mico) sobre la Crisis de la Eurozona, propusimos una soluci¨®n temporal, pero efectiva, que solo necesitaba un pacto y no un cambio de los tratados. La idea no era nueva: hab¨ªa sido propuesta anteriormente por el Consejo de Expertos para la Evaluaci¨®n de la Pol¨ªtica Macroecon¨®mica alem¨¢n (SVR) para ayudar a aquellos estados miembros con niveles de deuda muy elevada que estaban haciendo esfuerzos serios para reducirla a trav¨¦s del procedimiento de deuda excesiva.Nuestra propuesta era una mutualizaci¨®n temporal del exceso de deuda de todos los estados miembros (m¨¢s del 60% del PIB), derivada de dos grandes crisis, la primera importada de EE UU y la segunda derivada de los fallos de dise?o de la eurozona. Dicho exceso de deuda se depositaria en un Fondo de Redenci¨®n de Deuda (DRF) que se financiar¨ªa en los mercados emitiendo euroletras con la garant¨ªa conjunta y solidaria de los 19 estados miembros, m¨¢s alguna ayuda del MEDE. Dichas euroletras refinanciar¨ªan dicho Fondo a unos tipos de inter¨¦s mucho m¨¢s bajos que la media de todos sus miembros por separado, dada la enorme atracci¨®n que tendr¨ªa para los inversores institucionales poder invertir en euros con tan elevada diversificaci¨®n del riesgo entre 19 estados miembros, creando as¨ª un mercado competidor de las del Tesoro de EEUU.
En 2013, un Grupo de Trabajo con aprobaci¨®n del Presidente del Consejo y de la Comisi¨®n estudi¨® la propuesta. Su informe final fue que dichas euroletras con garant¨ªa conjunta y solidaria de todos los estados miembros requer¨ªa una "modificaci¨®n de los tratados" con lo que las euroletras solo podr¨ªan emitirse con la propia garant¨ªa de cada estado miembro, evitando una situaci¨®n de "riesgo moral". Sin embargo, esta idea podr¨ªa ser todav¨ªa posible creando un DRF s¨®lo entre aquellos estados miembros que as¨ª lo decidan. El BCE podr¨ªa comprar deuda directamente del DRF, junto con los inversores privados. Se habla ahora mucho de un "mercado ¨²nico europeo de capitales" pero al mismo tiempo se rechaza su base: los mercados de euroletras y de eurobonos.
Guillermo de la Dehesa es presidente de honor del CEPR (Centre for Economic Policy Research) de Londres.
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