?El ¨²ltimo acto de Europa?
La crisis griega est¨¢ demostrando que los l¨ªderes de la UE s¨®lo piensan hacer exigencias miopes
Los l¨ªderes de la Uni¨®n Europea siguen embarcados en un juego en la cuerda floja con el Gobierno griego. Grecia ha cumplido con mucho m¨¢s de la mitad de las exigencias de sus acreedores. Sin embargo, Alemania y otros tenedores de deuda griega cotin¨²an exigiendo que este pa¨ªs firme un programa de pol¨ªtica econ¨®mica que ha demostrado ser un fracaso, y que pocos economistas alguna vez pensaron que podr¨ªa, llegar¨ªa o deber¨ªa ser implementado.
La oscilaci¨®n en la posici¨®n fiscal de Grecia, que va desde un gran d¨¦ficit primario a un super¨¢vit fue un hecho casi sin precedentes, pero la exigencia que pide que el pa¨ªs alcance un super¨¢vit primario del 4,5% del PIB fue desmedida. Lamentablemente, en ese primer momento en el que la ¡°troika¡± ¨Cla Comisi¨®n Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional¨C incluy¨® esta exigencia irresponsable en el programa financiero internacional para Grecia, las autoridades del pa¨ªs no tuvieron m¨¢s remedio que adherirse.
La insensatez de continuar promoviendo este programa es particularmente aguda hoy en d¨ªa, tomando en cuenta la disminuci¨®n del 25% de su PIB que Grecia ha sufrido desde el inicio de la crisis. La troika calcul¨® err¨®neamente los efectos macroecon¨®micos del programa que impuso. Seg¨²n los pron¨®sticos publicados, cre¨ªan que, mediante la reducci¨®n de los salarios y la aceptaci¨®n de otras medidas de austeridad, las exportaciones griegas aumentar¨ªan y la econom¨ªa podr¨ªa volver r¨¢pidamente al crecimiento. Cre¨ªan, tambi¨¦n, que la primera reestructuraci¨®n de la deuda llevar¨ªa a la sostenibilidad crediticia.
La troika se equivoc¨® en sus pron¨®sticos, en repetidas ocasiones. Y no por poco, sino por mucho. Los votantes de Grecia ten¨ªan raz¨®n al exigir un cambio de rumbo, y su gobierno est¨¢ en lo correcto al negarse a firmar un programa profundamente defectuoso.
Una vez dicho esto, s¨ª existen posibilidades de llegar a un consenso: Grecia ha expresado de manera clara su voluntad de participar en reformas continuas, y ha agradecido la ayuda de Europa para la implementaci¨®n de algunas de ellas. Una dosis de la realidad por parte de los acreedores de Grecia ¨C sobre lo que se puede lograr, y sobre las consecuencias macroecon¨®micas de las diferentes reformas fiscales y estructurales ¨C podr¨ªa constituirse en la base para un acuerdo que ser¨ªa bueno no s¨®lo para Grecia, sino para toda Europa.
Algunas personas en el continente, especialmente en Alemania, parecen ser indiferentes a una salida de Grecia de la eurozona. Afirman que el mercado ya tiene ¡°amortizada¡± una ruptura de ese tipo. Hay autores que incluso sugieren que ser¨ªa buena para la uni¨®n monetaria.
Creo que tales opiniones subestiman significativamente tanto los riesgos actuales como futuros que est¨¢n involucrados. Un grado similar de indiferencia se hizo evidente en Estados Unidos antes del hundimiento de Lehman Brothers en septiembre del a?o 2008. Hac¨ªa mucho que se conoc¨ªa la fragilidad de los bancos de Estados Unidos, por lo menos desde la quiebra de Bear Stearns en el mes de marzo anterior. No obstante, debido a la falta de transparencia (que en parte, a su vez, se debi¨® a la debilidad de la regulaci¨®n), tanto los mercados como los formuladores de pol¨ªticas no sopesaron plenamente los v¨ªnculos entre las instituciones financieras.
De hecho, el sistema financiero mundial a¨²n siente las r¨¦plicas del terremoto que signific¨® la ca¨ªda de Lehman. Y los bancos a¨²n siguen sin ser transparentes, y por lo tanto se encuentran en riesgo. Todav¨ªa no conocemos el alcance pleno de los v¨ªnculos entre las instituciones financieras, incluy¨¦ndose los v¨ªnculos que emergen de los derivados no transparentes y las permutas de incumplimiento crediticio.
En Europa, ya podemos ver algunas de las consecuencias de la regulaci¨®n inadecuada y del dise?o defectuoso de la propia eurozona. Sabemos que la estructura de la moneda ¨²nica promueve la divergencia, no la convergencia: a medida que el capital y las personas con talento dejan las econom¨ªas afectadas por la crisis, estos pa¨ªses se vuelven menos capaces de pagar sus deudas. En la medida que los mercados comprenden que una viciosa espiral descendente est¨¢ integrada estructuralmente en el euro, las consecuencias para la pr¨®xima crisis se tornan profundas. Y otra crisis es inevitable: se encuentra en la naturaleza misma del capitalismo.
La maniobra relativa a la confianza realizada por el presidente del BCE, Mario Draghi, en la forma de su declaraci¨®n del a?o 2012 acerca de que las autoridades monetarias har¨ªan ¡°lo que sea necesario¡± para preservar el euro, ha funcionado hasta el momento. Pero el conocimiento de que el euro no es un compromiso vinculante entre sus miembros har¨¢ que sea mucho menos probable que tal maniobra funcione la pr¨®xima vez. Los rendimientos de los bonos podr¨ªan dispararse al alza, y ninguna cantidad de declaraciones para restablecer la confianza por parte del BCE y de los l¨ªderes europeos ser¨ªa suficiente para bajarlos desde niveles estratosf¨¦ricos, porque el mundo ahora sabe que no van a hacer ¡°lo que sea necesario¡±. Como el ejemplo de Grecia ha demostrado, ¨²nicamente van a realizar miopes exigencias relativas a pol¨ªticas electorales.
La consecuencia m¨¢s importante, me temo, es el debilitamiento de la solidaridad europea. El euro se supon¨ªa que la fortalecer¨ªa. En cambio, ha tenido el efecto contrario.
No es del inter¨¦s de Europa ¨Co del mundo¨C tener un pa¨ªs en la periferia de Europa, alejado de sus vecinos, sobre todo ahora, cuando la inestabilidad geopol¨ªtica es ya tan evidente. El vecino Oriente Pr¨®ximo est¨¢ en crisis; Occidente est¨¢ tratando de contener a una Rusia que ¨²ltimamente se ha vuelto agresiva; y China, que ya es el mayor ahorrador del mundo, el pa¨ªs m¨¢s grande en cuanto al comercio exterior y la econom¨ªa m¨¢s grande en general (en t¨¦rminos de paridad de poder adquisitivo), confronta a Occidente con nuevas realidades econ¨®micas y estrat¨¦gicas. Este no es un momento para la desuni¨®n europea.
Los l¨ªderes europeos se ve¨ªan a s¨ª mismos como visionarios cuando crearon el euro. Ellos pensaban que miraban m¨¢s all¨¢ de las exigencias a corto plazo que normalmente preocupan a los l¨ªderes pol¨ªticos.
Desafortunadamente, su comprensi¨®n de la econom¨ªa se qued¨® corta frente a su ambici¨®n; y la pol¨ªtica en aquel momento no permiti¨® la creaci¨®n del marco institucional que podr¨ªa haber permitido que el euro funcione seg¨²n lo previsto. A pesar de que se supon¨ªa que la moneda ¨²nica iba a traer consigo prosperidad sin precedentes, es dif¨ªcil detectar un efecto positivo significativo para la eurozona en su conjunto durante el per¨ªodo anterior a la crisis. En el per¨ªodo posterior a dicha crisis, los efectos adversos han sido enormes.
El futuro de Europa y del euro depende ahora de si los l¨ªderes pol¨ªticos de la eurozona pueden o no pueden combinar una pizca de pensamiento econ¨®mico con un sentido visionario de ¡ªy una preocupaci¨®n por¡ª la solidaridad europea. Probablemente empecemos a encontrar la respuesta a esta pregunta existencial durante las pr¨®ximas semanas.
Traducido del ingl¨¦s por Roc¨ªo L. Barrientos.
Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa, es profesor universitario en la Universidad de Columbia. Su libro m¨¢s reciente, en coautor¨ªa con Bruce Greenwald, es Creating a Learning Society: A New Approach to Growth, Development, and Social Progress.
? Project Syndicate, 2015. www.project-syndicate.org
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