Poner fin a la sangr¨ªa de Grecia
Incluso los partidarios m¨¢s fervientes de la Uni¨®n Europea deber¨ªan respirar aliviados
Europa esquiv¨® una bala el domingo. Frustrando muchas predicciones, los votantes griegos respaldaron con contundencia el rechazo de su Gobierno a las demandas de los acreedores. E incluso los partidarios m¨¢s fervientes de la Uni¨®n Europea deber¨ªan respirar aliviados.
Naturalmente, no es as¨ª como lo ven los acreedores. Su versi¨®n, de la que se ha hecho eco buena parte del sector medi¨¢tico, es que el fracaso de su intento por amedrentar y someter a Grecia ha sido un triunfo de la irracionalidad y la irresponsabilidad sobre los sensatos consejos tecn¨®cratas.
Sin embargo, la campa?a de la intimidaci¨®n ¡ªel intento de aterrorizar al pueblo griego cortando la financiaci¨®n de los bancos y amenazando con el caos general, con un objetivo casi ostensible de echar al actual Gobierno de izquierdas¡ª fue un episodio vergonzoso en una Europa que afirma creer en los principios democr¨¢ticos. Si dicha campa?a hubiese tenido ¨¦xito, se habr¨ªa sentado un precedente terrible, aun cuando los acreedores tuvieran raz¨®n.
Para m¨¢s inri, no la tienen. La realidad es que los supuestos tecn¨®cratas europeos son como los m¨¦dicos medievales que insist¨ªan en sangrar a sus pacientes, y cuando su tratamiento los debilitaba a¨²n m¨¢s, exig¨ªan nuevas sangr¨ªas. Un s¨ª en Grecia habr¨ªa condenado al pa¨ªs a m¨¢s a?os de sufrimiento con pol¨ªticas que no han funcionado y que, aritm¨¦tica en mano, no pueden funcionar: es probable que la austeridad contraiga la econom¨ªa a mayor velocidad de lo que reduce la deuda, con lo que todo el sufrimiento es en vano. La victoria aplastante del no ofrece al menos una oportunidad para esquivar esta trampa.
?Pero c¨®mo se puede ingeniar un escape semejante? ?Existe alguna forma de que Grecia contin¨²e en el euro? Y en cualquier caso, ?es lo ideal?
La pregunta m¨¢s inmediata concierne a los bancos griegos. Antes del refer¨¦ndum, el Banco Central Europeo cort¨® el acceso a los fondos adicionales, propiciando el p¨¢nico y obligando al Gobierno a cerrar los bancos e imponer controles de capitales. Ahora el BCE se enfrenta a una decisi¨®n peliaguda: en caso de reanudar la financiaci¨®n normal estar¨¢ admitiendo que la congelaci¨®n previa era pol¨ªtica; pero si no lo hace, a efectos pr¨¢cticos estar¨¢ obligando a Grecia a introducir una nueva moneda.
En concreto, si el dinero no empieza a fluir desde Frankfurt (sede central del BCE), Grecia no tendr¨¢ m¨¢s remedio que empezar a pagar los sueldos y las pensiones con pagar¨¦s, lo que constituir¨ªa de hecho una moneda paralela, y que pronto podr¨ªa convertirse en el nuevo dracma.
Supongamos, en cambio, que el BCE reanuda los pr¨¦stamos normales y que la crisis bancaria amaina. Eso no resuelve la cuesti¨®n de c¨®mo reanudar el crecimiento econ¨®mico.
En las negociaciones fracasadas que condujeron al refer¨¦ndum del domingo, el principal escollo era la petici¨®n griega de obtener un alivio permanente de la deuda que eliminase el nubarr¨®n que cubre su econom¨ªa. La troika ¡ªlas instituciones que representan los intereses de los acreedores¡ª se neg¨®, aunque ahora sabemos que uno de los miembros de la troika, el Fondo Monetario Internacional, hab¨ªa llegado a la conclusi¨®n, de manera independiente, de que la deuda de Grecia no puede pagarse. ?Se lo pensar¨¢n mejor, ahora que el intento para echar del Gobierno a la coalici¨®n de izquierdas ha fracasado?
No tengo ni idea, y en cualquier caso, ahora existe un argumento potente de que la salida de Grecia del euro es la mejor de las malas opciones.
Imaginemos, por un momento, que el pa¨ªs heleno nunca hubiese adoptado la moneda com¨²n; que se hubiera limitado a establecer el valor del dracma con relaci¨®n al euro. Seg¨²n un an¨¢lisis de econom¨ªa elemental, ?qu¨¦ habr¨ªa que hacer ahora? La respuesta, abrumadora, ser¨ªa que Grecia deber¨ªa devaluar, dejar caer el valor del dracma, tanto para fomentar las exportaciones como para salir del ciclo de deflaci¨®n.
Por supuesto, Grecia ya no tiene su propia moneda, y muchos analistas sol¨ªan afirmar que la adopci¨®n del euro era un paso irreversible; a fin de cuentas, cualquier indicio de salida desencadenar¨ªa un p¨¢nico bancario y una crisis financiera devastadora. Sin embargo, a estas alturas, esa crisis financiera ya se ha producido, y los mayores costes de la salida del euro ya se han pagado. As¨ª pues, ?por qu¨¦ no ir en busca de los beneficios?
?Funcionar¨ªa la salida de Grecia del euro igual de bien que la exitos¨ªsima devaluaci¨®n islandesa de 2008 y 2009, o el abandono en Argentina de la pol¨ªtica de equiparar el peso al d¨®lar de 2001 y 2002? Puede que no; pero pensemos en las alternativas. A menos que Grecia obtenga una quita considerable de su deuda, y puede que ni siquiera entonces, abandonar el euro supone la ¨²nica v¨ªa de escape plausible de su interminable pesadilla econ¨®mica.
Y seamos claros: que Grecia acabe abandonando el euro no significar¨¢ que los griegos son malos europeos. El problema de la deuda griega refleja tanto la irresponsabilidad de los acreedores como la de los deudores y, en cualquier caso, los griegos ya han pagado con creces por los pecados de su Gobierno. Si no pueden salir adelante con la moneda com¨²n europea es porque dicha moneda no ofrece un respiro a los pa¨ªses en apuros. Ahora, lo m¨¢s importante es hacer todo lo que sea necesario para acabar con la sangr¨ªa.
Paul Krugman recibi¨® el premio Nobel de Econom¨ªa en 2008.
? The New York Times Company, 2015.
Traducci¨®n de News Clips.
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