Calidad tecnol¨®gica
La cuesti¨®n hoy es como puede garantizarse la competitividad en un mercado con un reducido n¨²mero de actuantes
La estructura empresarial de los mercados suele moverse compulsiva, aunque lentamente, entre la tendencia a la fragmentaci¨®n (cuando existe una fuerza exterior que obliga a la competitividad) y la concentraci¨®n. La regla es pr¨¢cticamente universal, aunque es evidente que existen mercados m¨¢s cerrados (el el¨¦ctrico o el de carburantes) que otros. En t¨¦rminos de leyes f¨ªsicas podr¨ªa decirse que todos los mercados tienden a la concentraci¨®n, como todos los sistemas termodin¨¢micos tienden al desorden. Para sostener la competencia, es decir, la presencia de unidades que compitan entre s¨ª, es necesario (aunque a veces no sea suficiente) que el Estado intervenga, en t¨¦rminos jur¨ªdicos o regulatorios. Si no lo hace, la propensi¨®n al oligopolio suele progresar con rapidez.
En el mercado de las telecomunicaciones se aprecia perfectamente el desarrollo de esta tendencia. Si en los a?os 90 se defend¨ªa la conveniencia de mantener varias empresas de servicios de telefon¨ªa y comunicaci¨®n (podr¨ªa citarse una veintena de ellas) como garant¨ªa para mantener la competencia y los precios bajos, veinte a?os despu¨¦s el modelo deseado de estructura empresarial en telecos incluye como mucho tres marcas: Telefonica, Vodafone y Orange. Los estudiosos de los mercados maduros han llegado a la conclusi¨®n (y no precisamente ahora sino ya en tiempos de Schumpeter) que la innovaci¨®n es un coste que no puede pagarse en un modelo de precios permanente bajos. Y no s¨®lo porque la investigaci¨®n sea cara _que tambi¨¦n_ sino porque en telecos el consumidor, por alguna raz¨®n que tiene que ver con la moda o la ostentaci¨®n social, ¡°no mira el precio¡±. En lo que se refiere a su m¨®vil y al paquete de servicios que lleva incorporado, la prioridad es que lo lleve todo y que sea lo ¨²ltimo; lo que tenga que pagar es secundario.
Hay que suponer que esta es una de las razones por las cuales la carrera de los precios bajos est¨¢ a punto de concluir. Telefonica, Vodafone y Orange entran en una l¨ªnea de competici¨®n no s¨®lo por precios, sino por acumulaci¨®n de servicios integrados y ofertas en paquetes, que es lo que demandan los clientes. Pero, m¨¢s all¨¢ de las decisiones empresariales sobre el terreno de juego en el que se van a librar las guerras de precios (muy condicionadas por la reducci¨®n de los m¨¢rgenes), lo que tiene importancia para los ciudadanos es la calidad de los servicios. En t¨¦rminos m¨¢s concretos, se trata de saber cu¨¢nto y en qu¨¦ plazo va a mejorar la llamada banda ancha fija, servida por ADSL, para que ofrezca rendimientos similares a la servida por fibra en muchos pa¨ªses europeos; se trata de saber c¨®mo va a llegar Internet a amplias zonas rurales espa?olas, que carecen del m¨ªnimo servicio exigible. Porque estos son los flancos d¨¦biles de los servicios tecnol¨®gicos en Espa?a, sobre los que se debe actuar en inter¨¦s p¨²blico.
La cuesti¨®n hoy es como puede garantizarse la competitividad en un mercado con un reducido n¨²mero de actuantes; suelen tender al oligopolio, a la colusi¨®n de precios o a que una de las empresas ejerza el dominio las condiciones de producci¨®n y precios. La respuesta est¨¢ en un organismo regulador eficaz e independiente, al modo anglosaj¨®n. Justamente a lo que es m¨¢s refractario el gobierno actual. La integraci¨®n de los reguladores en un solo organismo ten¨ªa como objetivo mantener la ficci¨®n de que existe una autoridad ¡°independiente¡± que vela por la transparencia de los mercados al tiempo que se convert¨ªa esa ¡°autoridad¡± en un organismo dependiente de la administraci¨®n, es decir, del Gobierno. Ahora bien, Bruselas ha objetado el modelo y el funcionamiento; la regulaci¨®n se convertir¨¢ en objeto de debate enconado en los pr¨®ximos meses; es una pieza m¨¢s del mercado y debe funcionar correctamente.
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