Cuidado con los programas fiscales
Lo m¨¢s adecuado en t¨¦rminos de sostenibilidad financiera es no bajar impuestos

Los programas electorales para las pr¨®ximas elecciones ofrecen una obsesi¨®n casi enfermiza por la fiscalidad. Desde diferentes perspectivas, desde luego, pero siempre con escasa concreci¨®n (disculpable en el caso de partidos que carecen de informaci¨®n de primera mano sobre los tributos, pero no en otros). En la orilla del PP y Ciudadanos, todo son promesas de rebajas impositivas; rebajas que, conviene matizar, suelen sustanciarse en reducciones del Impuesto sobre la Renta y poco m¨¢s. El PP tiende a bajar el IRPF y a subir las tasas e impuestos indirectos; el balance final implica una disminuci¨®n notable de los impuestos progresivos mientras que aumentan los m¨¢s regresivos (los indirectos). El an¨¢lisis de la fiscalidad espa?ola desde 1996 ha sufrido de un defecto ¨®ptico curioso: la rebaja del IRPF se ha confundido con una rebaja fiscal, cuando lo m¨¢s cierto es que lo que de verdad se ha reducido es la imposici¨®n directa.
Pero la l¨®gica econ¨®mica (que no es siempre la pol¨ªtica) impone una pregunta elemental: ?Por qu¨¦ hay que bajar los impuestos? La respuesta pol¨ªtica es sencilla: porque es una promesa que atrae el voto. Pero el caso es que en t¨¦rminos de racionalidad econ¨®mica del Estado (y de la sociedad en su conjunto) la respuesta tambi¨¦n es sencilla: por ninguna raz¨®n, ya que lo m¨¢s adecuado en t¨¦rminos de sostenibilidad financiera del Estado y de atenci¨®n a los problemas sociales inmediatos ser¨ªa justamente lo contrario. En sus mejores tiempos (prosperidad inmobiliaria), Espa?a ten¨ªa una presi¨®n fiscal (ingresos p¨²blicos sobre el PIB) del 38%, frente a una media en la eurozona de m¨¢s del 46%. Ahora la distancia probablemente sea mayor porque la presi¨®n fiscal espa?ola est¨¢ en torno al 33%.
En t¨¦rminos pol¨ªticos, los programas electorales que prometen bajar impuestos nunca explican los dos t¨¦rminos de la ecuaci¨®n. Se prenden la medalla pol¨ªtica de abaratar el coste fiscal (el directo; el indirecto sueles ser personalmente m¨¢s indoloro) pero no informan de las consecuencias de dicho acto. Consecuencias que van desde una dificultad creciente para estabilizar el d¨¦ficit _casi todo hay que hacerlo mediante recortes del gasto que afectan a la protecci¨®n social o a la educaci¨®n o a la seguridad_ hasta la renuncia p¨²blica a garantizar un nivel m¨ªnimo de subsistencia de la mayor¨ªa de los ciudadanos. Los Estados con baja presi¨®n fiscal disponen (en general) de menos recursos para convencer a los mercados de que pueden afrontar las convulsiones de deuda y carecen de recursos para compensar las p¨¦rdidas masivas y circunstanciales de renta.
Las propuestas fiscales de los partidos, estrellas rutilantes de sus programas electorales, no pueden ser enunciados ciegos, carentes de prop¨®sito. Si un partido propone rebajar impuestos debe exponer al mismo tiempo un c¨¢lculo realista de c¨®mo afectar¨¢ esa rebaja a los servicios esenciales de la comunidad. Realista significa en este caso contar la recaudaci¨®n que hay y proponer evoluciones coherentes con los fundamentales econ¨®micos; no hay que contar con la recaudaci¨®n que probablemente habr¨¢ si acaso se produce una reacci¨®n favorable a las decisiones pol¨ªticas. No es intelectualmente honrado suponer que cuando se rebajen los impuestos habr¨¢ ipso facto un aumento de los ingresos (fiscalidad vud¨²); o que con tasas de crecimiento econ¨®mico sostenido se resuelven todos los problemas de estructura fiscal y sostenimiento del Estado.
Por estas razones, es m¨¢s coherente entender los programas fiscales de los partidos como un examen sobre el per¨ªmetro de gasto social que est¨¢n dispuestos a financiar en el caso de que gobiernen. Y se puede adelantar un resultado: cualquier gobierno que aspire a mantener el nivel de protecci¨®n social previo a la crisis y, al mismo tiempo, un compromiso de reducci¨®n del d¨¦ficit, tendr¨¢ que subir los impuestos.
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