Volkswagen, recuento de da?os
El mercado del autom¨®vil ofrece perfiles enigm¨¢ticos (no confundir con percepci¨®n de crisis). A largo plazo tiene una tendencia inequ¨ªvoca marcada, la integraci¨®n creciente y sin pausa de las tecnolog¨ªas necesarias para liquidar el consumo de carburantes; a corto plazo se enfrenta a condiciones similares al estancamiento que dificultan el crecimiento de ventas e ingresos. El hecho de que la recesi¨®n y la disminuci¨®n de las rentas sea compatible con repuntes en las ventas de veh¨ªculos se explica en el caso de Espa?a por el dopaje financiero p¨²blico a trav¨¦s de planes PIVE y similares. Pero la curva de ventas se aproxima a ese momento de incertidumbre, que solo se aclara con el tiempo, en el cual el comprador potencial se pone en situaci¨®n de espera porque no sabe si le resultar¨¢ m¨¢s rentable comprarse un h¨ªbrido, un el¨¦ctrico o un motor convencional. Porque la inquietud medioambiental est¨¢ calando de forma persistente en los consumidores.
Y precisamente en este momento ha llegado el caso Volkswagen (VW). Para un observador exterior, armado con criterios estrictamente pol¨ªticos, la cuesti¨®n fundamental es si la manipulaci¨®n inform¨¢tica de los motores para enga?ar a los tests de emisiones era una estrategia pensada (aunque parcial) de la compa?¨ªa de Wolfsburg o si se trata de un incidente cuyo per¨ªmetro no excede un n¨²mero poco significativo de defraudadores si conexi¨®n con las ¨¢reas de decisi¨®n de la empresa. Si se echan todas las cuentas, a la espera de lo que decidan las investigaciones externas y externas, en las que caben esperar intensas mediaciones de los gobiernos y de la propia VW, lo que cuenta con m¨¢s probabilidades de ser cierto en estos momentos es la primera opci¨®n.
Hay muchas razones para descartar la teor¨ªa de un grupo limitado de irresponsables actuando al margen del firme compromiso de legalidad del consejo y la direcci¨®n. Pero la principal es que todas las compa?¨ªas automovil¨ªsticas han comprendido el car¨¢cter decisivo de competir en un mercado que exige consumos menores y menos emisiones; por lo tanto, algo tan fundamental como los gases que arroja un motor di¨¦sel no puede haber quedado al albur de lo que decidieran directivos secundarios. Y m¨¢s si se tiene en cuenta que en el tablero del respeto medioambiental VW quer¨ªa jugar con sus supuestamente sofisticados motores di¨¦sel. Del esc¨¢ndalo VW cabe extraer al menos dos conclusiones. La primera (y crucial) es que el di¨¦sel ha quedado definitivamente descartado como opci¨®n medioambiental . Si en alg¨²n momento se pudo pensar que era competitivo tecnol¨®gicamente, ahora ha perdido credibilidad.
Pero tambi¨¦n ha dejado en evidencia un modo de gesti¨®n empresarial y una forma de regulaci¨®n negligente. Por una parte, est¨¢ en algunos mercados est¨¢ muy extendida la idea de que la regulaci¨®n es un obst¨¢culo para los ingresos, vale decir, para los beneficios; por lo tanto, est¨¢ justificado burlarla. Por otra, los responsables pol¨ªticos de la regulaci¨®n han sucumbido sin lucha a dos malas inclinaciones: basta con poner en un papel una regulaci¨®n para dar por hecho su cumplimiento y obtener los efectos beneficiosos de la norma (una concepci¨®n muy grata al PP desde su primer mandato en 1996); no es necesario comprobar la calidad final de los productos, porque los consumidores se defienden a s¨ª mismos con protestas y quejas. Los males que no perciben o son dif¨ªciles de distinguir) (como las emisiones) no existen a efectos pol¨ªticos o administrativos. ?Qu¨¦ urge una nueva regulaci¨®n de las emisiones en Europa? Pues claro. Pero lo que necesita Europa de verdad es una reflexi¨®n a fondo sobre el papel que debe jugar la pol¨ªtica (por lo tanto, la regulaci¨®n) en la protecci¨®n efectiva del consumidor.
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