Barcelona, parque tem¨¢tico
La capital catalana lucha por reformular un modelo de ¨¦xito convertido hoy en turismo de masas corrosivo con el tejido social, comercial y medioambiental de muchos barrios
A las seis de la tarde, ocho tipos subidos en cuatro rid¨ªculos cochecitos amarillos de cincuenta cent¨ªmetros c¨²bicos atraviesan la Rambla del Raval. Llevan un casco tipo Hormiga At¨®mica y una audiogu¨ªa a todo volumen que rese?a los lugares por d¨®nde transitan alocadamente. Cuando el escuadr¨®n pasa por delante de una terraza, un chico se levanta de golpe y a grito pelado les lanza: ¡°?Tourist, go home! Aqu¨ª no os queremos¡±. Luego vuelve a sentarse.
?El grito forma parte de un hartazgo generalizado, especialmente de los vecinos del centro de la ciudad, respecto a un tipo de turismo que acude en masa a Barcelona. Subida de precios de la vivienda, privatizaci¨®n de espacios p¨²blicos como el Park G¨¹ell, destrucci¨®n del tejido social y comercial del centro, ruido nocturno¡ Todo eso y m¨¢s se le achaca ¨²ltimamente a un sector productivo que genera 20 millones de euros al d¨ªa, el 12% del PIB de una ciudad (hasta el 20% si contamos impacto indirecto) con 90.000 personas dedicadas a ello, seg¨²n datos de la Seguridad Social. Una ciudad que antes de los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992 ten¨ªa problemas para atraer visitantes, pero que desde comienzos de este siglo ha quedado desbordada. De hecho, la alcaldesa de la ciudad, Ada Colau, gan¨® las elecciones haciendo especial ¨¦nfasis en este problema. Pero, ?se puede realmente regular este sector sin destruirlo?
El Ayuntamiento ha puesto en marcha un plan estrat¨¦gico para detectar los problemas y tratar de solucionarlos. Mientras, la concesi¨®n de licencias hoteleras ha quedado paralizada y los pisos tur¨ªsticos se han convertido en poco menos que el demonio dentro de un imaginario colectivo que rechaza este fen¨®meno de masas que cada a?o atrae 30 millones de visitantes (15 duermen en Barcelona entre hoteles y alojamientos tur¨ªsticos y otros 15 en los alrededores) a una ciudad m¨¢s bien peque?a donde solo viven 1,6 millones de vecinos. El centro est¨¢ lleno de pintadas mandando al garete a los turistas y cada vez m¨¢s gente se cuestiona qui¨¦n gana y si merece la pena fiar la econom¨ªa de una ciudad a este tipo de industria.
En el barrio G¨®tico ya hay tantas camas para turistas como vecinos
El turismo es el cuarto problema m¨¢s grave de la ciudad, por detr¨¢s del paro, la inseguridad y la limpieza, seg¨²n la encuesta municipal de servicios. Por eso surgen asociaciones cada vez m¨¢s numerosas como la Asamblea de Barrios por un Turismo Sostenible. Barcelona no es Venecia, pero en algunos lugares esta empieza a tener los mismos problemas.
El barrio G¨®tico, dentro del distrito de Ciutat Vella, es el paradigma de este conflicto. Sucio, sin apenas comercio de proximidad y entregado al proceloso mundo del souvenir. M¨¢s de la mitad de los edificios (el 52%) albergan pisos tur¨ªsticos y en las camas de apartamentos y hoteles casi alcanzan ya al n¨²mero total de vecinos, seg¨²n revela el estudio del investigador de la Universidad de Lisboa, Agust¨ªn C¨®cola. La proporci¨®n entre camas hoteleras y vecinos en Ciutat Vella es de una plaza por cada 4,9 vecinos, pero en el G¨®tico es incluso superior y casi se puede equiparar: una cama por cada 1,6 vecinos. Mientras crece el fen¨®meno, la poblaci¨®n residente se marcha (un 17,6% en los ¨²ltimos 10 a?os, seg¨²n el padr¨®n) y suben los precios residenciales (un 6% en solo un a?o) debido a dos factores: la compra de edificios y pisos por parte de inversores extranjeros y la constante disminuci¨®n del parque de viviendas disponible.
Para C¨®cola el problema es una bola de nieve que se extiende al tejido social y comercial, siempre en los barrios que reciben mayor presi¨®n como G¨®tico, Barceloneta, Sant Pere, Santa Caterina y La Ribera o la Dreta del Eixample. "Comercio y vida cotidiana tambi¨¦n est¨¢n afectados. La gente se va porque no tienen los servicios que necesitan. Con el turismo masivo, la farmacia pasa a ser una helader¨ªa y la carnicer¨ªa una tienda de souvenirs", se?ala.
Reme G¨®mez, presidenta de la asociaci¨®n de vecinos del barrio, pasea por unas Ramblas atestadas de turistas e invadidas por una feria de tapas en la que no hay ni un solo vecino del barrio. El lugar, hist¨®rica arteria de Barcelona, hoy es solo un gran bazar para turistas. Un espacio, como tantos otros, que ya no pisan los barceloneses. ¡°Hemos perdido nuestra capacidad de tener una vida cotidiana de barrio. Han subido los precios en el comercio y en la vivienda. All¨¢ donde se instala el turismo, desaparecen el resto de sectores¡±, critica.
Hemos perdido la capacidad de llevar una vida cotidiana¡±, denuncia una vecina
La manera con la que las ciudades pueden medir el impacto sobre el territorio de esta industria es la relaci¨®n entre n¨²mero de ciudadanos y pernoctaciones. La teor¨ªa dice que las ciudades grandes y pobladas soportan mejor este tipo de fen¨®menos y la media mundial se sit¨²a en 6 puntos. , grandes ciudades como Londres est¨¢n en 3 y Amsterdam (una de las m¨¢s afectadas) est¨¢ en 12 (por encima del l¨ªmite de sus posibilidades). Barcelona se encuentra actualmente en 9 pernoctaciones por cada ciudadano, tres puntos por encima de la media.
El Ayuntamiento, por primera vez en a?os, est¨¢ alineado con las quejas vecinales. Agust¨ª Colom, concejal de Turismo enumera esos problemas en una entrevista con este peri¨®dico: vivienda tur¨ªstica, gentrificaci¨®n, desertizaci¨®n del espacio¡ y dejar de hacer promoci¨®n salvaje fuera. ¡°Ahora toca gobernar el turismo, no atraer a m¨¢s gente. Lo primero que estamos haciendo es luchar contra los pisos tur¨ªsticos ilegales. Pero tambi¨¦n hay un plan de usos para los comercios que limitar¨¢ sus usos y fomentar¨¢ el de proximidad¡±, se?ala.
Lo mismo sienten los vecinos de la Barceloneta, un antiguo barrio de pescadores con pisos de escasa calidad, que el turismo ha convertido en el m¨¢s caro por metro cuadrado. El investigador Alan Quaglieri, experto en temas de turismo, conoce bien el problema. ¡°Es un ¨¢rea emblem¨¢tica de las contradicciones promovidas por el turismo en el apartado de vivienda. Es la competencia desleal entre la demanda tur¨ªstica de espacio y el acceso a un bien b¨¢sico. Ha provocado que en ¨¢reas con un perfil de clases populares se enfrenten a una concentraci¨®n de una demanda con alto poder adquisitivo. Y eso tiene un impacto brutal sobre los equilibrios socioculturales del barrio?¡±.
Las confluencias en este asunto crean extra?os compa?eros de cama como el de estos vecinos y el gremio de hoteleros. Su presidente, Jordi Clos, no cree que Barcelona tenga un problema con el turismo, sino un reto por delante para gestionar el ¨¦xito. Pero, en cualquier caso, se?ala hacia los pisos tur¨ªsticos como foco principal. ¡°Hay que diferenciar bien: hay una parte del turismo, la mitad, que son gente que vienen a ferias o a negocios y no genera ning¨²n conflicto. Pero despu¨¦s est¨¢ la parte tur¨ªstica que tiene dos par¨¢metros importantes que han generado conflictividad. Los pisos tur¨ªsticos ha hecho un crecimiento de la oferta brutal con unos precios asequibles. Viene un segmento de p¨²blico que antes no ven¨ªa y han doblado la oferta. La mitad no son legales y generan un conflicto de car¨¢cter social dentro de los espacios. Adem¨¢s tenemos el tema de los cruceros. Una parte son de mucho nivel, pero otros est¨¢n tres horas y media y ocupan el espacio de la ciudad¡±, se?ala. En cualquier caso, nadie duda de que la soluci¨®n tardar¨¢ en llegar tantos a?os como los que esperaron a los turistas en esta ciudad.
Los cruceros: 30.000 personas en un solo d¨ªa
En algunos apartados de este conflicto el desequilibrio aumenta, pero la actuaci¨®n del Ayuntamiento es limitada. Ni el Consistorio tiene competencias y recursos para controlar el tema de los pisos, ni las tiene para regular otro de los grandes problemas de la ciudad como son los cruceros, para los que se lleg¨® a construir un muelle con capacidad para siete grandes barcos que permite desembarcar a 30.000 personas en un solo d¨ªa de agosto. Una invasi¨®n en toda regla que dura cuatro horas. Y un atentado medioambiental, seg¨²n todos los estudios. ¡°Las competencias no son nuestras, pero el problema es que el crucerista deja un rendimiento escaso comparado con el impacto que tienen sobre la ciudad. No son el perfil de turista deseado ni el sector a desarrollar. Preferir¨ªamos que vinieran menos y se quedar¨¢n m¨¢s tiempo¡±, insiste Agust¨ª Colom, concejal de Turismo.
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