?Qui¨¦nes son los patriotas?
El verdadero prop¨®sito de los republicanos es trazar una l¨ªnea entre los cristianos blancos y el resto
Ha sido una semana de lo m¨¢s interesante en lo que a pol¨ªtica se refiere. Por un lado, la Convenci¨®n Nacional Dem¨®crata fue una gran celebraci¨®n de Estados Unidos. Por otro, el candidato republicano a la presidencia insisti¨® en el evidente apoyo que est¨¢ recibiendo de Vladimir Putin, elogi¨® una vez m¨¢s el liderazgo de este, insinu¨® que no le parece mal la agresi¨®n rusa en Crimea, e inst¨® a los rusos a hacer de esp¨ªas para ¨¦l. Y no, no estaba bromeando.
S¨¦ que algunos republicanos se sienten como si estuvieran en un mundo al rev¨¦s. Despu¨¦s de todo, por lo general son ellos los que cantan "?USA! ?USA! ?USA!". ?Y acaso no llevan a?os insinuando que Barack y Michelle Obama odian a Estados Unidos, y hasta es posible que apoyen a los enemigos del pa¨ªs? ?C¨®mo han acabado los dem¨®cratas por parecer los patriotas?
Pero los partidos no est¨¢n experimentando realmente un cambio de papeles. El discurso pronunciado el jueves por el presidente Obama fue maravilloso e inspirador, pero cuando declar¨® que "lo que o¨ªmos en Cleveland la semana pasada no fue especialmente republicano" estaba mintiendo un poquito. La verdad es que fue muy republicano en esencia; la ¨²nica diferencia era que la esencia estaba menos disfrazada de lo habitual. Porque el "avivamiento del rencor" denunciado por Obama no empez¨® con Donald Trump, y todo ese ondear de banderas nunca tuvo en su mayor parte nada que ver con el verdadero patriotismo.
Pensemos en ello: ?qu¨¦ significa amar a Estados Unidos? Sin duda significa amar el pa¨ªs que de hecho tenemos. No s¨¦ los dem¨¢s, pero yo, siempre que vuelvo de un viaje al extranjero, me lleno de orgullo al ver la enorme variedad de conciudadanos, tan diferentes en apariencia, en herencia cultural, en su vida personal, y sin embargo, todos ellos ¡ªtodos nosotros¡ª estadounidenses.
Ese amor por el pa¨ªs de uno no tiene por qu¨¦ ser (ni deber¨ªa ser) ciego. Pero los fallos que uno encuentra, las cr¨ªticas que uno plantea, deber¨ªan referirse a aquello en lo que no estamos a la altura de nuestros propios ideales. Si lo que nos preocupa de Estados Unidos es, en cambio, el hecho de que no sea exactamente igual que en el pasado (o como imaginamos que fue en el pasado), entonces no amamos a nuestro pa¨ªs y lo ¨²nico que nos importa es nuestra tribu.
Y demasiadas figuras influyentes de la derecha son tribalistas, no patriotas. Recibimos una demostraci¨®n gr¨¢fica de esa realidad tras el discurso de Michelle Obama, cuando habl¨® de la maravilla que supon¨ªa ver a sus hijas jugar en el c¨¦sped de "una casa construida por esclavos". Fue una imagen edificante y, s¨ª, patri¨®tica, la celebraci¨®n de una naci¨®n que siempre intenta mejorar, superar sus fallos.
Pero todo lo que oyeron muchos en la derecha ¡ªen especial las figuras medi¨¢ticas que establecen el programa republicano¡ª fue una acusaci¨®n contra los blancos. "No pueden dejar de hablar de la esclavitud", se quejaba Rush Limbaugh. Los esclavos tampoco viv¨ªan tan mal, insist¨ªa Bill O'Reilly: "Estaban bien alimentados y viv¨ªan en casas decentes". Lo que en realidad estaban diciendo ambos hombres era que los blancos son su tribu y nunca se les debe criticar.
Este mismo impulso tribal seguramente explica buena parte de la ret¨®rica derechista sobre la seguridad nacional. ?Por qu¨¦ est¨¢n los republicanos tan obsesionados con la idea de que el presidente debe utilizar la expresi¨®n "terrorismo isl¨¢mico", cuando los verdaderos expertos en terrorismo coinciden en que esto perjudicar¨ªa de hecho a la seguridad nacional, al contribuir a la marginaci¨®n de los musulmanes pac¨ªficos?
La respuesta, creo yo, es que la marginaci¨®n no es un efecto secundario que est¨¦n pasando por alto, sino el verdadero prop¨®sito; se trata de trazar una l¨ªnea entre nosotros (los cristianos blancos) y ellos (todos los dem¨¢s), y la seguridad nacional no tiene nada que ver con el tema.
Lo que nos devuelve al intenso v¨ªnculo afectivo entre Vladimir y Donald. La voluntad de Trump de dejar a un lado nuestra bien ganada fama de aliado fiable es notoria. Al igual que la extra?a especificidad de su apoyo a las prioridades de Putin, que contrasta dr¨¢sticamente con la vaguedad de todas sus dem¨¢s declaraciones en materia pol¨ªtica. Y solo ha ofrecido medias respuestas evasivas a las preguntas sobre sus lazos empresariales con oligarcas relacionados con Putin.
Pero lo que m¨¢s me llama la atenci¨®n es el silencio de tantos republicanos importantes ante un comportamiento que habr¨ªan tachado de traici¨®n si procediese de un dem¨®crata, por no hablar del apoyo del que Trump disfruta entre muchos republicanos de base.
Lo que eso nos dice, pienso, es que todo ese ondear de banderas y todo el postureo militarista no ten¨ªan nada que ver con el patriotismo. Se trataba, por el contrario, de utilizar la supuesta debilidad dem¨®crata en materia de seguridad nacional como porra con la que golpear a la oposici¨®n en su propio pa¨ªs, y proteger los intereses de la tribu.
Ahora llega Trump, cumpliendo las ¨®rdenes de una potencia extranjera e invit¨¢ndola a intervenir en nuestra pol¨ªtica, y a eso no le ponen objeci¨®n, porque tambi¨¦n sirve a la tribu.
De modo que si a alguien le extra?a que hoy en d¨ªa los dem¨®cratas parezcan patriotas y los republicanos no, es porque antes no prestaba atenci¨®n. Quienes ahora parecen amar a Estados Unidos siempre lo han hecho; los que de repente ya no parecen patriotas, nunca lo han sido.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa.
? The New York Times Company, 2016.
Traducci¨®n de News Clips.
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