Matem¨¢ticas digitales
Lo deseable es que la revoluci¨®n tecnol¨®gica no se convierta en otro factor de desigualdad
Al final, van a tener raz¨®n los pitag¨®ricos: la realidad se compone de n¨²meros, en su encadenamiento hay magia y las leyes de la naturaleza simplemente son formulaciones matem¨¢ticas de los comportamientos f¨ªsicos. Los nuevos negocios, los que se asientan en una cadena continua de mejoras tecnol¨®gicas ¡ªsostenidas al mismo tiempo por complejos rosarios de algoritmos o conjunto ordenado de operaciones repetidas que permiten ofrecer respuestas al consumidor¡ª responden desde luego a la concepci¨®n pitag¨®rica. Las cadenas ordenadas de n¨²meros est¨¢n detr¨¢s del modo de operar casi instant¨¢neo de Uber, Amazon, Google o WhatsApp, que son en este momento las estrellas m¨¢s radiantes del business global; las ¨®rdenes de compraventa en los mercados responden a cadenas seriadas de n¨²meros que garantizan una limpieza mecanicista en las operaciones articuladas y predeterminadas; y lo mismo cabe decir de las casas de an¨¢lisis econ¨®mico o financiero. Las series num¨¦ricas son la rob¨®tica de los negocios y de los mercados financieros. Pueden usarse como reguladores autom¨¢ticos o como se?uelos; sirven para frenar un desplome de las cotizaciones o para casar en segundos la demanda de una empresa con su oferta o para responder inmediatamente a una petici¨®n de informaci¨®n. Las matem¨¢ticas han tomado el control de las operaciones rutinarias de las empresas y de los mercados y amenazan con invadir las no rutinarias.
El destello matem¨¢tico del escaparate digital es de tal intensidad que se ha transformado en un problema ¨¦tico. El problema es el de siempre, s¨®lo que agravado por la velocidad que imprime la nueva econom¨ªa tecnol¨®gica: las ventajas tecnol¨®gicas quedan en un reducido grupo de sociedades o personas que las utilizan para obtener ganancias (hasta aqu¨ª todo bien) y usa con frecuencia la ventaja inicial para conseguir dominios espurios del mercado. La probabilidad de que esto suceda es muy elevada, como indica el vasto n¨²mero de precedentes en empresas punteras del negocio digital. El algoritmo que controla ventas o alquileres o colorea las fotos antiguas tambi¨¦n puede incorporar patrones de conducta asocial. La era del nuevo pitagorismo requiere en apariencia una regulaci¨®n distinta para proteger al cliente en tanto que ciudadano y consumidor; regulaci¨®n a la que, por cierto, suelen ser hostiles los nuevos grupos tecnol¨®gicos (y los viejos).
Sin embargo, como en otros casos de econom¨ªa acelerada, no debe caerse en la adoraci¨®n ni en la ofuscaci¨®n. El desarrollo matem¨¢tico asociado a la econom¨ªa digital permite aproximar las transacciones y servicios a una cadencia pr¨¢cticamente inmediata; crea un nuevo ¨¢mbito de negocios, que es precisamente el mercado del algoritmo y permite aprovechar el valor a?adido (aunque probablemente coyuntural) del nuevo servicio concebido como juguete por el usuario. Pero lo que no puede hacer el paradigma digital es modificar las reglas de la decisi¨®n en el mercado. Al final, o al principio, el negocio exige una decisi¨®n que provoca la ganancia o la p¨¦rdida; esa decisi¨®n no es algor¨ªtmica. De hecho, suele producir m¨¢s beneficio cuanto m¨¢s se aleje del algoritmo, que, al fin y al cabo, no es m¨¢s que una sistematizaci¨®n centelleante de lo ya conocido. El molde de la decisi¨®n es irreductible a algoritmos.
El negocio de las matem¨¢ticas digitales ya es una veta de beneficios; no hay marcha atr¨¢s. El problema consiste en incardinar el mercado algor¨ªtmico en el crecimiento global; o, por decirlo con m¨¢s exactitud, en las posibilidades de crecimiento global, que ahora mismo son escasas, como bien acaba de explicar el Fondo Monetario Internacional en su informe doliente sobre la productividad y el comercio internacional. En el fondo, ser¨ªa deseable que la econom¨ªa digital sostenida por las series matem¨¢ticas no se convierta en otro factor de desigualdad.
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