El eterno retorno de Venezuela
Desde la apertura hace m¨¢s de 100 a?os del primer pozo petrolero, el pa¨ªs americano ha estado marcado por una irracionalidad econ¨®mica que se agrav¨® con el chavismo
El 31 de julio de 1914, la puesta en marcha del pozo petrolero de Zumaque I en el noroeste de Venezuela cambi¨® para siempre la econom¨ªa del pa¨ªs latinoamericano. En aquel momento, Venezuela era una naci¨®n pobre, eminentemente agr¨ªcola y sin instituciones fuertes. Y el l¨ªquido negro y viscoso que brotaba de aquella primigenia planta extractiva fue como un man¨¢ ca¨ªdo del cielo que, parad¨®jicamente, acabar¨ªa sumiendo en la ruina a uno de los pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo en recursos naturales. Una oportunidad ¨²nica de desarrollarse que, sin embargo ¡ªy tras un siglo de explotaci¨®n petrolera a sus espaldas¡ª, se puede decir que no ha sabido aprovechar. ¡°Los venezolanos no entend¨ªan lo que la aparici¨®n del petr¨®leo significar¨ªa para su futuro¡±, relata Ra¨²l Gallegos, corresponsal en Caracas de la agencia Dow Jones y del diario The?Wall Street Journal entre 2004 y 2009 y hoy analista senior de la consultora Control Risks en Bogot¨¢.
Gallegos acaba de presentar ?Cu¨¢ndo se jodi¨® Venezuela? (Deusto), un libro en el que desgrana de forma ¨¢gil y amena uno de los mayores dramas econ¨®micos que ha vivido el mundo en el ¨²ltimo siglo: de qu¨¦ forma el Estado con las mayores reservas probadas de crudo del planeta lidia d¨ªa tras d¨ªa con la escasez de productos b¨¢sicos y con una crisis que llevar¨¢ a su PIB a caer un 10% este a?o. ?C¨®mo es posible? ¡°El venezolano medio, desde todo punto de vista, se acostumbr¨® a vivir en una sociedad en la que el petr¨®leo debe gozarse de manera inmediata porque ma?ana puede no tener el mismo valor¡±, afirma Gallegos. Y es que la historia econ¨®mica de Venezuela es, en cierta medida, la de la exageraci¨®n y la desmedida, plagada de puntos ¨¢lgidos y valles de depresi¨®n total con un rasgo distintivo: una gesti¨®n cuando menos discutible.
Cuando el pozo de Zumaque I empezaba a dar sus primeros r¨¦ditos, el pa¨ªs estaba gobernado con mano de hierro por un dictador, Juan Vicente G¨®mez, que logr¨® instalarse en el cargo durante 27 a?os y morir como uno de los hombres m¨¢s ricos de Sudam¨¦rica gracias, precisamente, a las ganancias derivadas de la venta de crudo. La Primera Guerra Mundial acaba de comenzar y las principales potencias militares empezaban a equipar sus flotas navales con barcos que consum¨ªan petr¨®leo en vez de carb¨®n y los autom¨®viles empezaban a poblar las calles de las principales ciudades estadounidenses. Para aprovechar el momento, G¨®mez aprob¨® un esquema de explotaci¨®n a medida de las petroleras estadounidenses y convirti¨® Venezuela, en palabras de Gallegos, en un ¡°rico enclave manejado como una finca personal¡± en la que el 90% de los ingresos depend¨ªan del crudo y permit¨ªan la creaci¨®n de una clase de trabajador que ¡°ganaba m¨¢s de lo que pod¨ªa gastar¡±. Esas dos caracter¨ªsticas: la corrupci¨®n y la disfunci¨®n econ¨®mica perseguir¨ªan a Venezuela hasta hoy.
Menos de dos d¨¦cadas despu¨¦s, en plena Gran Depresi¨®n en EE UU, el petr¨®leo convertir¨ªa al bol¨ªvar en una de las monedas m¨¢s fuertes del mundo, el coste de la vida en Caracas triplicar¨ªa al de Washington y, en definitiva, Venezuela empezar¨ªa a sentir los primeros efectos del llamado mal holand¨¦s, el fen¨®meno que ocurre cuando el ¨¦xito de un recurso natural tras un auge inicial, arruina a largo plazo la econom¨ªa de un pa¨ªs. ¡°Los d¨ªas de bonanza no duraron mucho tiempo¡±, relata Gallegos. Ante la incipiente escasez de productos, el Gobierno del filofascista Isa¨ªas Medina impondr¨ªa los primeros controles de precios e inaugurar¨ªa una etapa de fuerte intervenci¨®n estatal que llega hasta nuestros d¨ªas. A medida que aumentaba la riqueza petrolera, los venezolanos demandaban m¨¢s beneficios y los militares tambi¨¦n quer¨ªan su parte. As¨ª puede explicarse que el primer Gobierno democr¨¢tico cayese tras un golpe de Estado, otra lacra que se repetir¨ªa varias veces. ¡°Las fuerzas armadas estaban envalentonadas y, como todos los venezolanos, esperaban generosos beneficios del Estado¡±, apunta Gallegos. En los cincuenta se gest¨® tambi¨¦n el abandono paulatino de la agricultura ¡ªlo que convertir¨ªa al pa¨ªs en dependiente del resto del mundo para alimentarse¡ª y se propici¨® el primer boom de la construcci¨®n. ¡°Todo el mundo empez¨® a invertir en sectores que permitiesen lograr ganancias r¨¢pidas. Venezuela era el lugar donde hab¨ªa que estar, pero la pregunta de c¨®mo administrar los recursos petroleros para generar un desarrollo sostenible y una econom¨ªa menos dependiente del petr¨®leo no estaba presente¡±.
Da igual la etiqueta
La historia se repetir¨ªa d¨¦cadas despu¨¦s, con los mismos rasgos distintivos: irracionalidad econ¨®mica ¡ªinflaci¨®n superior a los tipos de inter¨¦s que incentiva el consumo inmediato y los pr¨¦stamos frente al ahorro¡ª, lujo importado y subidas salariales por decreto en plena escalada del petr¨®leo de 1973, cuando los precios del crudo subieron un 260% y Venezuela era incapaz de absorber la ingente cantidad de divisas que ingresaba; y recesi¨®n severa, controles de capitales y de precios y deudas impagables en los ochenta, que desembocar¨ªan en el sangriento Caracazo.
Nueve a?os despu¨¦s llegar¨ªa Hugo Ch¨¢vez al poder y la situaci¨®n se repetir¨ªa. ¡°Aunque muchos acusan al chavismo de todo lo que ha pasado en Venezuela, solo es una prolongaci¨®n hist¨®rica de una situaci¨®n que viene de mucho antes; Venezuela ha tropezado con la misma piedra una, otra y otra vez¡±. A este continuo d¨¦j¨¤ vu hay que sumar, seg¨²n Gallegos, el a?adido que supone la beligerancia chavista hacia la econom¨ªa de mercado y la inversi¨®n extranjera, lo que ha provocado ¡°que se ahonde m¨¢s en esa dependencia del ciudadano-gobierno y gobierno-petr¨®leo. Son muchas generaciones las que piensan que su manera de prosperar es acercarse m¨¢s al Estado, como empresario, militar o ciudadano¡±, incide. ¡°Este gobierno lo llam¨® ¡®socialismo del siglo XXI¡¯, otro ¡®la gran Venezuela¡¯¡ Da igual la etiqueta, el tr¨¢gico desenlace es el mismo¡±.
Un visionario de Caracas
Cuando Juan Pablo P¨¦rez Alfonzo tom¨® posesi¨®n como ministro de Fomento en 1945 bajo la presidencia de R¨®mulo Betancourt, decidi¨® apretar fiscalmente a las petroleras y exigir que el Estado obtuviese parte de los beneficios que estas firmas obten¨ªan en los procesos de refino, transporte y venta de la gasolina. M¨¢s tarde, consciente de que las exigencias venezolanas eran mucho mayores que las que pon¨ªan los pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo, envi¨® una delegaci¨®n a esta regi¨®n con copias del acuerdo alcanzado en Venezuela con las petroleras y consigui¨® que Arabia Saud¨ª adoptase similares condiciones y que ¨¦stas se extendieran por todo el sector.
Pero su mayor obra llegar¨ªa m¨¢s de una d¨¦cada despu¨¦s, tras un largo exilio en EE UU y M¨¦xico que aprovechar¨ªa para estudiar a fondo el sector petrolero. ¡°En aquellos a?os, las siete petroleras m¨¢s poderosas del mundo dominaban m¨¢s del 80% de las reservas probadas y los pa¨ªses, verdaderos due?os del crudo, nada pod¨ªan hacer al respecto¡±, incide Gallegos. Ante esto, P¨¦rez Alfonzo se acerc¨® en 1960 a Arabia Saud¨ª, Ir¨¢n, Irak y Kuwait y propici¨® la creaci¨®n de la Organizaci¨®n de Pa¨ªses Exportadores de Petr¨®leo (OPEP), que crear¨ªa las reglas del juego del sector.
Sin embargo, lo que m¨¢s destaca Gallegos de P¨¦rez Alfonzo es que ¡°entend¨ªa que el flujo de d¨®lares del petr¨®leo era demasiado para poder ser absorbido por la econom¨ªa del pa¨ªs¡±. Lo tildaron de loco ¡°y una sociedad que descalifica as¨ª a sus mejores cuadros, tiene mucho que avanzar todav¨ªa¡±, zanja.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.