Mentira de la fiebre
Jos¨¦ ?ngel S¨¢nchez Asia¨ªn: la buena sombra de la vida de un banquero
En el cap¨ªtulo Mentira de la fiebre, de la impresionante novela de Fernando Aramburu Patria (Editorial Tusquets), se produce un di¨¢logo que causa ese escalofr¨ªo retrospectivo que ocurre sobre algo que ya pas¨® (y de alguna manera sigue pasando) pero que acude de pronto a la memoria del presente. Como si fuera la pesada carga de la vida, siempre recordando las amenazas sufridas.
La hermana de un asesino de ETA, central en la novela, se niega a glorificar a un terrorista y simula que tiene fiebre. Frente a la algarab¨ªa de los que s¨ª van a la plaza del pueblo a celebrar (a celebrar) el funeral, ella se queda en casa con "la mentira de la fiebre", porque no se quiere solidarizar con aquel "caudillo de verdugos". Ese "caudillo de verdugos" era Txomin Iturbe.
La chica se quedaba en cama, con "la mentira de la fiebre". "Y con la espalda recostada contra la almohada" imita las ¨®rdenes del verdugo que pasaba a lo gloria: "Matad a fulano, matad a mengano".
Menganos y fulanos hubo cerca de mil, todos muertos; en la orla que les pusieron encima los etarras no eran imprescindibles muchas razones; y a veces era mejor que no hubiera razones. Un apellido que no sonara a euskera, un trabajo en Renter¨ªa, un tipo que oliera a franquista, que no fuera "de los nuestros". Y, finalmente, el asesinato y, casi siempre, el silencio.
De eso va la novela, tambi¨¦n, del silencio. Y produce tanto escalofr¨ªo como la pesadilla mientras ¨¦sta dur¨®. Se acab¨® la violencia, pero no se ha acabado la sintaxis de la violencia. Si lloras por ese, se lee en Patria, me voy a dormir al otro cuarto. Los buenos, los malos. Los nuestros, los enemigos. Esa era la sintaxis; esa sintaxis no ha muerto. Y los que la mantienen viva saben qu¨¦ da?o hacen las palabras. Son se?ales; antes serv¨ªan de diana, ahora marcan como una diana. Cuidado, donde hay una definici¨®n aviesa se marca una amenaza. Un insulto retrospectivo.
Ahora que ha muerto un buen hombre, un hombre excelente, Jos¨¦ ?ngel S¨¢nchez Asia¨ªn, del que ha escrito tan excelente perfil Miguel ?ngel Noceda en este peri¨®dico, vi en la red de redes, Twitter, algunas alusiones aviesas a este buen bilba¨ªno, apasionado de las artes y de la vida, al que una de esas tachaduras que abundan en tal red denominaba "banquero franquista". Vaya por Dios. P¨ªo Baroja, Di Stefano, Ernest Hemingway, Unamuno Lola Flores, Recalde, Aranguren, Ridruejo, tantos vascos, y tantos catalanes, y andaluces, y canarios, y madrile?os del Madrid heroico, que vivieron y trabajaron bajo Franco y en aquel ambiente sociol¨®gico y pol¨ªtico asfixiante y envolvente, que se ramific¨® hasta el tu¨¦tano en sociedades donde ahora parece que ese tiempo sucedi¨® como un polvo de estrellas..., toda esa ¨¦poca condenada al mismo basurero de la historia. Incluido, claro, el noble banquero que nos dej¨® ahora. Todos franquistas; total, como no hay memoria mejor meter en la desmemoria a todo dios. Da igual, ese es el nivel que iguala el lenguaje de la red.
A la Transici¨®n se la quisieron cargar los franquistas y estos antifranquistas del insulto retrospectivo. Por franquista. El franquismo como orla que permit¨ªa, en los a?os de plomo, que un verdugo oculto en su capucha dijera la frase que imitaba Arantxa, el personaje de Patria: "Matad a fulano, matad a mengano". Para que aprenda, para que aprendan otros.
Ese terror pas¨® a la historia, pero no abandona la mente de la historia. Y si no se recuerda que lo que escribe Aramburu tiene m¨¢s actualidad que pasado estaremos condenados a que nos se?alen con el dedo por leer a P¨ªo Baroja, por ejemplo, aquel renegado.
Como si la Patria en la que viven fuera la patria de ellos, mientras que la otra patria es el infierno donde habitaron Franco y otros ¨¢ngeles malos a los que ese dictador domin¨® con su l¨¢tigo hasta convertirlos en perversos lacayos. Si Franco los oye les hace un monumento.
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