Formaci¨®n y trabajo
Hay que analizar las exigencias de las empresas, pero tambi¨¦n evitar los eventuales abusos a los que se presta esa posibilidad de trabajo barato
La econom¨ªa espa?ola sigue destacando internacionalmente por el mantenimiento de un desempleo elevado y con una composici¨®n inquietante. Tenemos una de las tasas de paro juvenil m¨¢s elevadas y una formaci¨®n de base no adecuada a las exigencias de las empresas. Entre las causas de ese elevado desempleo juvenil est¨¢ el abandono prematuro de muchos j¨®venes del sistema educativo. La traslaci¨®n a nuestro pa¨ªs del modelo de ¡°formaci¨®n dual¡± experimentado en varios pa¨ªses como Alemania, Suiza o Dinamarca, promet¨ªa una reducci¨®n de ese desequilibrio entre los j¨®venes, pero los resultados se est¨¢n haciendo esperar. La empresa y el centro educativo convienen en la distribuci¨®n de las horas de docencia y las de estancia en la empresa con el fin ¨²ltimo de que las habilidades y competencias obtenidas se adec¨²en a las exigencias de las empresas. Con ello se trata de reducir no solo la asimetr¨ªa entre el tipo de conocimientos que se imparten en los centros educativos y lo que las exigencias productivas requieren, sino adecuar igualmente las actitudes, habilidades y competencias de los que acceden al mercado laboral por primera vez. Esa formaci¨®n dual suele girar en torno a ciclos de dos a?os, aun cuando la legislaci¨®n espa?ola admite que lleguen a tres. La idea es v¨¢lida y bien instrumentada, y es compatible con otros itinerarios desde los sistemas educativos al mercado de trabajo.
Conceptualmente, el sistema es de todo punto conveniente, no obliga a esperar al t¨¦rmino de los estudios de formaci¨®n profesional para encontrar un puesto de trabajo, garantizando la disposici¨®n de experiencia laboral antes de concluir formalmente sus estudios. Intenta conciliar la capacitaci¨®n de los estudiantes teniendo muy presente las necesidades de las empresas. Para estas, les facilita la transici¨®n a la satisfacci¨®n de las necesidades de personal familiarizado con la propia empresa. Esa combinaci¨®n de la formaci¨®n reglada en los centros educativos con la realizaci¨®n de pr¨¢cticas en las empresas llega a un porcentaje de estudiantes espa?oles poco menos que testimonial. Y, a diferencia de otros pa¨ªses de donde se import¨® el sistema, el encaje en el mercado es bajo. En Alemania, por ejemplo, la coexistencia de forma intercalada entre las pr¨¢cticas y los estudios suele durar dos a?os y el 68% de los estudiantes que siguen esos programas consiguen empleo en la misma empresa en la que llevan a cabo las pr¨¢cticas.
En el ¨¦xito de un modelo tal, la desaparici¨®n de los prejuicios acerca de la formaci¨®n profesional es una condici¨®n necesaria. Pero lo es igualmente la interacci¨®n entre los centros educativos y las empresas, incluso al nivel de los propios profesores que son los que en ¨²ltima instancia han de encauzar a los estudiantes y buscar el encaje adecuado en las empresas. En nuestro pa¨ªs no existen pautas suficientemente concretas al respecto, como tampoco existe una suficiente uniformidad en las distintas comunidades aut¨®nomas en aspectos b¨¢sicos, como la remuneraci¨®n de las pr¨¢cticas en las empresas, que depende en ¨²ltima instancia de la voluntad de las empresas.
Revisar cr¨ªticamente las insuficiencias que ha aportado el rodaje del sistema en nuestro pa¨ªs, en directo contraste con lo que ocurren en aquellos donde su funcionamiento es aceptable es una prioridad. Ello exige, desde luego, analizar las exigencias de las empresas, pero tambi¨¦n hacerlo con la calidad de la formaci¨®n que obtienen los estudiantes y los eventuales abusos a los que se presta esa posibilidad de trabajo barato, especialmente en t¨¦rminos de la obtenci¨®n de las habilidades en las que se conf¨ªa.
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