La historia de Paul Ryan: de farsante a fascista
El diputado republicano se labr¨® su reputaci¨®n ¨²nicamente por lo bien que aparentaba ser sensato en TV

?Por qu¨¦ ha decidido Paul Ryan no presentarse a la reelecci¨®n? ?Cu¨¢les ser¨¢n las consecuencias? Vayan ustedes a saber, literalmente. Puedo hacer conjeturas bas¨¢ndome en lo que leo en los peri¨®dicos, pero todos pueden.
Por otra parte, s¨ª tengo alguna idea de c¨®mo lleg¨® Ryan ¡ªque siempre ha sido un embaucador, y eso estaba a la vista de quien quisiera verlo¡ª a presidente de la C¨¢mara de Representantes. Y esa es una historia que dice muy poco a favor no solo del propio Ryan, ni siquiera solo de su partido, sino tambi¨¦n a los autoproclamados centristas y a los medios informativos, que con su conducta impropia impulsaron su trayectoria. Es m¨¢s, las fuerzas que llevaron a Ryan a una posici¨®n de poder son las mismas que han llevado Estados Unidos al borde de una crisis constitucional.
Respecto a Ryan: incre¨ªblemente, estoy viendo algunas noticias acerca de su salida que lo retratan como un gran experto pol¨ªtico y un defensor de la austeridad fiscal que, por desgracia, fue incapaz de cumplir con su misi¨®n en la era Trump. Inconcebible.
Miren, el ¨²nico principio rector de todo lo dicho y propuesto por Ryan era el de acomodar a los c¨®modos y afligir a los afligidos. ?Puede alguien mencionar un solo ejemplo en el que su supuesta preocupaci¨®n por el d¨¦ficit lo llevase a imponer alguna carga a los ricos, en el que su supuesta compasi¨®n lo llevase a mejorar la vida de los pobres? Recuerden que vot¨® contra la propuesta presentada por la comisi¨®n Simpson-Bowles sobre la deuda no por sus verdaderos fallos, sino porque supondr¨ªa una subida de los impuestos y no lograr¨ªa revocar la reforma sanitaria de Barack Obama.
Y sus propuestas de "reducci¨®n del d¨¦ficit" siempre han sido fraudulentas. La p¨¦rdida de ingresos debida a los recortes fiscales siempre ha excedido a cualquier reducci¨®n de gasto expl¨ªcita, de modo que la supuesta responsabilidad fiscal proced¨ªa por completo de los "asteriscos m¨¢gicos": ingresos adicionales a costa de tapar lagunas jur¨ªdicas no especificadas, y reducciones del gasto derivadas de recortar programas no especificados. Ya en 2010 dije que era un embustero, y nada de lo que ha hecho desde entonces ha puesto en duda ese juicio.
?Y c¨®mo consigui¨® entonces este notorio artista de la estafa una reputaci¨®n de seriedad y de probidad fiscal? B¨¢sicamente, fue el beneficiario de la discriminaci¨®n positiva ideol¨®gica. Incluso ahora, en esta era de Trump, hay un n¨²mero considerable de l¨ªderes de opini¨®n?¡ªen especial, aunque no ¨²nicamente, en los medios informativos¡ª cuyas carreras y marcas profesionales se basan en la idea de que est¨¢n por encima de las refriegas pol¨ªticas. El afirmar que ambas partes tienen cierto grado de raz¨®n, que hay personas serias y honradas en la izquierda y la derecha, pr¨¢cticamente define la identidad de esta gente.
Pero la realidad de la pol¨ªtica estadounidense del siglo XXI es de polarizaci¨®n asim¨¦trica en m¨²ltiples aspectos. Uno de ellos es el intelectual: si bien hay algunos pensadores conservadores que son serios y honrados, no tienen influencia en el Partido Republicano actual. ?Qu¨¦ puede hacer un centrista?
Con demasiada frecuencia, la respuesta ha implicado lo que podr¨ªamos denominar credulidad motivada. Los centristas que no lograban encontrar verdaderos ejemplos de conservadores honrados y serios prodigaban elogios a pol¨ªticos que interpretaban ese papel en la televisi¨®n. Lo cierto es que a Paul Ryan no se le daba demasiado bien fingir; los verdaderos expertos fiscales ridiculizaban sus presupuestos de "carne misteriosa". Pero da igual: el relato exig¨ªa que el personaje interpretado por Ryan existiese, de modo que todos fing¨ªan que ¨¦l era el ejemplo por excelencia.
Y perm¨ªtanme decir que la misma falsa equidistancia que convirti¨® a Ryan en h¨¦roe fiscal influy¨® de manera crucial en la elecci¨®n de Donald Trump. ?C¨®mo pudo el candidato presidencial m¨¢s corrupto de la historia estadounidense conseguir una victoria en el Colegio Electoral? Hubo muchos factores, cualquiera de los cuales podr¨ªa haber cambiado las tornas en unas elecciones ajustadas. Pero las elecciones no habr¨ªan sido ajustadas si buena parte de los medios de comunicaci¨®n no se hubiesen sumergido en una org¨ªa de falsa equivalencia.
Lo que nos lleva a los congresistas republicanos, y a Ryan en concreto, en la era de Trump.
A algunos analistas parece sorprenderles que hombres que hablaban sin parar de probidad fiscal durante el mandato de Barack Obama apoyasen sin remordimientos en la era de Trump unas rebajas fiscales que disparar¨¢n el d¨¦ficit. Tambi¨¦n parecen asombrados ante la aparente indiferencia de Ryan y sus ac¨®litos por la corrupci¨®n de Trump y su desprecio por el Estado de derecho. ?Qu¨¦ les ha pasado a sus principios?
Naturalmente, la respuesta es que los principios que afirmaban defender nunca tuvieron nada que ver con sus verdaderos objetivos. En concreto, los republicanos no han abandonado sus preocupaciones por los d¨¦ficits presupuestarios, porque los d¨¦ficits nunca les han importado; solo fing¨ªan preocupaci¨®n como una excusa para recortar los programas sociales.
Y a quienes se preguntan por qu¨¦ Ryan nunca se ha posicionado contra la corrupci¨®n trumpiana, por qu¨¦ nunca se ha mostrado preocupado por las tendencias autoritarias de Trump, ?qu¨¦ les hizo pensar que se posicionar¨ªa? Insisto, si nos fijamos en las acciones de Ryan, no el personaje que interpretaba ante p¨²blicos cr¨¦dulos, veremos que nunca se ha mostrado dispuesto a sacrificar nada de lo que quiere ¡ªni un ¨¢pice¡ª?en nombre de sus supuestos principios. ?Por qu¨¦ iba a esperar nadie que arriesgase el pescuezo por defender el estado de derecho?
Y ahora Ryan se va. Que tanta gloria lleve como paz deja. Pero gu¨¢rdense las celebraciones: aunque no era mejor que el resto de su partido, tampoco era peor. Es posible que su sucesor como presidente muestre m¨¢s categor¨ªa que ¨¦l, pero solo si dicho sucesor es, bueno, dem¨®crata.
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