Una pol¨ªtica turca de altos vuelos
El pa¨ªs ultima la construcci¨®n del nuevo aeropuerto de Estambul para ser un ¡®hub¡¯ mundial de la mano de Turkish Airlines
En la tierra gris¨¢cea del distrito de Arnavutk?y, a unos 40 kil¨®metros en coche del centro de Estambul, se alza un enorme edificio, fr¨ªo y desangelado como solo puede ser una terminal vac¨ªa y a estrenar. Fuera, miles de obreros y cientos de m¨¢quinas se afanan en dejar la infraestructura lista para su inau?guraci¨®n, prevista para el 29 de octubre. El tercer aeropuerto de la mayor ciudad de Turqu¨ªa, que en su apertura entrar¨¢ directamente en la clasificaci¨®n de los aeropuertos m¨¢s transitados del planeta gracias a su capacidad para 90 millones de viajeros al a?o, es imprescindible para las ambiciones de crecimiento de Turkish Airlines, la aerol¨ªnea de bandera que, en menos de dos d¨¦cadas, se ha colado entre las mayores compa?¨ªas del sector.
En 2003, cuando el islamista Recep Tayyip Erdogan lleg¨® al poder, nada hac¨ªa pensar que la entonces aerol¨ªnea p¨²blica THY iba a tener ese destino. Asfixiada por la recesi¨®n econ¨®mica y el baj¨®n de tr¨¢fico por los atentados del 11-S y la guerra de Irak, la compa?¨ªa hab¨ªa sido rescatada por el Gobierno solo dos a?os antes.
Pero el mercado a¨¦reo turco estaba desarroll¨¢ndose a toda velocidad, impulsado por el auge del turismo y el recalentamiento de la econom¨ªa del pa¨ªs. El tr¨¢fico en el aeropuerto Mustaf¨¢ Kemal Atat¨¹rk, en el lado europeo de la ciudad, pas¨® de 25 a 60 millones de pasajeros. El aeropuerto Sabiha G?k?en, fundado en 2001 en el lado asi¨¢tico para abastecer el creciente mercado low cost, preve¨ªa en 2011 llegar a los 25 millones de pasajeros en 2023. Alcanz¨® esa cifra solo cuatro a?os m¨¢s tarde, y en 2017 cerr¨® el ejercicio con m¨¢s de 31 millones.
Una liberalizaci¨®n de ¨¦xito
En 1996, 10,8 millones de pasajeros volaron dentro de Turqu¨ªa. Diez a?os m¨¢s tarde, esa cifra se hab¨ªa m¨¢s que duplicado, hasta los 28,7 millones. Y en 2016, por primera vez, los vuelos nacionales superaron los 100 millones de pasajeros, a pesar del intento de golpe de Estado en plena temporada de verano.
El desarrollo econ¨®mico, el que los turcos se muevan m¨¢s deprisa y en avi¨®n, y el incremento del n¨²mero de aeropuertos nacionales (de 26 a 55) han contribuido a este crecimiento a nivel local.
Pero sobre todo ha fomentado esta expansi¨®n el crecimiento de aerol¨ªneas de bajo coste como Pegasus (propiedad de la familia Sabanci, una de las m¨¢s ricas del pa¨ªs), Corendon y Onur Air, especializadas en llevar pasajeros entre Estambul y los centros tur¨ªsticos de la costa mediterr¨¢nea al sur del pa¨ªs. Un mercado que la propia Turkish aprovecha con su filial (al 50% con Lufthansa) SunExpress.
Pero no solo es el turismo local. La posici¨®n geogr¨¢fica de Turqu¨ªa permite vuelos directos a pr¨¢cticamente todo el planeta, una caracter¨ªstica que comparte con los pa¨ªses del Golfo. Y es un proceso que va a proseguir. ¡°Con el crecimiento de China e India en las ¨²ltimas d¨¦cadas, el centro de gravedad de la aviaci¨®n se est¨¢ desplazando hacia el este¡±, sostiene el ministro de Transportes turco, Ahmet Arslan. ¡°La situaci¨®n geogr¨¢fica de Turqu¨ªa es perfecta para aprovecharlo, tanto como destino como para los pasajeros en tr¨¢nsito¡±.
Y como los pa¨ªses del Golfo, Turkish ha edificado una malla que permite a los pasajeros llegar a casi cualquier ciudad haciendo una ¨²nica escala en Estambul. Y para esto ha contado con la ayuda de las ambiciones internacionales de Erdogan. En las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, la diplomacia turca se ha lanzado a explorar el mundo, incluidos territorios anteriormente v¨ªrgenes para ella como los de Latinoam¨¦rica o ?frica. Y lo primero que hace el presidente turco al aterrizar es ofrecer la apertura de un consulado o embajada y establecer un vuelo de Turkish que lo conecte a su ciudad natal.
En 2012, THY se convirti¨® en la primera aerol¨ªnea internacional en aterrizar en Mogadiscio tras 20 a?os de guerra civil en Somalia. En un lustro ha quintuplicado sus destinos en ?frica y ya vuela a m¨¢s de medio centenar de ciudades. En Latinoam¨¦rica, adonde apenas volaba hace una d¨¦cada, ya ha abierto ocho rutas, la ¨²ltima a Caracas (v¨ªa La Habana), tras varias visitas a Erdogan del presidente venezolano, Nicol¨¢s Maduro. Algunas de estas rutas son deficitarias (y, de hecho, las aerol¨ªneas internacionales est¨¢n abandonando Venezuela por su incapacidad para obtener combustible), pero Ahmet Olmustur, director de marketing de Turkish, las justifica. ¡°Debemos centrarnos en la rentabilidad del sistema en su conjunto en lugar de en la de una ruta en concreto¡±.
Aumento de la flota
Esta expansi¨®n sin precedentes ha hecho que Turkish multiplique su flota por 5, hasta las 329 aeronaves; por 10 su transporte de carga, hasta los 1,12 millones de toneladas anuales; por 3 el n¨²mero de destinos a los que vuela, hasta los 302, y por 7 el n¨²mero de pasajeros, hasta los 68,6 millones. Eso s¨ª, sus beneficios netos, de 223 millones de d¨®lares en 2017, se antojan moderados para una empresa que factura 11.000 millones.
Adem¨¢s, se ha lanzado a una potent¨ªsima campa?a de promoci¨®n y marketing (que en 2017 le cost¨® unos apabullantes 1.100 millones de d¨®lares) que resta importancia a la identidad turca de la aerol¨ªnea e incluye el patrocinio de eventos como la Euroliga de baloncesto, la pel¨ªcula Batman vs. Superman y a estrellas del deporte como Leo Messi, Kobe Bryant y Caroline Wozniacki.
Pero al contrario que Dub¨¢i, Doha o Abu Dabi, el aeropuerto Atat¨¹rk no tiene espacios des¨¦rticos por los que expandirse. Aplastado entre millones de casas y el mar de M¨¢rmara, ya el hecho de llegar a los 60 millones de pasajeros ha sido una haza?a ¡°que se cre¨ªa imposible¡±, en palabras de Arslan.
Con el nuevo aer¨®dromo, el cielo es el l¨ªmite. Y para el Gobierno de Erdogan, ni siquiera la ca¨ªda del turismo occidental que ha experimentado Turqu¨ªa en los ¨²ltimos a?os pone freno al optimismo. ¡°?Por qu¨¦ no podemos pensar que el nuevo aeropuerto vaya a tener 200 millones de pasajeros? Ser¨¢ solo cuesti¨®n de unos a?os¡±, defiende el ministro.
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