La Fed, un oasis de normalidad
Por ahora Trump ha respetado a la Reserva Federal, pero esto se pondr¨¢ a prueba conforme se acerquen las elecciones
En una presidencia que ha mostrado poca consideraci¨®n a las convenciones institucionales, ?c¨®mo se explican las designaciones totalmente razonables de Donald Trump para la Junta de la Reserva Federal? Las m¨¢s recientes (el profesor Richard Clarida, de la Universidad de Columbia, y Michelle Bowman, de la Comisi¨®n Bancaria del Estado de Kansas) siguen la l¨ªnea de elegir a tecn¨®cratas experimentados, iniciada (sobre todo) con Jerome Powell, el nuevo presidente de la Reserva.
Si Trump fuera un presidente normal, la designaci¨®n de prestigiosos individuos capaces de asegurar una pol¨ªtica eficaz no tendr¨ªa nada de raro. Pero este es un presidente que a menudo ha elegido funcionarios con poca experiencia de gobierno, para luego encomendarles la aparente tarea de crear la mayor disrupci¨®n posible en los departamentos a su cargo. Sin embargo, en el caso de la Reserva, el autor de El arte del trato nomin¨® para la vicepresidencia a un acad¨¦mico (Clarida) cuyo trabajo m¨¢s famoso se titula La ciencia de la pol¨ªtica monetaria.
Habr¨¢ quien me diga que elogiar a Trump por mantener la estabilidad en la Reserva es como felicitarlo por no iniciar una guerra nuclear. La idea de la independencia de los bancos centrales ha ganado amplia aceptaci¨®n entre los pol¨ªticos de todo el mundo en los ¨²ltimos 30 a?os. No s¨®lo es norma en democracias como Estados Unidos, la zona euro y Jap¨®n, sino que hasta l¨ªderes autoritarios como el presidente ruso, Vlad¨ªmir Putin, y el primer ministro h¨²ngaro, Viktor Orb¨¢n, se toman un buen tiempo antes de desafiar a sus bancos centrales.
Pero no hay que olvidar que la idea de la independencia de los bancos centrales es muy reciente. El venerable Banco de Inglaterra la obtuvo hace apenas 20 a?os. All¨¢ por inicios de los ochenta escrib¨ª un art¨ªculo acad¨¦mico en el que defend¨ªa la independencia como herramienta para la credibilidad antiinflacionaria de los bancos centrales; me lo rechaz¨® una revista tras otra. Los revisores se re¨ªan de la idea de que la independencia pudiera ser algo m¨¢s que una simple fachada que los Gobiernos pod¨ªan atravesar a su antojo.
Lo que nos trae de regreso a Trump. ?Estar¨¢ tom¨¢ndose su tiempo antes de presionar a la Reserva para que estimule la econom¨ªa antes de las elecciones de 2020, monetizando en definitiva los inmensos d¨¦ficits provocados por las rebajas impositivas de los republicanos? Si ese es su plan (?y acaso alguien cree que un Trump acorralado no apelar¨ªa a inflacionar la econom¨ªa?), la buena noticia es que sus designaciones para la Reserva no se lo pondr¨¢n f¨¢cil.
Parece que Trump lo entiende. Durante la gira de campa?a en 2016, critic¨® a la predecesora de Powell, Janet Yellen, acus¨¢ndola de mantener bajos los tipos de inter¨¦s para facilitar la elecci¨®n de Hillary Clinton; pero ahora que es presidente, es exactamente lo que querr¨ªa para 2020. En sus entrevistas a candidatos a reemplazar a Yellen, el a?o pasado, se dice que les hac¨ªa una ¨²nica pregunta clave: ¡°?Usted no ir¨¢ a subir los tipos de inter¨¦s y arruinarme un mercado burs¨¢til tan bonito, verdad?¡±.
Es cierto que Trump tiene cierta limitaci¨®n en el hecho de que necesita el aval del Senado para sus nominaciones. De hecho, algunos republicanos conservadores cuestionaron a otro de sus designados, Marvin Goodfriend (de la Universidad Carnegie Mellon), por atreverse a sugerir que, para confrontar la pr¨®xima gran recesi¨®n o crisis financiera, la Reserva tal vez deba adoptar una estrategia de pol¨ªtica monetaria distinta (tipos de inter¨¦s negativos). Y si bien es seguro que alg¨²n d¨ªa la Reserva seguir¨¢ este consejo (un tema sobre el cual yo tambi¨¦n publiqu¨¦), la nominaci¨®n de Goodfriend apenas logr¨® pasar la Comisi¨®n Bancaria del Senado de Estados Unidos. Pero en general, el Senado aprob¨® las nominaciones de Trump, y muchos republicanos hubieran aceptado alg¨²n alborotador (por ejemplo, un disc¨ªpulo de Ron Paul y su idea de abolir la Reserva) u otro conservador que predique un regreso al patr¨®n oro de antes de la Primera Guerra Mundial.
Por desgracia, la batalla por la independencia de la Reserva todav¨ªa no termin¨®. Puede que Trump s¨®lo est¨¦ guardando municiones para cuando estalle el conflicto real. Ahora mismo, las subidas de tipos previstas por la Reserva son en gran medida profil¨¢cticas: la inflaci¨®n crece muy lentamente, pese a que la econom¨ªa parece estar al rojo vivo. Pero todav¨ªa puede llegar el d¨ªa de cerrar cuentas. Y suponiendo que Trump conserve la salud, evite un juicio pol¨ªtico y vuelva a postularse, lo ¨²ltimo que querr¨¢ en 2019 y 2020 es tipos de inter¨¦s mucho m¨¢s altos, un aumento inoportuno del desempleo y un probable derrumbe de cotizaciones en ese mercado burs¨¢til tan bonito.
En una contracci¨®n, la tan publicitada independencia de la Reserva puede resultar m¨¢s fr¨¢gil de lo que la mayor¨ªa cree: no est¨¢ consagrada en la Constituci¨®n de Estados Unidos, y existen diversos mecanismos de control en manos del presidente y del Congreso. La Reserva naci¨® por una ley de 1913, y en principio, el Congreso puede modificarla; por ejemplo, atribuirse mucho m¨¢s poder de supervisi¨®n sobre la Reserva o dejarla sin fondos. De hecho, de vez en cuando han rondado el Congreso proyectos de ley que hubieran hecho precisamente eso.
Por el momento, los designados para la Reserva han sido tratados casi como generales en el universo de Trump. Es verdad que con d¨¦ficits en alza y conforme se acerque la campa?a electoral de 2020, vendr¨¢n tiempos de prueba. Pero por el momento, hay que admitir que esta es una de las pocas ¨¢reas donde la presidencia de Trump ha sido casi normal¡ hasta ahora.
Kenneth Rogoff, ex economista principal del FMI, es profesor de Econom¨ªa y Pol¨ªticas P¨²blicas en la Universidad de Harvard.
? Project Syndicate, 2018. www.project-syndicate.org.
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