Menuda guerra comercial m¨¢s tonta

As¨ª que ha empezado la guerra comercial. Y menuda guerra comercial m¨¢s est¨²pida.

La justificaci¨®n oficial ¨Cy legal¨C para los aranceles al acero y el aluminio es la seguridad nacional. Salta a la vista que estamos ante una l¨®gica fraudulenta, ya que las principales v¨ªctimas directas son pa¨ªses aliados y democr¨¢ticos. Pero no creo que Trump y compa?¨ªa tengan problema en mentir en relaci¨®n con la pol¨ªtica econ¨®mica, puesto que es lo que hacen con todo. Si el resultado de sus medidas es un aumento del empleo del que Trump pueda ufanarse, pensar¨¢n que ha sido juego limpio. ?Pero lo ser¨¢?

Vale, este es el punto en el que el hecho de estar afiliado al gremio de economistas me pone en un aprieto. La respuesta correcta a cu¨¢les son los efectos de creaci¨®n o destrucci¨®n de empleo de la pol¨ªtica comercial ¡ªsea cual sea, e independientemente de lo bien o lo mal concebida que est¨¦¡ª es, lisa y llanamente, ninguno.

?Por qu¨¦? La Reserva Federal est¨¢ aumentando gradualmente los tipos de inter¨¦s porque cree que se ha alcanzado m¨¢s o menos el pleno empleo. Incluso si los aranceles fuesen expansionistas, eso no har¨ªa m¨¢s que llevar a la Reserva a aumentar los tipos m¨¢s deprisa, lo que a su vez eliminar¨ªa puestos de trabajo en otros sectores: la subida de los tipos perjudicar¨ªa a la construcci¨®n, el d¨®lar se fortalecer¨ªa y esto har¨ªa las manufacturas estadounidenses menos competitivas, etc¨¦tera. De modo que toda mi formaci¨®n profesional me lleva a descartar la cuesti¨®n de los puestos de trabajo por considerarla poco realista.

Pero me parece que en este caso la macroeconom¨ªa, aunque yo creo que tiene raz¨®n, dificulta un debate ¨²til. Queremos saber si la guerra comercial de Trump va a ser directamente expansionista o contraccionista, es decir, si, manteniendo la pol¨ªtica monetaria constante (aunque sabemos que la pol¨ªtica monetaria no ser¨¢ constante), se aumentar¨¢n o se reducir¨¢n los puestos de trabajo. Y la respuesta, casi con seguridad, es que esta guerra comercial no crear¨¢ empleo, sino que lo destruir¨¢, por dos razones.

En primer lugar, Trump est¨¢ aplicando aranceles a mercanc¨ªas intermedias, es decir, mercanc¨ªas utilizadas como materiales para producir otras cosas, algunas de las cuales tienen a su vez que competir en los mercados mundiales. Claramente, la fabricaci¨®n de coches y otros productos de consumo duraderos se encarecer¨¢, lo que significa que venderemos menos; y cualquier aumento de empleo que se logre en los metales primarios se ver¨¢ contrarrestada por la p¨¦rdida en otros sectores a lo largo de la cadena. Jugando con las cifras, parece muy probable que hasta este efecto directo sea netamente negativo para el empleo.

En segundo lugar, otros pa¨ªses tomar¨¢n represalias contra las exportaciones estadounidenses, lo que costar¨¢ puestos de trabajos en todos los sectores, desde las motocicletas hasta las salchichas.

En algunos aspectos, esta situaci¨®n me recuerda a los aranceles sobre el acero establecidos por George W. Bush, que estuvieron motivados en parte por el orgullo desmedido: Bush y su Gobierno cre¨ªan que Estados Unidos era la superpotencia imbatible del mundo, lo cual era cierto desde el punto de vista militar, pero no reconocieron que no era ni mucho menos igual de dominante en la econom¨ªa y el comercio, y que ten¨ªa mucho que perder en un conflicto comercial. La Uni¨®n Europea les puso r¨¢pidamente las cosas claras, y recularon.

En el caso de Trump, pienso que se trata de un delirio diferente: ¨¦l imagina que porque mantenemos d¨¦ficits comerciales e importamos m¨¢s de otros pa¨ªses de lo que ellos nos compran a nosotros, tenemos poco que perder, y que el resto del mundo se someter¨¢ pronto a su voluntad. Pero se equivoca al menos por cuatro razones.

Primero, porque, aunque exportamos menos de lo que importamos, seguimos exportando mucho; una represalia comercial ojo por ojo perjudicar¨¢ enormemente a los trabajadores estadounidenses (y en especial a los agricultores), bastantes de los cuales votaron a Trump y ahora se sentir¨¢n traicionados.

Segundo, el comercio moderno es complicado; no es solo que los pa¨ªses se vendan unos a otros mercanc¨ªas elaboradas, sino que es una cuesti¨®n de complejas cadenas de valor, que la guerra comercial de Trump interrumpir¨¢. Esto convertir¨¢ en perdedores a muchos estadounidenses, incluso aunque no est¨¦n directamente empleados en producir mercanc¨ªas para la exportaci¨®n.

Tercero, si la espiral aumenta, una guerra comercial har¨¢ subir los precios al consumo. En un momento en el que Trump intenta desesperadamente convencer a las familias de a pie de que han salido ganando con esta rebaja de impuestos, no har¨ªa falta mucho para que se fueran a pique las diminutas mejoras que hubieran recibido.

Por ¨²ltimo ¨Cy me parece que esto es verdaderamente importante¨C estamos hablando de pa¨ªses reales, principalmente democracias. Los pa¨ªses reales hacen pol¨ªtica real; tienen orgullo, y a sus electorados no les gusta nada Trump. Esto significa que aunque sus dirigentes pudiesen querer hacer concesiones, los votantes probablemente no se lo permitir¨ªan.

Pensemos en el caso de Canad¨¢, un vecino peque?o, de buenos modales, que podr¨ªa salir muy perjudicado de una guerra comercial con su vecino gigante. Se podr¨ªa pensar que esto intimidar¨ªa mucho m¨¢s a los canadienses que a la UE, que es una superpotencia econ¨®mica en igual medida que nosotros. Pero aunque el Gobierno de Justin Trudeau se sintiera inclinado a ceder (hasta el momento, altos cargos como Chrystia Freeland parecen m¨¢s enfadados que nunca), se enfrentar¨ªa a una fuerte reacci¨®n de los votantes canadienses contra todo aquello que pareciese una rendici¨®n ante el maligno mat¨®n de al lado.

De modo que meternos en este conflicto econ¨®mico ser¨ªa una verdadera idiotez. Y es probable que la situaci¨®n en esta guerra comercial no evolucione necesariamente a favor de Trump.

Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa.

? The New York Times Company, 2018.

Traducci¨®n de News Clips.