La nueva econom¨ªa y el remanente
Las zonas metropolitanas ricas de EE UU se han vuelto m¨¢s ricas, al rev¨¦s que las rurales, que se quedan rezagadas
Hace poco m¨¢s de un a?o, Amazon invit¨® a las ciudades y a los Estados a que le presentasen ofertas para establecer en ellos su segunda sede central. Esto provoc¨® una absurda lucha por saber qui¨¦n conseguir¨ªa el dudoso privilegio de pagar grandes subvenciones a cambio de un empeoramiento de la congesti¨®n de tr¨¢fico y de unos precios de la vivienda m¨¢s elevados. (Respuesta: Nueva York y el ¨¢rea metropolitana de Washington DC).
Pero no todo el mundo ten¨ªa posibilidades de ganar. Amazon especific¨® que solo establecer¨ªa la nueva sede en un distrito electoral dem¨®crata. De acuerdo, no es literalmente lo que dijo Amazon. Solo limitaba la competencia a ¡°zonas metropolitanas con m¨¢s de un mill¨®n de habitantes¡± y a ¡°emplazamientos urbanos o suburbanos con posibilidades de atraer y retener a un importante talento t¨¦cnico¡±. Pero en el pr¨®ximo Congreso, la gran mayor¨ªa de lugares que cumplen esos criterios estar¨¢n representados por dem¨®cratas. A lo largo de la ¨²ltima generaci¨®n, las regiones de EE UU han experimentado una profunda divergencia econ¨®mica. Las zonas metropolitanas ricas se han vuelto m¨¢s ricas todav¨ªa y atraen cada vez m¨¢s a los sectores que m¨¢s r¨¢pido crecen del pa¨ªs. Por otra parte, las localidades peque?as y las zonas rurales se han quedado rezagadas y forman una especie de remanente econ¨®mico abandonado por la econom¨ªa del conocimiento.
Los criterios para establecer la sede central de Amazon ilustran a la perfecci¨®n las causas de esa divergencia. En la nueva econom¨ªa, las empresas quieren tener acceso a grandes grupos de trabajadores con una formaci¨®n elevada, que solo pueden encontrarse en zonas metropolitanas grandes y ricas. Y las decisiones de grandes empresas como Amazon sobre su ubicaci¨®n atraen incluso a m¨¢s trabajadores muy cualificados a esas zonas. En otras palabras, se trata de un proceso acumulativo que se consolida y que, de hecho, est¨¢ dividiendo a EE UU en dos econom¨ªas. Y esta divisi¨®n econ¨®mica se refleja en la divisi¨®n pol¨ªtica.
La divisi¨®n es econ¨®mica y pol¨ªtica. Pero en las ¨²ltimas elecciones muchos votantes rechazaron el ¡®trumpismo¡¯
En 2016, naturalmente, las partes de EE UU que se est¨¢n quedando rezagadas votaron en gran medida a Donald Trump. Los medios informativos respondieron con muchos perfiles de partidarios de Trump rurales sentados en cafeter¨ªas. Pero ha resultado que esta t¨¢ctica ya no funciona. El trumpismo ti?¨® de rojo republicano las regiones estadounidenses rezagadas, pero las reacciones contra el trumpismo han te?ido completamente de azul dem¨®crata las regiones en crecimiento.
?Por qu¨¦ las regiones rezagadas se han desplazado hacia la derecha y las regiones pr¨®speras hacia la izquierda? No parece que haya sido por el inter¨¦s econ¨®mico. Es cierto que Trump prometi¨® restablecer los puestos de trabajo tradicionales en los sectores de la fabricaci¨®n y la miner¨ªa del carb¨®n, pero esa promesa nunca fue cre¨ªble. Y el programa pol¨ªtico republicano ortodoxo de bajar impuestos y recortar los programas sociales, que es b¨¢sicamente el que sigue Trump en la pr¨¢ctica, en realidad perjudica a las regiones atrasadas, que dependen mucho de cosas como los cupones de alimentos y las ayudas a los discapacitados, mucho m¨¢s de lo que perjudica a las zonas pr¨®speras.
Es m¨¢s, en los datos electorales hay poco o nada que apoye la idea de que la ¡°preocupaci¨®n econ¨®mica¡± hizo que la gente votase a Trump. Como se constataba en Identity Crisis [Crisis de identidad], un nuevo e importante libro que analiza las elecciones de 2016, lo que distingu¨ªa a los votantes de Trump no eran las dificultades econ¨®micas, sino las ¡°actitudes relacionadas con la raza y la etnicidad¡±. Sin embargo, estas actitudes no est¨¢n separadas del cambio econ¨®mico. Aunque personalmente les vaya bien, muchos de los votantes de las regiones rezagadas se sienten agraviados y tienen la sensaci¨®n de que las deslumbrantes ¨¦lites de las ciudades superestrella les est¨¢n faltando al respeto, y esa sensaci¨®n de agravio se convierte muy f¨¢cilmente en antagonismo racial. Por el contrario, la transformaci¨®n del Partido Republicano en un partido nacionalista blanco separa a los votantes ¨C incluso a los votantes blancos ¨C en esas zonas metropolitanas grandes y pr¨®speras. De modo que la divisi¨®n regional se convierte en un abismo pol¨ªtico.
?Se puede salvar este abismo? Sinceramente, lo dudo. Podemos, y debemos, hacer muchas cosas para mejorar las vidas de los estadounidenses en las regiones atrasadas.
Podemos garantizar el acceso a la sanidad y podemos aumentar las rentas con ayudas salariales y otras pol¨ªticas (de hecho, las desgravaciones de la renta, que ayudan a los trabajadores con salarios bajos, ya benefician desproporcionadamente a los Estados con rentas bajas). Pero recuperar el dinamismo en estas regiones es mucho m¨¢s dif¨ªcil, porque significa nadar en contra de una poderosa corriente econ¨®mica.
Y la sensaci¨®n de que le est¨¢n dejando atr¨¢s puede indignar a la gente aunque sus necesidades materiales est¨¦n cubiertas. Esto es lo que vemos, por ejemplo, en la antigua Alemania del Este: a pesar de la enorme ayuda econ¨®mica de la parte occidental y los generosos programas sociales, los "ossis" (mote por el que se conoc¨ªa a los ciudadanos de la Alemania del Este) se sienten agraviados porque consideran que son ciudadanos de segunda, y muchos de sus votos han ido a parar a partidos de extrema derecha.
Por tanto, la amarga divisi¨®n que observamos en EE UU ¡ªla fealdad que invade nuestra pol¨ªtica¡ª puede tener profundas causas econ¨®micas, y es posible que no exista ninguna manera de eliminarla en la pr¨¢ctica. Pero la fealdad no tiene que dominar. La mayor¨ªa de los votantes blancos rurales siguen apoyando al trumpismo, pero no son mayoritarios, y en las elecciones de mitad de mandato un n¨²mero significativo de esos votantes rechaz¨® el programa nacionalista blanco.
As¨ª pues, EE UU es un pa¨ªs dividido, y es probable que siga si¨¦ndolo durante un tiempo. Pero la parte buena de nuestra naturaleza todav¨ªa puede imponerse.
Paul Krugman es premio Nobel de Econom¨ªa ? The New York Times, 2018. Traducci¨®n de News Clips
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