Argentina cierra el ¡®annus horribilis¡¯ de su econom¨ªa
Todas las previsiones de crecimiento se derrumban y el pa¨ªs sudamericano cierra el a?o en recesi¨®n
El a?o que termina ten¨ªa que ser relativamente apacible. Tanto el Gobierno argentino como los analistas financieros dibujaban, a finales de 2017, un horizonte tranquilo: crecimiento econ¨®mico superior al 2%, inflaci¨®n controlada por debajo del 15% y un d¨®lar estable, en torno a los 20 pesos. La realidad fue muy distinta. Tras un annus horribilis en el que Argentina tuvo que pedir auxilio, por dos veces, al Fondo Monetario Internacional, el pa¨ªs sufre hoy una severa recesi¨®n (el Producto Interior Bruto se contrae al menos en un 2%), la inflaci¨®n ronda el 47% y un d¨®lar cuesta 39 pesos. Todo lo que pod¨ªa ir mal, fue mal.
?Qu¨¦ ocurri¨®? Los analistas, mucho m¨¢s certeros cuando predicen el pasado que cuando predicen el futuro, hablan de cuatro factores fundamentales: la subida de los tipos de inter¨¦s en Estados Unidos, la fragilidad estructural de la econom¨ªa argentina, la peor sequ¨ªa en casi medio siglo y algunos errores del gobierno de Mauricio Macri. Los tres primeros se atisbaban ya en diciembre de 2017. El cuarto, hasta cierto punto, tambi¨¦n. El reformismo gradual de Macri llevaba tiempo mostrando sus l¨ªmites: para evitar una crisis social, hab¨ªa escalonado la supresi¨®n de subsidios y en 2017 hab¨ªa relajado, del 12% al 15%, el objetivo de inflaci¨®n.
La Reserva Federal estadounidense hab¨ªa anunciado su prop¨®sito de subir poco a poco los tipos para evitar el riesgo de un sobrecalentamiento y para acabar con la ¨¦poca del dinero casi gratuito, establecida a partir de 2008 con el fin de paliar los efectos de la Gran Recesi¨®n y favorecer la vuelta al crecimiento. El 14 de diciembre de 2017 elev¨® los intereses b¨¢sicos del 1% al 1,25%. El 22 de marzo de 2018, al 1,50%. Ahora se sit¨²an en el 2,25%. Eso significa que los inversores pueden recibir en torno a un 3% por el dinero que colocan en deuda de Estados Unidos.
Mientras sub¨ªan los tipos en Washington, las dem¨¢s monedas americanas (y en general las de todas las econom¨ªas emergentes, desde la turca hasta la india) se debilitaban: el capital prefer¨ªa la seguridad y rentabilidad del d¨®lar. El peso empez¨® a caer. Durante el primer cuatrimestre de 2018, con las alarmas en rojo, la Casa Rosada y el Banco Central tomaron medidas de emergencia: subieron los tipos hasta el 40% y vendieron m¨¢s de 8.000 millones de d¨®lares de las reservas nacionales, para intentar apuntalar la moneda. Sin ¨¦xito.
A las debilidades estructurales (un d¨¦ficit fiscal de casi el 10% del PIB, un d¨¦ficit por cuenta corriente cercano al 5%, y una deuda en moneda extranjera, b¨¢sicamente el d¨®lar, del 40% del PIB) se sum¨® una sequ¨ªa devastadora, un fen¨®meno muy da?ino para un pa¨ªs parcialmente dependiente de la exportaci¨®n agraria. Ya en febrero, la Bolsa de Comercio de Rosario estimaba que iban a caer tanto la producci¨®n de soja (de 60 millones de toneladas en la campa?a anterior a 47 millones) como la de ma¨ªz (de 39 a 35 millones de toneladas), lo que supondr¨ªa una merma de ingresos en d¨®lares cercana a los 4.000 millones.
La mano del FMI
En ese contexto, el gobierno anunci¨® que a partir de finales de abril se aplicar¨ªa un impuesto sobre las ganancias a los tenedores de Lebacs (Letras del Banco Central), lo que precipit¨® la fuga de inversores. El 3 de mayo, el peso se depreci¨® m¨¢s de un 7% frente al d¨®lar. Argentina carec¨ªa de liquidez. Y la continua devaluaci¨®n de la moneda fomentaba la inflaci¨®n. El 8 de mayo, el presidente Macri anunci¨® que negociaba con el Fondo Monetario un cr¨¦dito de 50.000 millones, el mayor concedido a un solo pa¨ªs por el organismo internacional. A cambio, Argentina se compromet¨ªa a un duro ajuste fiscal que implicaba una recesi¨®n m¨¢s o menos severa.
En junio, Federico Sturzenegger dej¨® la presidencia del Banco Central y fue sustituido por Luis Caputo, hasta entonces ministro de Finanzas. La gesti¨®n de la econom¨ªa qued¨® en manos de Nicol¨¢s Dujovne. La tendencia, sin embargo, no cambi¨®. La devaluaci¨®n y la inflaci¨®n siguieron al galope. El 29 de agosto, Macri anunci¨® una renegociaci¨®n con el FMI con el fin de elevar el monto del cr¨¦dito(hasta 57.000 millones) y anticipar el cobro. En septiembre lleg¨® a Buenos Aires una comisi¨®n del Fondo y d¨ªas despu¨¦s dimiti¨® Luis Caputo como presidente del Banco Central. El nuevo presidente de la entidad (el tercero en cuatro meses) fue Guido Sandleris.
La comisi¨®n del FMI determin¨® que las pol¨ªticas de Macri eran correctas y se firm¨® el cr¨¦dito. Sandleris modific¨® la estrategia del banco emisor: estableci¨® para el d¨®lar una banda de fluctuaci¨®n variable (actualmente se compromete a comprar d¨®lares si bajan hasta los 34 pesos, y a venderlos si suben hasta 44 pesos) y retir¨® pesos del mercado con el objetivo de contener la inflaci¨®n. Es una estrategia t¨ªpicamente deflacionaria y recesiva. A pocos d¨ªas de que acabe el terrible 2018, el d¨®lar parece estabilizado ligeramente por debajo de los 40 pesos. La inflaci¨®n anual se conocer¨¢ en enero, pero estar¨¢ muy por encima del 12% previsto un a?o atr¨¢s: en el 47%, si no m¨¢s. Y la econom¨ªa se habr¨¢ contra¨ªdo en torno al 2%. La deuda p¨²blica, en tanto, ha subido hasta casi el 80% del PIB.
El desempleo no ha aumentado de forma significativa. Algunos desequilibrios exteriores (d¨¦ficit comercial y por cuenta corriente) han sido corregidos por la recesi¨®n. El poder adquisitivo de los salarios se ha desplomado. Ahora, la gran amenaza es la incertidumbre. 2019 es a?o electoral y la reelecci¨®n de Mauricio Macri no parece tan probable como hace meses. A los inversores, nacionales y extranjeros, nunca les ha gustado la incertidumbre.
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