La desaceleraci¨®n de China
Es tentador atribuir el frenazo a factores coyunturales, pero las fuerzas que golpean al pa¨ªs son de m¨¢s largo plazo
Un cambio fundamental de la econom¨ªa mundial actual es la desacelaraci¨®n del crecimiento de China. Tras d¨¦cadas de crecimientos a menudo superiores al 10%, China creci¨® en 2018, seg¨²n las cifras oficiales, un 6,6%, la tasa m¨¢s baja desde 1990. Un estudio reciente de un distinguido grupo de economistas (Wei Chen, Xilu Chen, Chang-Tai Hsieh y Michael Song) sugiere que, debido a c¨®mputos incorrectos por el instituto de estad¨ªstica de este pa¨ªs asi¨¢tico, este 6,6% exagera la realidad y que el verdadero crecimiento econ¨®mico chino ronda el 4%. Es tentador atribuir tal desacelaraci¨®n de China a factores coyunturales, como un enfriamiento de la econom¨ªa mundial o la guerra comercial con Estados Unidos. Aunque tales factores juegan un papel negativo, las fuerzas que golpean a China son de m¨¢s largo plazo.
La primera fuerza de largo plazo, y con diferencia m¨¢s fundamental, es el agotamiento de las ¡°ventajas del atraso¡±. Cuando una econom¨ªa de bajo nivel de ingreso se desliga de las ataduras que imped¨ªan su desarrollo, esta econom¨ªa crece por varias d¨¦cadas a unas tasas muy altas porque puede acumular capital r¨¢pidamente e importar tecnolog¨ªa extranjera. Esto ocurri¨® en Espa?a con el Plan de Estabilizaci¨®n de 1959. Despu¨¦s de renunciar a la autarqu¨ªa e imponer pol¨ªticas monetarias y fiscales m¨¢s ortodoxas, Espa?a disfrut¨® de unos extraordinarios a?os de crecimiento que solo se rompieron con los shocks petrol¨ªferos. Lo mismo pas¨® en China despu¨¦s de las reformas econ¨®micas comenzadas en 1979 y aceleradas alrededor de 1992: las reformas abrieron las posibilidades de crecimiento de esta econom¨ªa por varias d¨¦cadas, pero no de manera permanente.
Una forma de ilustrar este efecto es comparar la rapidez del crecimiento chino desde 1993 (el primer a?o despu¨¦s de la aceleraci¨®n reformista de 1992) con la de Jap¨®n, Corea del Sur, Taiw¨¢n o Singapur desde que alcanzaron el mismo nivel de renta per c¨¢pita que China ten¨ªa en 1993. Por ejemplo: si China ten¨ªa el mismo nivel de renta per c¨¢pita en 1993 que Jap¨®n en 1960, comparamos el crecimiento de China de 1993 a 2003 con el crecimiento de Jap¨®n de 1960 a 1970. Realizar tal comparaci¨®n por d¨¦cadas y para multitud de pa¨ªses elimina las idiosincrasias de un a?o o pa¨ªs concreto.
Este ejercicio aporta dos conclusiones. Primero, China ha crecido algo m¨¢s despacio desde 1993 de lo que lo hicieron otros pa¨ªses asi¨¢ticos con la misma renta inicial. Lejos de ser un caso excepcional, China ha seguido el patr¨®n de crecimiento que uno hubiera esperado de las ¡°ventajas del atraso¡± (aunque el tama?o de su econom¨ªa hace la experiencia m¨¢s dram¨¢tica). Segundo, China est¨¢ sufriendo la misma desacelaraci¨®n que todas las otras econom¨ªas asi¨¢ticas experimentaron una vez que las ¡°ventajas del atraso¡± se agotaron. De hecho, la desacelaraci¨®n est¨¢ ocurriendo en China a un nivel de renta per c¨¢pita inferior debido al mayor peso de su econom¨ªa en el PIB mundial -que dificulta el mantenimiento de un crecimiento basado en exportaciones- y a unas instituciones de peor calidad. Al contrario de lo que se afirma a menudo, el autoritarismo del Partido Comunista y la existencia de un agresivo ¡°capitalismo de Estado¡± son r¨¦moras en el desempe?o econ¨®mico de China.
La segunda fuerza de largo plazo detr¨¢s de la desacelaraci¨®n de China es la transformaci¨®n demogr¨¢fica. En 1963, con 682 millones de habitantes, China tuvo 29,6 millones de nacimientos. En 2018, con 1.395 millones de habitantes, casi el doble que en 1963, China tuvo 15,2 millones de nacimientos, casi la mitad que en 1963. Esta brutal reducci¨®n de la fertilidad, que ha continuado incluso despu¨¦s de la eliminaci¨®n de la pol¨ªtica del hijo ¨²nico, hace que la poblaci¨®n activa en China ya est¨¦ cayendo en 2019 (la poblaci¨®n total empezar¨¢ a contraerse hacia 2029). Esta ca¨ªda ir¨¢ reduciendo puntos adicionales de crecimiento de la econom¨ªa (aunque el efecto ser¨¢ menor en t¨¦rminos per c¨¢pita) tanto directamente, al bajar el insumo de trabajo, como indirectamente, al debilitarse la innovaci¨®n tecnol¨®gica y la creaci¨®n de nuevas empresas. Poblaciones m¨¢s envejecidas son poblaciones que innovan y emprenden menos.
La tercera fuerza de largo plazo es el deterioro institucional visto en China desde la llegada al poder de Xi Jinping en 2012. M¨¢s nacionalista y autoritario que sus predecesores, Xi se ha lanzado a una agresiva campa?a de recentralizaci¨®n pol¨ªtica y revigorizaci¨®n del intervencionismo estatal en la econom¨ªa.
La confluencia del agotamiento de las ¡°ventajas del atraso¡±, cambio demogr¨¢fico y deterioro institucional crear¨¢n tensiones importantes en la econom¨ªa pol¨ªtica del gigante asi¨¢tico. La tensi¨®n m¨¢s directa ser¨¢ agudizar las dudas sobre la sostenibilidad de las deudas del sector financiero y grandes empresas. El Banco Popular de China ha sido h¨¢bil en impedir una crisis financiera durante la ¨²ltima d¨¦cada, pero proteger esta estabilidad ser¨¢ cada vez m¨¢s complejo. Una tensi¨®n m¨¢s indirecta golpear¨¢ el sistema pol¨ªtico. El Partido Comunista ha sobrevivido gracias a la aquiescencia de una clase media urbana que ha disfrutado de unos incrementos inusitados de bienestar. Esta clase media ha ¡°olvidado¡± por a?os la ausencia de libertades pol¨ªticas, la corrupci¨®n y la ineficiencia de los servicios p¨²blicos a cambio de contin¨²as subidas de ingresos. La experiencia internacional, sin embargo, es que la aquiescencia con las dictaduras se disuelve r¨¢pidamente en cuanto el crecimiento econ¨®mico cae. Xi y sus sucesores pueden intentar recurrir a una agresiva pol¨ªtica exterior como instrumento de legitimizaci¨®n interior construyendo sobre el profundo poso de nacionalismo creado por el ¡°siglo de humillaci¨®n¡± de intervenci¨®n colonial de 1839 a 1949. Tal pol¨ªtica llevar¨ªa a peligrosos conflictos con Estados Unidos, Jap¨®n y Taiw¨¢n.
A la vez, las autoridades de Pek¨ªn han demostrado capacidad de respuesta. Recientemente, su econom¨ªa ha pivotado de un modelo de crecimiento basado en las exportaciones a otro centrado en el consumo interno que complementa la demanda de inversi¨®n. Este giro permitir¨¢ el reequilibrio de los desequilibrios comerciales que tan central papel ha jugado en el devenir de la econom¨ªa estadounidense desde 1997. Simult¨¢neamente, China ha lanzado su iniciativa de la nueva Ruta de la Seda, con dos componentes esencialmente interconectados. El primero es el reciclaje y diversificaci¨®n de las ingentes reservas de divisas acumuladas despu¨¦s de dos d¨¦cadas de super¨¢vits comerciales. Esa bolsa de capital ha sido tradicionalmente invertida en bonos del tesoro americano. Pero ahora, con los rendimientos tan bajos de estos bonos, y una necesidad de adquirir activos a largo plazo, estos activos se recolocan en obra civil. El segundo componente es el control pol¨ªtico de infraestructuras vitales en Asia central y ?frica. Esta estrategia de inversi¨®n, potencialmente de alto rendimiento (pero tambi¨¦n alto riesgo) ha tentado ya a Italia, necesitada de forma desesperada de capital que traiga proyectos intensivos en mano de obra y con fuertes multiplicadores de gasto, y ha abierto tensiones dentro de la Uni¨®n Europea.
La desaceleraci¨®n de la econom¨ªa china, el cambio de su modelo de crecimiento y las decisiones de pol¨ªtica econ¨®mica que conllevan marcar¨¢n decisivamente los pr¨®ximos diez a?os de la econom¨ªa global.
Jes¨²s Fern¨¢ndez-Villaverde es profesor en University of Pennsylvania y Tanto Santos en Columbia Business School
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