C¨®mo combatir la creciente desigualdad de ingresos
Hay que apostar por blindar la educaci¨®n a los recortes y por promover estabilidad y calidad en el mercado laboral
Uno de los hechos ante los cuales la evidencia emp¨ªrica es contundente es que, en nuestro pa¨ªs, la desigualdad en los ingresos salariales ha crecido sustancialmente desde el inicio de la crisis de 2008. Si bien Espa?a ha alcanzado ya los niveles de Producto Interior Bruto (PIB) previos a la crisis, sin embargo, su distribuci¨®n entre la ciudadan¨ªa es mucho m¨¢s desigual. La Comisi¨®n Europea, en un informe reciente sobre la desigualdad en Europa, alerta de que en Espa?a el 20% que m¨¢s gana obtiene m¨¢s de seis veces y media m¨¢s que el 20% que menos obtiene. Este grado de desigualdad es s¨®lo comparable al que se observa en Lituania, Grecia o Bulgaria. Las razones del aumento de la desigualdad han de buscarse en dos fen¨®menos: el primero, com¨²n a pr¨¢cticamente todos los pa¨ªses desarrollados, es la polarizaci¨®n del empleo causada por los avances tecnol¨®gicos. Los empleos con contenidos m¨¢s repetitivos y codificables, tradicionalmente realizados por la clase media, est¨¢n desapareciendo por efecto de la automatizaci¨®n. Otros empleos est¨¢n surgiendo, pero la necesaria adaptaci¨®n a los cambios se lleva por delante a quienes est¨¢n menos alineados con las nuevas demandas de empleo. Y ¨¦stos, los perdedores de este fen¨®meno, se ven abocados, bien al desempleo o a empleos con condiciones laborales m¨¢s precarias, y en consecuencia, a ingresos salariales que se sit¨²an entre los que menos obtienen.
Y el segundo fen¨®meno que hay que atender para entender la creciente desigualdad es el resultado de la crisis econ¨®mica reciente. Nuestro pa¨ªs presenta una preocupante anomal¨ªa laboral que se traduce en que ante una recesi¨®n se opta masivamente por el despido, que afecta en primer lugar a los trabajadores temporales, entre cuyo colectivo se encuentran sobrerrepresentados los j¨®venes, las mujeres y los trabajadores inmigrantes. Y una de las cicatrices que esta reciente recesi¨®n nos ha dejado es que la temporalidad no s¨®lo vuelve a ser la modalidad contractual preferida en el 90% de las contrataciones, sino que, adem¨¢s, esta contrataci¨®n es de menor duraci¨®n y de menor cantidad de horas contratadas. Esto arrastra a ese colectivo ya muy da?ado por el desempleo en la crisis a la obtenci¨®n de ingresos salariales, incluso para quienes vuelven a encontrar un empleo, inferiores a los que obten¨ªa anteriormente y a una incertidumbre salarial muy superior. En consecuencia, los cambios tecnol¨®gicos y la reciente crisis han provocado una disminuci¨®n en los ingresos salariales de gran parte de la clase media y la clase baja que ha agrandado la desigualdad salarial que exist¨ªa hace una d¨¦cada.
No existe consenso sobre cu¨¢l es el grado de desigualdad de ingresos que consigue un nivel de bienestar social m¨¢ximo. Si los ingresos salariales dependieran mayormente del esfuerzo individual, ser¨ªa justo que, quienes se esforzaran m¨¢s, generaran mayores ingresos salariales. Pero la realidad est¨¢ muy lejos de ser ¨¦sta. La desigualdad en ingresos se va gestando desde la m¨¢s tierna infancia por una desigualdad en oportunidades, que es, por definici¨®n, injusta desde un punto de vista social. Pero la escasa movilidad social existente en nuestra sociedad provoca que sea casi imposible que los ni?os de los entornos m¨¢s desfavorecidos puedan alcanzar niveles de ingresos elevados en el futuro. En parte, porque estos ni?os alcanzan menores niveles educativos, pero tambi¨¦n porque obtienen menor rendimiento al tiempo que dedican a su inversi¨®n en educaci¨®n. Y esto se traslada posteriormente al ¨¢mbito laboral, de manera que las personas de familias m¨¢s pobres afrontan perspectivas laborales mucho menos prometedoras que aquellas de familias bien posicionadas econ¨®micamente. Especial menci¨®n debe hacerse aqu¨ª a las familias monoparentales, que son el colectivo donde la trampa de la pobreza se manifiesta con mayor crudeza.
Por todo esto, es urgente que nuestra sociedad aproveche esta nueva etapa pol¨ªtica que hoy se abre para dar un giro de tim¨®n contra esta creciente desigualdad en ingresos que proviene mayormente de una injusta desigualdad en oportunidades. Cada ciudadano debiera poder adquirir, independientemente de su origen social, las capacidades y el talento necesario para afrontar un futuro laboral exitoso. Y esto pasa sin duda por apostar, como pilar b¨¢sico, por un sistema educativo p¨²blico de calidad, abierto a la innovaci¨®n y blindado a recortes que preste especial atenci¨®n al desarrollo global de la infancia que proviene de entornos m¨¢s desfavorecidos. En segundo lugar, debe apostarse por un giro hacia un mercado laboral que promueva la estabilidad laboral y el empleo de calidad como norma y no como excepci¨®n. Este objetivo es particularmente importante para colectivos como los j¨®venes, las mujeres y los inmigrantes, muchos de ellos actualmente en situaci¨®n de pobreza laboral. Adem¨¢s, las instituciones deben proteger a quienes m¨¢s pierden ante el avance tecnol¨®gico, mediante la implantaci¨®n de pol¨ªticas activas en constante supervisi¨®n y evaluaci¨®n dirigidas a la orientaci¨®n, formaci¨®n e intermediaci¨®n de quienes muestran mayores dificultades para la adaptaci¨®n de sus capacidades a las demandas del mercado.
A nadie se nos escapa que estas y otras posibles medidas dirigidas a la reducci¨®n de la desigualdad en oportunidades requieren de una dotaci¨®n presupuestaria considerable. Por ello, nuestro sistema de impuestos y transferencias debe tambi¨¦n modernizarse para lograr una mayor eficiencia en la capacidad de generar recursos. La reforma fiscal es una de las grandes reformas pendientes en nuestro pa¨ªs, y ante una legislatura que se inicia, ser¨ªa muy necesario acometer los cambios necesarios que permitieran generar mayores recursos sin tener que acudir necesariamente a una mayor presi¨®n fiscal.
Sara de la Rica es catedr¨¢tica de Econom¨ªa de la UPV/EHU y directora de la Fundaci¨®n ISEAK.
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