La falsa ¨¦pica de luchar contra Goliat
La UE es tratada por sus cr¨ªticos como si se tratase del demonio sobre el Monte Pelado, aterrorizando todo a sus pies: hay que darle muerte a toda costa. Tal vez, y solo tal vez, se trate de una visi¨®n exagerada
En lo que a imperios y grandes formaciones pol¨ªticas se refiere, se suele jugar con los conceptos de ¡®auge¡¯ y ¡®ca¨ªda¡¯, ¡®esplendor¡¯ y ¡®decadencia¡¯, los cuales, por alg¨²n motivo, parecen hipnotizar a la audiencia personificando en una entidad pol¨ªtica cualidades humanas. Es l¨®gico pensar que los detractores de la integraci¨®n comunitaria recurran en ciertos momentos a un discurso similar, como de hecho ya ha ocurrido en alguna ocasi¨®n: al fin y al cabo, desde los extremos del espectro pol¨ªtico se dibuja a la Uni¨®n Europea como un gigante burocr¨¢tico que oprime a los pueblos de Europa, que extrae sus correspondientes impuestos y los digiere en ese entramado nada democr¨¢tico que la constituye. Intentemos por un momento comprender ese punto de vista; obviemos la insalvable distancia que existe en cuanto a la legitimidad democr¨¢tica de uno y otro caso (tal y como ellos mismos hacen) y usemos su propio lenguaje, veamos cu¨¢l es la folcl¨®rica historia de terror que resulta.
?Se encuentra la Uni¨®n Europea en su momento de esplendor? Prensa, p¨²blico, partidos, academia¡ El mundo entero parece responder con un taxativo ¡°no¡±. El acoso del Brexit, de la extrema derecha, del Grupo de Visegrado, de Trump, de Rusia¡ Todo parece en contra. Como en los ¨²ltimos d¨ªas de Roma, el liderazgo se cuestiona desde dentro, las provincias rebeldes cuajan a lo largo y ancho del territorio, los imperios rivales se frotan las manos, las enormes dimensiones alcanzadas hacen necesario llevar dos riendas (o dos marchas) distintas¡ El que tiene algo que perder est¨¢ intentando salvar los muebles como puede, mientras el resto agitan las antorchas convencidos de que se puede hacer le?a del ¨¢rbol ca¨ªdo. Entonces, si no est¨¢ en su ¨¦poca dorada (otra interesante cuesti¨®n ser¨ªa preguntarse cu¨¢ndo lo ha estado) podremos concluir que la Uni¨®n Europea est¨¢ en declive y el derrumbe del edificio ¡®imperial¡¯ es inminente: m¨¢s vale desalojar la zona y dinamitar desde los cimientos, antes de que alguien resulte herido.
Los euroesc¨¦pticos nos han convencido y el relato del gran imperio en ca¨ªda libre a¨²n no ha concluido. ?Qu¨¦ personajes faltan por aparecer? Falta esa maquinaria burocr¨¢tica, oxidada e inm¨®vil que desplaza sus lentos brazos all¨¢ d¨®nde es contestada, hasta que no puede seguir el ritmo de las protestas. Faltan la corrupci¨®n generalizada y la incompetencia pol¨ªtica y administrativa, las redes personalistas y la compra-venta de favores. Faltan los complots y las intrigas palaciegas entre bambalinas y frente al Palacio de Invierno. Ninguno de estos actores est¨¢ presente para dar la estocada final al gigante y cerrar el relato. Todo esto falta porque no ha llegado a¨²n: sencillamente, no est¨¢ teniendo lugar.
Esa ¡®eurocracia¡¯ y ese ¡®senado romano¡¯ arcaico y escler¨®tico que se supone que tenemos por parlamento europeo, en realidad lleva la delantera a muchos pa¨ªses a la hora de legislar en cuestiones como las medioambientales; tambi¨¦n han digitalizado pr¨¢cticas administrativas con m¨¢s celeridad que muchos Estados miembros (aunque sea por la fuerza de las circunstancias). No existe tampoco ninguna revoluci¨®n pidiendo la cabeza de los zares, ni ninguna intriga de senadores contra el C¨¦sar; las voces cr¨ªticas, que siempre van a existir, ni tan siquiera ense?an los pu?ales en se?al de amenaza.
Muy pocos partidarios existen, en realidad, de la ruptura total: aunque desde fuera las cosas cambien, dentro de la Uni¨®n pocos pretenden desgarrarse las vestiduras y pelear por los restos. Y quienes as¨ª lo quieren no encuentran con facilidad aliados para su causa: por algo los partidos euroesc¨¦pticos se reparten entre tres grupos parlamentarios, siempre y cuando encuentren acomodo en alguno de ellos.
La UE no es la causa de todos los problemas por m¨¢s que Le Pen as¨ª lo pretenda, y varios de sus electores lo saben
Incluso el Brutus de este relato (una eventual Marine Le Pen presidiendo el pa¨ªs galo, que hasta ahora era pilar esencial del proyecto comunitario) tendr¨ªa que descubrir con amargura que buena parte de su electorado y del descontento presente en las calles galas no equivale a un apoyo incondicional de todas sus propuestas: ni la globalizaci¨®n termina d¨®nde acaba la UE ni el proteccionismo empieza en las fronteras francesas. La Uni¨®n Europea no es la causa de todos los problemas por m¨¢s que Le Pen as¨ª lo pretenda, y varios de sus electores lo saben. En realidad, la paradoja est¨¢ en que muchos de los partidarios del ¨²nico caso de verdadera desconexi¨®n (Reino Unido) son los que se han movido por la a?oranza de un verdadero pasado imperial a costa de otros pueblos.
?D¨®nde est¨¢ entonces el proyecto europeo? Por lo que parece, en ninguno de los dos extremos, sino m¨¢s bien transitando a medio camino. Probablemente algo desorientado y sin rumbo claro, puede incluso que algo malherido; pero definitivamente no moribundo. Lo que tiene ante s¨ª, alarmismos aparte, no es m¨¢s que uno de tantos senderos que ya lleva recorridos, solo que algo m¨¢s pedregoso.
* Daniel Jim¨¦nez L¨®pez es analista pol¨ªtico de la Fundaci¨®n Alternativas
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