La crisis de la democracia angloestadounidense
Debido a sus anticuados sistemas electorales, ambas naciones est¨¢n funcionando mal, y peligrosamente mal
C¨®mo fue que las dos democracias m¨¢s venerables e influyentes del mundo (la del Reino Unido y Estados Unidos) terminaron con Donald Trump y Boris Johnson al mando? No se equivoca Trump al decir que Johnson es el ¡°Trump del Reino Unido¡± (sic). Y no es meramente cuesti¨®n de personalidades o estilos similares: tambi¨¦n es un reflejo de defectos patentes en las instituciones pol¨ªticas que permitieron a esos hombres llegar al poder. Trump y Johnson son ejemplos de lo que el f¨ªsico y psic¨®logo irland¨¦s Ian Hughes llama ¡°mentes desordenadas¡±. Trump es un mentiroso, promotor del racismo y evasor de impuestos a gran escala. El informe del fiscal especial de Estados Unidos Robert Mueller sobre sus 22 meses de investigaci¨®n de la campa?a presidencial de 2016 describe reiterados casos de obstrucci¨®n de la justicia por parte de Trump. Acusado por m¨¢s de 20 mujeres de depredaci¨®n sexual, una conducta de la que alarde¨® en una conversaci¨®n que qued¨® grabada, instruy¨® a su abogado para que hiciera pagos ilegales a cambio de silencio, lo que constituye una infracci¨®n a la legislaci¨®n sobre financiaci¨®n de campa?as.
La conducta personal de Johnson es igualmente incontinente. Tiene amplia fama de mentiroso y de llevar una vida desordenada, que incluye dos matrimonios fallidos y un aparente altercado dom¨¦stico en v¨ªsperas de convertirse en primer ministro. Perdi¨® varios empleos por mentiras y otras conductas vergonzosas. En 2016 llev¨® adelante la campa?a por el Brexit sobre la base de afirmaciones que resultaron falsas. Como secretario de Asuntos Exteriores del Reino Unido, filtr¨® en dos ocasiones datos de inteligencia secretos. Como Trump, tiene altos ¨ªndices de desaprobaci¨®n en todas las franjas etarias, y sus ¨ªndices de aprobaci¨®n aumentan con la edad del encuestado.
El historial de Trump en el Gobierno plantea otro enigma pol¨ªtico. Sus pol¨ªticas son en general impopulares, y rara vez reflejan una mayor¨ªa de la opini¨®n p¨²blica. Su victoria legislativa m¨¢s importante (la rebaja impositiva de 2017) fue impopular en aquel momento y todav¨ªa lo es. Lo mismo puede decirse de sus posturas en relaci¨®n con el cambio clim¨¢tico, la inmigraci¨®n, la construcci¨®n de un muro en la frontera con M¨¦xico, el recorte de gastos sociales, la eliminaci¨®n de componentes fundamentales del Obamacare, la retirada del pacto nuclear con Ir¨¢n y muchos otros temas. El ¨ªndice de aprobaci¨®n de Trump nunca pasa del 50%, y en la actualidad se sit¨²a en cerca del 43%. Trump lleva adelante su impopular agenda mediante decretos de emergencia y ¨®rdenes ejecutivas. Si bien los tribunales anularon muchos decretos, el proceso judicial es lento, sinuoso e impredecible. En la pr¨¢ctica, Estados Unidos est¨¢ tan cerca del Gobierno unipersonal como pueda imaginarse dentro de los precarios l¨ªmites de su Constituci¨®n. Es posible que el caso de Johnson sea similar. La mayor¨ªa le dio la espalda al Brexit despu¨¦s de que las negociaciones con la Uni¨®n Europea dejaran a la vista las mentiras y exageraciones de la campa?a por la salida del bloque antes del referendo de 2016. Pese a que la opini¨®n p¨²blica y una mayor¨ªa de los parlamentarios se oponen firmemente a un Brexit sin acuerdo, Johnson prometi¨® ese resultado si no consigue negociar una alternativa.
Hay una respuesta obvia a la pregunta de c¨®mo dos democracias venerables instalaron mentes desordenadas en el poder y les permitieron aplicar pol¨ªticas impopulares. Pero tambi¨¦n hay una m¨¢s profunda. La respuesta obvia es que Trump y Johnson obtuvieron el apoyo de votantes m¨¢s viejos que en d¨¦cadas recientes se sintieron marginados. Trump atrae especialmente a varones conservadores blancos de m¨¢s edad desplazados por el comercio internacional y la tecnolog¨ªa (y en opini¨®n de algunos, por los movimientos estadounidenses a favor de los derechos civiles, femeninos y sexuales). Johnson atrae a votantes de m¨¢s edad que fueron muy afectados por la desindustrializaci¨®n y a los que a?oran los tiempos en los que el Reino Unido era una potencia global.
Los polit¨®logos predicen que un sistema bipartidista representar¨¢ al ¡°votante medio¡± porque cada partido se correr¨¢ hacia el centro para conseguir la mitad de los votos m¨¢s uno
Pero esta explicaci¨®n es insuficiente. El ascenso de Trump y de Johnson tambi¨¦n refleja una falla pol¨ªtica m¨¢s profunda. Los partidos que se les opusieron, el Dem¨®crata y el Laborista respectivamente, desatendieron las necesidades de los trabajadores desplazados por la globalizaci¨®n, que entonces migraron a la derecha. Pero Trump y Johnson promueven pol¨ªticas (rebajas de impuestos para los ricos en Estados Unidos, un Brexit sin acuerdo en el Reino Unido) contrarias a los intereses de sus bases electorales.
El defecto pol¨ªtico com¨²n a ambos pa¨ªses est¨¢ en la mec¨¢nica de la representaci¨®n pol¨ªtica, sobre todo sus sistemas de votaci¨®n uninominales [donde se elige un solo representante por cada circunscripci¨®n electoral]. La elecci¨®n por mayor¨ªa simple en distritos uninominales foment¨® en ambos pa¨ªses el surgimiento de dos partidos dominantes, en vez de la multiplicidad de partidos elegidos en los sistemas de representaci¨®n proporcional de Europa. El sistema bipartidista, conducente a una pol¨ªtica en la que el ganador se lleva todo, no representa los intereses de los votantes tan bien como los Gobiernos de coalici¨®n, que deben negociar y formular pol¨ªticas que sean aceptables para dos o m¨¢s partidos.
Veamos el caso de Estados Unidos. Trump domina el Partido Republicano, pero solo el 29% de los estadounidenses se identifican como republicanos, mientras que el 27% se reconoce dem¨®crata, y el 38%, independientes que no se sienten c¨®modos con ninguno, pero no tienen una alternativa que los represente. Tras obtener poder dentro del Partido Republicano, Trump consigui¨® por escaso margen la presidencia, con menos votos que su rival, Hillary Clinton, pero con m¨¢s delegados. En 2016 solo vot¨® el 56% de los estadounidenses con derecho a votar (resultado en parte de los esfuerzos deliberados de los republicanos para dificultar el voto); es decir, que Trump recibi¨® el apoyo de apenas el 27% de los votantes habilitados.
Trump controla un partido que representa a menos de un tercio del electorado, y gobierna en general por decreto. En el caso de Johnson, menos de 100.000 afiliados conservadores lo eligieron como l¨ªder del partido, lo que lo convirti¨® en primer ministro, pese a que su ¨ªndice de aprobaci¨®n apenas llega al 31% (contra un 47% que lo desaprueba).
Los polit¨®logos predicen que un sistema bipartidista representar¨¢ al ¡°votante medio¡± porque cada partido se correr¨¢ hacia el centro para conseguir la mitad de los votos m¨¢s uno. Pero en la pr¨¢ctica, los c¨¢lculos de los partidos estadounidenses durante las ¨²ltimas d¨¦cadas estuvieron dominados por la financiaci¨®n de las campa?as, as¨ª que los partidos y los candidatos gravitaron hacia la derecha para congraciarse con los donantes ricos. (El senador Bernie Sanders est¨¢ tratando de quebrar el dominio de las grandes fortunas recaudando grandes sumas de peque?os donantes). En el Reino Unido, ninguno de los dos partidos principales representa a la mayor¨ªa que se opone al Brexit. Pero aun as¨ª, es posible que el sistema pol¨ªtico brit¨¢nico permita a una facci¨®n de un ¨²nico partido tomar por el pa¨ªs decisiones hist¨®ricas y duraderas a las que la mayor¨ªa de los votantes se opone. Peor a¨²n, la pol¨ªtica uninominal ha permitido a dos personalidades peligrosas obtener el poder nacional a pesar de una amplia oposici¨®n p¨²blica. Debido a sus anticuados sistemas uninominales, las dos democracias m¨¢s antiguas y veneradas del mundo est¨¢n funcionando mal, y peligrosamente mal.
Jeffrey D. Sachs es profesor de Desarrollo Sostenible en la Universidad de Columbia.
? Project Syndicate 1995-2019.
Traducci¨®n de Esteban Flamini.
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