Am¨¦rica Latina se desangra
No solo los periodistas y analistas se han visto sorprendidos por la toma de las calles por los indignados, sino que los presidentes de los diferentes pa¨ªses parecieran no haber percibido se?ales de este desborde
Las movilizaciones sociales en diferentes sitios del mundo han tenido un especial impacto en Am¨¦rica Latina, lo que ha llevado a que se formulen numerosos an¨¢lisis acerca de las causas y detonantes de estos procesos. Pero no solo los periodistas y analistas se han visto sorprendidos por la toma de las calles por parte de ciudadanos indignados, sino que los presidentes de los diferentes pa¨ªses parecieran no haber percibido se?ales de este desborde, o haberlo hacho de forma muy tard¨ªa, por lo cual los cauces de respuesta parecen err¨¢ticos y desesperados.
A continuaci¨®n, se describen las causas comunes y los detonantes particulares de las protestas, para despu¨¦s analizar las respuestas, y las posibles salidas en cada caso. Finalmente hace falta preguntarse por aquellos pa¨ªses en los que a¨²n no ha habido movilizaciones, pero cuya situaci¨®n no difiere demasiado de la de aquellos que han tomado las calles. Si bien las generalizaciones restan rigor al an¨¢lisis de los casos particulares, hay algunas caracter¨ªsticas comunes que sirven de marco general a las protestas y, en especial, a la configuraci¨®n de las demandas populares.
En primer lugar, se apunta a la desigualdad, generalizada en la regi¨®n y puntera a nivel mundial. Las sociedades latinoamericanas arrastran una profunda diferencia de clases y una concentraci¨®n de la riqueza cr¨®nica. Esta situaci¨®n no solo hace dif¨ªcil la superaci¨®n de la pobreza, sino que adem¨¢s genera enormes dificultades a la movilidad social ascendente.
La estructura de distribuci¨®n de la riqueza tambi¨¦n afecta al acceso a los bienes p¨²blicos, a la participaci¨®n y a la cobertura del Estado de derecho. Es decir, no es solo un limitante de las condiciones materiales de vida, sino que afecta y debilita la democracia, fragmenta a la sociedad y profundiza la vulnerabilidad de un gran porcentaje de la poblaci¨®n, a la vez que produce decepci¨®n entre las clases emergentes y nuevas generaciones.
A estas dificultades se suma la volatilidad econ¨®mica de pa¨ªses que en mayor o menor medida est¨¢n centrados en la exportaci¨®n de materias primas, baja productividad, bajos niveles de ahorro y alta informalidad laboral. Las econom¨ªas latinoamericanas son muy vulnerables a los choques externos y tienen poca capacidad de resistencia contrac¨ªclica, lo que hace que la contracci¨®n econ¨®mica afecte r¨¢pidamente a la calidad de vida de los ciudadanos y limita las posibilidades y sostenibilidad de la pol¨ªtica social.
El actual ciclo de contracci¨®n econ¨®mica que afecta a la regi¨®n es uno de los problemas m¨¢s importantes que enfrentan los gobiernos. El caracter¨ªstico presidencialismo fuerte de la regi¨®n hace que el castigo a la disminuci¨®n de la calidad de vida material se transforme r¨¢pidamente en descontento y baja popularidad con el mandatario de turno. Una de las caracter¨ªsticas de los pa¨ªses que han acogido movilizaciones ha sido justamente un aumento del descredito y desconfianza en el gobierno.
Un ¨²ltimo factor que debe ser tenido en cuenta al hablar desde un punto de vista regional es el contagio. El ¨¦xito en la convocatoria de las primeras manifestaciones, especialmente las chilenas, su car¨¢cter juvenil, pluralista y la diversidad de las demandas sociales -muchas de ellas de car¨¢cter progresista- ha sido un aliciente para la movilizaci¨®n popular en otros pa¨ªses. Se ha acogido con esperanza lo que pareciera un despertar s¨²bito de la conciencia popular y de su autopercepci¨®n de poder de transformaci¨®n.
Sin embargo, las manifestaciones no son necesariamente nuevas y en todos los casos cuentan con importantes antecedentes de mano de colectivos organizados y amplios como los estudiantes, los grupos ind¨ªgenas o las mujeres. Ahora bien, en este marco general, los detonantes particulares han sido variados y a ellos se han sumado una variedad de demandas que complejizan cada uno de los casos y su evoluci¨®n.
En Puerto Rico, el primero de los pa¨ªses en movilizarse el pasado julio, la renuncia del presidente fue precipitada por la divulgaci¨®n de audios en los cuales mostraba actitudes machistas, hom¨®fobas y ninguna empat¨ªa popular. En Argentina, antes de las elecciones ser¨ªa la crisis econ¨®mica y sus repercusiones lo que llevar¨ªa a la movilizaci¨®n. Per¨², por su parte, vivi¨® la disoluci¨®n del Congreso por cuenta de la corrupci¨®n y una profunda polarizaci¨®n pol¨ªtica. En Ecuador, en octubre, el movilizador ser¨ªa las dur¨ªsimas y mal aplicadas medidas de austeridad de un gobierno ahogado por la deuda heredada. El insostenible impacto social de los ajustes se suma a la insostenibilidad del cuadro fiscal y macroecon¨®mico, y no se ve una salida r¨¢pida.
El caso chileno, tambi¨¦n en octubre, se dispar¨® a ra¨ªz del aumento del billete de metro, una excusa que r¨¢pidamente dio paso a la elaboraci¨®n de demandas m¨¢s amplias por parte de una poblaci¨®n que ve frustradas sus expectativas, y muestra hartazgo ante la insatisfacci¨®n con la distribuci¨®n y calidad de los servicios. Entre agosto y octubre, Honduras ha protestado por los nexos del presidente con el narcotr¨¢fico, un mandatario cuya legitimidad esta m¨¢s que cuestionada, en un pa¨ªs agotado por la violencia, la corrupci¨®n y la pobreza.
En noviembre la protesta se traslad¨® a Bolivia ante la evidencia de manipulaci¨®n de los resultados electorales que precipit¨® la renuncia de Evo Morales, ¡®sugerida¡¯ por un ej¨¦rcito que se aventur¨® a la pol¨ªtica reviviendo todos los fantasmas del pasado dictatorial de la regi¨®n. La renuncia del presidente fue el espacio en el que se consolid¨® un golpe reaccionario.
El abuso policial y del ej¨¦rcito ha profundizado el malestar y ha encendido las alarmas internacionales ante las posibles violaciones de derechos humanos?
En Colombia, el paro nacional hab¨ªa sido convocado mucho tiempo atr¨¢s ante el paquete de medidas de reforma pensional, fiscal y econ¨®mica que han puesto en pie de guerra a numerosos colectivos. A esto se une el descontento por la falta de implementaci¨®n de los acuerdos de paz y el asesinato de l¨ªderes sociales.
Aunque se analiza con menos frecuencia no se puede olvidar a Hait¨ª, que entre septiembre y noviembre ha visto manifestaciones que piden la renuncia del presidente, Jovenel Moise. El levantamiento popular se ha producido en el contexto de una sociedad marcada por la corrupci¨®n, la desigualdad social y la exclusi¨®n, con una inflaci¨®n galopante y la devaluaci¨®n de la moneda local, y la p¨¦rdida de las ventajas que le proporcionaba el acceso al crudo venezolano ahora restringido. Finalmente, hay que mirar a Panam¨¢, donde se protesta contra la reforma constitucional acusada de generar discriminaci¨®n, impunidad y promover la corrupci¨®n.
As¨ª como existen causas comunes, tambi¨¦n hay algunos rasgos comunes en la respuesta estatal, la m¨¢s notoria de ellas ha sido la represi¨®n. El abuso de la contenci¨®n policial y el recurso al ej¨¦rcito para mantener el control ha profundizado el malestar y ha encendido las alarmas internacionales ante las posibles violaciones de derechos humanos cometidas.
En cuanto a las posibles salidas o resultados de la movilizaci¨®n, es dif¨ªcil preverlos. En primer lugar, porque a partir de los detonantes originales las demandas se han desplegado de forma tan amplia que requieren de la apertura de procesos de di¨¢logo plurales para poder tratarlas. Bien es cierto que una consecuencia inmediata ha sido la marcha atr¨¢s de las propuestas m¨¢s impopulares como la eliminaci¨®n de subsidios en ecuador o el aumento del precio del metro en Chile. Sin embargo, a estas alturas del descontento ya no son m¨¢s que peque?os parches en la maltrecha relaci¨®n entre sociedad y gobierno.
El proceso constitucional en Chile parece la salida m¨¢s clara, y en Colombia seguramente se generen algunas medidas sociales, aunque el di¨¢logo se antoja largo y tedioso con un gobierno que tiene una voluntad poco clara en abordar transformaciones profundas. M¨¢s a¨²n pareciera querer dejar pasar el tiempo para que la protesta y sus demandas mueran de aburrimiento.
En el caso boliviano ser¨¢n las elecciones y su transparencia, adem¨¢s de la f¨®rmula electoral a la que recurra el Movimiento al Socialismo (MAS) de Morales, las que permitan salir de una situaci¨®n de ruptura democr¨¢tica y asenso reaccionario que no deber¨ªa prolongarse por ning¨²n motivo. En los casos de Honduras y Hait¨ª, desafortunadamente no se ven salidas porque ni siquiera la renuncia de los presidentes implica necesariamente las transformaciones que requieren los dos pa¨ªses para cambiar su situaci¨®n.
Finalmente, hay que preguntarse por los pa¨ªses en los que no se han producido movilizaciones a¨²n, pero cuya situaci¨®n podr¨ªa presagiar un contagio. Este es el caso de M¨¦xico y Brasil, los colosos regionales. En el primero, a pesar del descontento con la gesti¨®n de L¨®pez Obrador, su creciente incapacidad para garantizar la seguridad y su repliegue a las ordenes de Washington, la imagen del presidente y su tono populista sirven como catalizador de una posible movilizaci¨®n popular. La popularidad del presidente, aunque no es alta tampoco ha ca¨ªdo, y sus seguidores mantienen la esperanza en que pueda conducir cambios que les beneficien; veremos si esto se mantiene en el tiempo o si la falta de resultados produce un desgaste r¨¢pido.
En el segundo, Bolsonaro, en uno de sus momentos m¨¢s d¨¦biles, ha tomado nota del riesgo de movilizaci¨®n callejera y ha echado atr¨¢s un paquete de medidas de reforma econ¨®mica y disminuci¨®n del Estado. La salida de Lula da Silva de la c¨¢rcel y su intacta popularidad le han llevado incluso a revivir medidas represivas de la dictadura, aunque obra con prudencia sabedor de que puede ser el siguiente escenario de movilizaci¨®n.
Para cerrar el recorrido hay que mencionar a Nicaragua y Venezuela. Si Ortega se niega a convocar las elecciones de 2021 o intenta permanecer en el poder en contra de las mismas, la ya deteriorada situaci¨®n se puede recrudecer y escalar el conflicto. Por ahora no da muestras de querer continuar con las negociaciones con la oposici¨®n y sus ¨²ltimas acciones parecen un intento de enrocarse. En cuanto a Venezuela, el cambio en el panorama pol¨ªtico regional tendr¨¢ efectos en la presi¨®n sobre el r¨¦gimen: la entrada del nuevo gobierno en Uruguay y la posibilidad de que esto ocurra en Bolivia la dejar¨ªan debilitada. Sin embargo, a¨²n no se ve ninguna salida realista para que se produzcan unas elecciones justas y transparentes que permitan el retorno a la democracia. Por lo pronto, las calles de Caracas seguir¨¢n divididas, pero la principal movilizaci¨®n seguir¨¢ siendo la que se produce en las fronteras con el ¨¦xodo de ciudadanos desesperados hacia otros pa¨ªses.
* ?rika Rodr¨ªguez Pinz¨®n en coordinadora de Am¨¦rica Latina de la Fundaci¨®n Alternativas
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